El presente de nuestro país está signado por todo lo peor que un ser humano pueda soportar para sobrevivir. En estos 20 lamentables años de enfermiza imposición dictatorial, hemos pasado de ser un país con pretensiones de modernidad; con instituciones medianamente serias, hasta convertirnos en una república bananera al estilo miserable de buena parte de los países africanos.
El hambre; la miseria; la corrupción; la destrucción y secuestro de las instituciones; la violación sistemática de los DDHH; la inexistencia del estado de derecho; la inseguridad, y la muerte son nuestras cartas de presentación ante el mundo.
Hoy somos una colonia miserable y arruinada por la decisión de Chávez de entregarnos a la tiranía cubana de los Castro, para saciar la sed inagotable de su ambición, y la consumación de la más cobarde traición a la patria.
La expoliación de las riquezas del país a manos de la más grande corrupción habida probablemente en el mundo entero, convirtió a Venezuela en uno de los países más miserables de la tierra.
Hoy la mayoría del pueblo venezolano se muere de mengua por no tener acceso a la alimentación; a la salud; al estudio; al trabajo, ni a los servicios básicos elementales (agua, luz, transporte, entre otros). Han vuelto al suelo venezolano enfermedades que habían sido erradicadas hace décadas por la incapacidad, insensibilidad, y corrupción del régimen de los últimos 20 años.
Si ese es nuestro presente, el futuro en manos de los mismos será igual o peor que en la actualidad, toda vez, que en su voracidad por el poder y el dinero terminarán por destruir lo poco que queda.
Por eso, y para evitar nuevas calamidades al país y a nuestros compatriotas, hemos considerado necesario apoyar la decisión del Presidente Guaidó de mantener las conversaciones con el régimen para lograr una salida política que ponga fin a la crisis profunda actual.
Ha sido inteligente y generosa la propuesta del gobierno de Noruega, respaldada por un inmenso número de países, para tratar de sentar en una misma mesa al oficialismo y la oposición para alcanzar acuerdos y recomponer el escenario de la civilidad, y con ello cerrar el paso a la eventualidad de todo tipo de violencia militar, y/o civil que profundice los daños existentes.
Mantenerse en la mesa de negociaciones y acelerar el paso para frenar el deterioro profundo de la vida de nuestra gente es imprescindible. El ritmo de la crisis humanitaria en nuestro caso es mucho más acelerado que la crisis política, por lo cual, debe ser atendida de manera prioritaria.
No ceder al chantaje de extremistas de lado y lado, y negociar con sentido práctico para alcanzar soluciones mutuamente aceptables, que nos lleven a realizar en el momento adecuado las elecciones que nos permitan cambiar de gobierno, y dar paso con urgencia extrema a la reconstrucción del aparato productivo; las instituciones democráticas, y en general las mejores condiciones de vida posibles para todos nuestros compatriotas, así como garantizar las posibilidades de retorno de quienes así lo deseen.
El futuro depende de la inteligencia, y realismo con que se asuma el presente. Dejemos a un lado el odio y la venganza, y asumamos que la tarea más importante ahora es la recuperación de las condiciones de vida, y la libertad de toda la ciudadanía.
Luchemos por conquistar elecciones libres; con nuevo CNE; nuevo y depurado Registro Electoral; supervisión internacional, y el voto de los venezolanos dentro y fuera del país.
Alcanzar mejores estadios de desarrollo y progreso para un país que lo tiene todo, y merece un mejor destino es nuestra obligación.
Por una Venezuela libre y democrática; si se puede.
Román Ibarra
@romanibarra
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