Se habla de que está en marcha la cuarta revolución industrial y de que la misma implica riesgos pero también oportunidades para países como el nuestro. ¿Sucumbiremos a los riesgos? ¿Lograremos aprovechar las oportunidades?
Sabemos que la primera revolución industrial, desde finales del siglo XVIII, puso a trabajar la fuerza del vapor de agua para mecanizar la producción. Ello permitió grandes avances en la productividad.
La segunda, despuntando el siglo XX, masificó de modo impresionante la generación de todo tipo de bienes, desde automóviles hasta zapatos, gracias a la energía eléctrica y a innovaciones organizativas como la cadena de montaje: ya los productos dejaron de fabricarse uno a uno, para ir elaborándose a lo largo de una línea fabril mecanizada donde cada obrero realiza una acción muy específica y repetitiva. El ahorro de tiempo y costos fue notable, pero también la pérdida de iniciativa y sentido en la acción de quien labora.
La tercera revolución industrial, terminando el siglo XX, incorporó la electrónica, las tecnologías de la información y comunicación y las mejoras en los transportes, haciendo que la antigua línea de montaje se disgregara por diversas partes del mundo. Así, las múltiples piezas de un producto, como un tractor o una computadora, se pueden fabricar en diferentes países, de acuerdo a la disponibilidad de operarias u operarios capacitados y a su menor costo. Finalmente, se ensamblan en una locación central.
Así mismo, la producción se automatiza de modo creciente y cada vez hacen falta menos personas para manejar procesos de elaboración de ingentes cantidades de bienes. Incluso, ya en este siglo XXI, la disgregación incorpora también a los servicios: diseñadores, informáticos, ingenieras, administradoras… se contratan en diferentes lugares del mundo, según su costo sea más económico.
Ahora, estudiosos del tema consideran que entramos velozmente a vivir una cuarta revolución industrial, basada en los avances de la digitalización ya iniciada: robots, impresión 3D, Internet de las cosas, nanotecnología… ¿Se cierran las puertas al trabajador barato y a ciertos recursos naturales? ¿Cómo quedamos ante tales cambios? Mientras todo esto pasa, nosotros nos hundimos y la clase política venezolana no logra llegar a un acuerdo.
Aurora Lacueva
@AuroraLacueva
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