viernes, 26 de julio de 2019

ELIDES J. ROJAS L.: EL SUBE Y BAJA DE LOS VENEZOLANOS

Desde hace bastantes años se viene acrecentando esa vieja manía tan venezolana de pasar del más extremo amor hacia alguien, directo al más recalcitrante de los odios. Hay algo en ese sentimiento de electrocardiograma que revela una de las inconsistencias más claras en la forma de ver las cosas del criollo de estos tiempos. Y de hace muchos lustros también. Este fenómeno es muy notorio en el ámbito político especialmente. En ese mundillo, y otros ámbitos cercanos, podemos ver cosas sumamente extrañas. Vamos a darle una vueltica. Veamos. 

Simón Bolívar, el Padre de la Patria, El Libertador, el hombre de las historias más increíbles, muere en Santa Marta odiado y repudiado por gran parte de la Venezuela de esa época, después de llorar de emoción con solo verlo en sus entradas triunfales en cualquier parte. Era un amor verdadero y profundo, no como el del chavismo y la cúpula que es pura propaganda y uso de marca, donde existían miles de personas capaces de dar la vida por el líder de la Independencia. Pero cuando comenzó la campaña contra Bolívar, el asunto pasó para una gran parte de los fanáticos a “traición” y rabia. Así que el hacedor de historias muere en términos de desterrado. 

Y así avanzó la historia por casi dos siglos. Del amor al odio de un caudillo tras otro. Zamora, por mencionar a uno de los más malandros, pasó de justiciero revolucionario a ladrón de ganado y esclavista en un momentico. Muchos de las figuras clave de la historia nacional pasaron por esa especie de guillotina histérica sin mucha fórmula de juicio. 

Para entrar en fechas más recientes pudimos ver cómo la gente de oposición, justo cuando estaba más enardecida contra el régimen encabezado por el comandante muerto, pasó en esos momentos del odio sin frenos hacia la Policía Metropolitana a marchas con dientes pelados a abrazar a los agentes parados a un costado de la manifestación. Esa vez fue al revés. De odio a amor. Pero hay casos más emblemáticos, pues pasan por idas y vueltas casi que consecutivas. El caso del general Raúl Isaías Baduel es señero en esta materia. Cuando saltó con sus armas a defender a Chávez del golpe del 2002 y lo devolvió a la silla fue odiado hasta en grado de jonrón con tres en bases. Luego saltó la talanquera y pasó al equipo del amor. Incluso defendió el resultado del referendo que le negó la reelección la primera vez a Chávez. Odiado, amado en un tobogán hasta llegar al actual estadio en que es una especie de ni fu ni fa. No lo quiere el régimen por traidor y tampoco lo quiere la oposición. El peor de los estados. 

El propio comandante fallecido, quien por años, más allá de la posición que se pudiera tener sobre su protagonismo, reinó como quiso en el favor de las mayorías. Ahorita, salvo la cúpula del régimen y sus propagandistas, la gran mayoría está harta de sus discursos y su ojitos regados por todas partes. Ya a Chávez nadie lo quiere. Se sabe claramente que es el origen de la quiebra moral y económica del país. Y ni se diga nada de Maduro, quien en sus tiempos más frescos llegó a derrotar, con dudas, a Capriles en unas elecciones para con los años terminar con más de 80% de rechazo a su gestión y a la captura del cetro del presidente más impopular del mundo. No querido es hasta un calificativo decente si tomamos como cierto lo que se escucha a cada rato como grito colectivo.

La oposición como ente organizado ha pasado por el mismo fenómeno. La Coordinadora Democrática y la MUD son vistas con más rabia que cariño, luego de haber puesto a llorar a millones entre emociones y esperanzas. Los pelones y fracasos en sus estrategias las llevaron a pasar al renglón del rechazo de manera indiscutible. El chavismo, en el mismo sentido, es ahora una raya institucional. Una imagen de ineficiencia, manipulación y corrupción lo llevó a volar del nivel estatua en plazas al escalón de casas del partido quemadas en los pueblos y ciudades. Rabia pareja. 

Ya empezamos a escuchar cosas muy indicadoras sobre Guaidó. Y algunas encuestas, por encima de las creencias de los más comprometidos, lo ubican entre quienes vienen en caída. Aunque también es cierto que en enero tampoco nadie lo quería, pues nadie sabía quién era. 

Y nada de raro tendría ese descenso en la estima popular. La historia venezolana es un sube y baja de parque infantil. 

Basta revisar un poquito. 
Elides Rojas
elidesr@gmail.com
Twitter: @ejrl

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