Decía el estadista español Antonio Maura:“La patria no existe sin el amor de sus hijos”.
La crisis venezolana es compleja y multidimensional. Se equivocan quienes piensan que todo el problema de nuestro país se circunscribe a Nicolás Maduro y con su salida se resolverá. Venezuela arrastra deudas sociopolíticas y económicas históricas a las cuales se suman las nuevas problemáticas que surgieron a la luz de un modelo errático, apartado de la Constitución, del respeto de los derechos humanos, fortalecido en el totalitarismo, el patrimonialismo y el crimen organizado.
Hablar sobre la “Venezuela del futuro” o el diseño de un “Plan País” implica entender la génesis de nuestro actual conflicto y asumir, desde la objetividad, que los problemas de los venezolanos no comenzaron en 1998. Hugo Chávez fue la consecuencia de una democracia con elevados niveles de exclusión en un país de enormes riquezas, donde una importante mayoría lo eligió porque estaba cansada del sistema y de la élite gobernante.
El ciclo de la historia se repite, nuevamente Venezuela está dando la batalla por liberarse de sus malos gobernantes. Para quienes queremos superar esta catástrofe a través de una solución pacífica y sostenible, teníamos las esperanzas puestas en Barbados y el mecanismo de Noruega, el cual ha perdido efectividad debido a que sus participantes carecen del poder para otorgar las garantías intrínsecas al proceso de negociación, por un lado, la oposición no está en capacidad de dar a Maduro su principal solicitud que es el levantamiento pleno de sanciones; Maduro no garantiza que los militares y las bases chavistas aceptarán el acuerdo.
Los principales contendores, Juan Guaidó y Nicolás Maduro, buscan renovar sus agotadas estrategias, el primero ha perdido el “momentum político”, el segundo insiste en sobrevivir, con lo cual se profundizan las heridas, crece la desesperanza, la diáspora y se incrementa el sufrimiento de millones de almas, por ello ha llegado la hora de preguntarse ¿qué esperan los venezolanos después de tanta calamidad acumulada?
Sería imperdonable que el dolor de nuestra gente sea en vano.Cada día somos más los que estamos vigilantes de que la transición no se convierta en la simple sustitución de una élite por otra, sino en la oportunidad de construir una democracia verdadera, resiliente, incluyente, robusta, romper de una vez por todas con las cadenas de la corrupción, la burocracia y el ahogo de poder que nos ha impedido ser uno de los países más avanzados de la región.
La Venezuela post-Maduro requiere de un cambio real y profundo del sistema, no podemos pensar en restauración o reformismo, no se trata de mejorar la quinta república o volver a la cuarta, hay que pensar en la refundación de la patria como recompensa al sacrificio del noble pueblo.
El concepto de patria refiere al lugar donde se nace, quienes tienen en común una misma patria son“compatriotas”, lamentablemente, ambas palabras están estigmatizadas después ser acuñadas en el contexto político de la “revolución chavista” y el mantra “patria o muerte”, pero la muerte es la negación de la existencia misma, por eso nunca podría ser una opción para un verdadero demócrata.
Reflexionando sobre esta frase surgen algunas interrogantes: ¿existe diferencia entre quienes corean “patria o muerte” y los que hoy dicen “los chavistas deben desaparecer”?,¿hay diferencia entre quienes critican el sectarismo y la exclusión política de los últimos 21 años, pero se oponen a incluir en la transición a cualquier chavista o político que no sea de la MUD, aunque no haya cometido delito?, ¿cuál es la diferencia entre Chávez o Maduro ordenando públicamente el encarcelamiento de una persona y algunos voceros del “gobierno interino” dictaminando públicamente quién debe ir preso y quién no?
Urge coherencia en el discurso y en la acción. Quienes luchan por la democracia no pueden asumir las mismas posturas del opresor. Por ejemplo, las recientes declaraciones de Iván Simonovis asumiendo el papel de juez, lo coloca en el canal de su verdugo. Los escraches que han inundado las redes sociales recientemente nos indican que la venganza sigue siendo un valor superior al de la justicia y esto debe ser revertido si queremos construir una democracia verdadera. No he visto a ningún político de peso condenando estas acciones, prefieren sacrificar una postura histórica que perder popularidad entre los radicales.
Un gobierno post-Maduro debe apegarse por completo a los procesos y procedimientos que están establecidos en la Constitución y la ley, deben abogar por un sistema de justicia independiente y no que actúe por intereses subjetivos. Los demócratas tienen que pedir justicia, no venganza.
La patria está por encima de los odios y las deudas personales, todos hemos sacrificado y perdido en este proceso. Los más de 30 millones de venezolanos, cada uno a su medida y en su forma, lleva su cuota de dolor, por esto somos corresponsables de construir el camino a la tolerancia, la verdad, la justicia, el reencuentro, la reconciliación y la paz.
No podemos optar entre la patria o la muerte, tenemos que superar el germen de la mala hierba, unirnos para construir una patria próspera y de progreso, pero esto no se logrará con la decisión de los políticos o la acción de los gobernantes, se hace, como bien dijo Antonio Maura, con el amor de sus hijos.
¡Patria o patria! La muerte nunca más deberá ser una opción.
Indira Urbaneja
@INDIURBANEJA
https://www.elnacional.com/opinion/patria-o-patria-la-muerte-no-puede-ser-una-opcion/
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