"¿Cómo no estar orgulloso y seguro de la Venezuela posible y recuperable, cuando en medio de la oscuridad, nuestro plasma enciende antorchas de vida, confianza y esperanza?"
Y me tocó vivirlo. Un nuevo episodio en la vida del exilio que esperaba no enfrentar. Encontrarse con la más profunda soledad, con la más fría realidad, cuando uno de tus seres más queridos enfrenta el difícil destino de permanecer o marchar...
Papá: El roble indoblegable
Le tengo un profundo respeto a las llamadas familiares, sobre todo fuera de horas. Más aquellas del entorno de quienes viven con papá, que padece un Párkinson avanzado. Suena el teléfono. Es mi hermana. De inmediato aprecio el tono de su voz y su incipiente llanto: “Y papá ha tenido una caída. No pudimos evitarlo. Y hay que operarlo. Ya sabes lo que significa a sus 85 años. Tenemos que tomar esa decisión y mínimamente devolverle algo de calidad de vida en lo que le queda de ella…”
Son momentos de inmensa incertidumbre; vivirlos en la distancia multiplica la ansiedad. La distancia te hace indefenso, frágil, inútil. No contar con tus seres queridos para respaldar decisiones delicadas o aligerar la carga de la sensación de pérdida, asfixia. Historia repetida en miles de familias que les ha tocado enfrentar situaciones muy difíciles en tierras extrañas. Afortunadamente algunos tenemos la suerte de tener una hermana médico que a su vez tiene compañeros de estudios en el exterior, que aparecen como ángeles caídos del cielo en estas circunstancias…
«Su padre presenta un cuadro complicado. Su edad, su enfermedad, su corazón, su inmovilidad. Garantizar que todo saldrá bien no sería responsable de mi parte. Pero lo apropiado es decirles que debemos intervenir. Lo contrario es postrarlo a una cama para siempre y en esas condiciones, por poco tiempo.»
Al escuchar al doctor que operaría a nuestro padre os confieso que no pensé en ese instante en los riesgos. Papá siempre ha sido un hombre de desafíos y victorias. Es fuerte y resistente como un roble, terco frente a la partida, desafiante ante el revés. Lo que me invadía en esos segundos de alegoría a la lejanía, era una gran impotencia e indignación. En mal momento la rabia y la frustración colmaban la necesaria racionalidad para pensar en la mejor forma de encarar este infortunio.
¿Por qué nos tocó vivir este destino? ¿Por qué un hombre como tantos venezolanos que dedicaron su vida a la medicina pública -o cualquier oficio público- por más de medio siglo, hoy tiene que encarar la burocracia de otro sistema público de salud donde la incertidumbre sobre qué deberes y derechos le asiste es tan pesada y dolorosa como la causa y la circunstancia que lo trajo a un quirófano? ¿Por qué enfrentar todo a solas, sin el acompañamiento de sus hijos todos, sus nietos, sus parientes -muchos de ellos hombres y mujeres también de bata blanca impoluta- que se esmerarían por cuidar de él? ¿Por qué una pensión de 6$ después de más de 4 décadas de cátedra en su alma mater UCV, con lo cual no puede atender un día de alquiler de una cama clínica o una andadera? ¿Por qué lidiar con otra cultura, otro ambiente, otro país? ¿Por qué nuestros padres han merecido al menos «caerse» en sus casas, en sus plazas, y ser auxiliado por su vecino, por un paisano y ser llevado al mismo hospital donde operó y enseñó por años para que sus estudiantes, enfermeras y colegas cuidaran de él? ¿Por qué tantos venezolanos al garete, por qué tanta separación, por qué tanta desolación, por qué…?
Todo eso retumbaba en mi cabeza mientras escuchaba al médico decir: “todo puede suceder”... Y yo me preguntaba: “Muy bien, pero por qué así…”
Pero somos resilientes
Al inocente lo protege Dios y la carga se aligera cuando la buena voluntad atempera de la misma manera que se ha procedido en la vida….
Es la Venezuela itinerante que nos topamos en cada rincón de la vida. Es la Venezuela joven, preparada, cálida y familiar que extiende sus manos y su sabiduría. Un joven galeno compañero de estudios de nuestra hermana, es quien asumía la responsabilidad de intervenir a papá, amén de sus prudentes consejos y advertencias. Graduado también en la UCV y con posgrado y fellowship en prestigiosas clínicas de USA, se dispuso a colocar otra prótesis al Dr. Orlando Viera-Acosta. Fueron unas de las horas más largas de mi vida.
“Vamos bien, le comentaba [escribía por WhatsApp a mi hermana antes de comenzar la operación]. Después, un extendido silencio. "Ahora a esperar..." Hablaba con mamá mientras una de mis hermanas no separaba la mirada de su celular. De pronto salió de Pabellón el joven cirujano. Su sonrisa (me comentan) anticipa buenas noticias. “Orlando es un campeón. Reaccionó muy bien a la operación. Todo salió de acuerdo a lo esperado". ¡Qué estrés! "Estoy feliz", exclamó Michelle, el joven venezolano de manos prodigiosas... ¿Cómo no estar orgulloso y seguro de la Venezuela posible y recuperable, cuando en medio de la oscuridad, nuestro plasma enciende antorchas de vida, confianza y esperanza?
Han sido episodios muy duros los que nos ha tocado vivir por esta injusta tragedia en la que convirtieron a Venezuela. Pérdida, éxodo, torturas, hambruna, soledad, despojos, desplazamiento, muerte. Pero la maldad no es resiliente ni radical, porque siempre es derrotada por la bondad y la nobleza…
Papá ya habla, camina y reconoce. Lo primero que me dijo por teléfono fue: "¡Aquí estoy, hijo, voy bien!" Lo segundo: "Dios te bendiga…"
Orlando Viera Blanco
@ovierablanco
No hay comentarios:
Publicar un comentario