viernes, 9 de agosto de 2019

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: ADIÓS, SEÑOR PRESIDENTE

Aun cuando el título de la presente disertación podría leerse sin otra interpretación que la que en principio se infiere, dada la aguda crisis de gobernabilidad y gobernanza que padece Venezuela, la idea no está tampoco desvinculada de dicha realidad. Aunque la misma se ha recogido del libro que, en 1985, escribiera el reconocido y recordado economista, Dr. Carlos Matus quien además fungiera como Presidente del Banco Central de Chile y Ministro de Economía durante el gobierno del presidente chileno Salvador Allende. 

Sin embargo, vale la digresión alrededor del propósito que recoge el pensamiento de Matus cuando dedica su obra a cuestionar la gestión de gobierno de cualquier país que se califique “democrático” la cual si bien puede identificar la realidad de alguna nación ubicada en cualquier ámbito del mundo, igualmente puede semejar la situación de la actual Venezuela. Sobre todo, como resultado de la seria crisis de Estado que la tiene atrapada entre contingencias suscitadas por la arbitrariedad, el resentimiento de sus gobernantes y equivocados criterios reñidos con leyes establecidas y convenios refrendados por la República venezolana. Incluso, con principios constitucionales y valores superiores de su ordenamiento jurídico. 

El hecho de traer a colación tan interesante ejercicio intelectual elaborado por quien luego entregó a la universidad autónoma venezolana su mejor esfuerzo académico, toda vez que el exilio determinó que Venezuela sería el lugar donde disfrutó el ocaso de su vida, debe ser concluyente en cuanto a lo que ocurre en medio de la cuestionada gestión de gobierno venezolano. 

En principio, los problemas que en la actualidad azotan a Venezuela son los mismos que enfoca Matus a lo largo de su obra. No obstante, lo pertinente de la presente referencia es notar que no siempre, la decisión electoral asumida por el pueblo al momento de escoger al líder de la política nacional, o sea al presidente de la República, es la mejor fundamentada. Aquello que reza de que “un pueblo se da el gobierno que merece”, podría ser de exacta certeza desde la ironía. Pero revisado el problema desde una perspectiva politológica, no es así. Más, cuando en medio de dicha situación se establecen variables de razón cultural, emocional y financiera que tienden a replantear las realidades con base en consideraciones ajustadas a la verdad de la crisis en curso. 

Pero más allá de lo que esta reflexión pudiera incitar, está todo lo que configura planes de gobierno soportados en vinculaciones de agregados que para nada y por nada son capaces de coadyuvar con el establecimiento de promesas dictadas en momentos electorales. O al menos, de programas gubernamentales traducidos de ambientes críticos. Vale en este punto aludir a una praxis de gobierno estructurada sobre condiciones de precariedad profesional. Es decir, fundamentadas en lo que representa “lealtades” que en el fondo resultan amañadas o viciadas por viscerales y deformados intereses. 

En el conjunto de lo que estos problemas han significado para el devenir de un país, no hay duda del daño que los mismos generan a lo largo del curso de acontecimientos y decisiones, además insuficientemente encauzadas. Vale denotar lo que estas realidades signaron a Venezuela toda vez que su gobierno, apostando a nimiedades funcionales, tanto como a exageraciones estructurales, cayó en la desgracia protagonizada por la mediocridad de sus gobernantes, en todos los niveles de su estructura administrativa. 

Hoy, luego de dos décadas de gobierno, los resultados son catastróficos. Tanto que los errores se convirtieron en castigo político para una población que incultamente  se aferró ilusamente a apoyar un gobierno por el sólo hecho que representaba la verticalidad de un uniforme que, desde un principio, se sabía que lo irrespetaría hasta sus últimas consecuencias. Y en efecto, así se dio. 

Actualmente, Venezuela pasó al último lugar en todos los índices que hablan de desarrollo, progreso, transparencia administrativa, inflación económica y democracia. Pudiera decirse que Venezuela dejó de existir. Ahora es otro país lejano que una vez sirvió de ejemplo o referente internacional. Por eso, cabe clamar a los cuatro vientos lo que hoy reclama el pueblo en la calle. Aunque también, vale decir, aludiendo primordialmente al ideario de Calos Matus Romo, “Adiós, Señor Presidente”.

Antonio José Monagas 
antoniomonagas@gmail.com 
@ajmonagas 

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