El año escolar que acaba de concluir, para muchos niños ha sido de largas ausencias de horas de clase, sobre todo en los estados que más escasos estuvieron de luz eléctrica. La deserción escolar – producida por muchos factores, tales como la falta de luz, transporte, agua o simplemente por el hambre que obliga al niño a permanecer en casa –ha alcanzado cifras alarmantes.
Cito: “El Coordinador General de EXCUBITUS Derechos Humanos en Educación, Alexis Ramírez, declaró que en Venezuela la deserción escolar ya va por el 60 %”. Considera el último año escolar perdido. Indica entre otras causas: “Muchachos que hoy no van, mañana no van, porque han pasado 3 días sin luz, porque no tienen comida, porque no hay transporte”.
Para los padres que buscan una solución a ese problema e intentan encontrarlo al emigrar con los hijos, existe el peligro de una especulación de las autoridades para emitir el necesario papeleo que por ley hace falta procurar para el traslado de un menor al exterior. Así que desde ahora, por esta vía, insisto de antemano en la importancia del tema y en la diligencia que en este caso deben procurar tanto las oficinas que conforman los necesarios documentos, como las autoridades que vigilan la corrección y celeridad del trámite. Se trata de niños y de su futuro. Ojo con eso.
En este momento la economía diaria de Venezuela se cuenta en dólares. No hay otra. El último brinco que dio la tasa de cambio, la que priva, la que ya es de todos los días, es de un salto sideral. El bolívar no ha muerto, pero son tantos los ceros que debe enfilar, que para cualquier compra que no fuera de menudencias sino de emergencia – el caucho de un carro, por ejemplo, o un análisis médico, para nombrar sólo dos posibles “urgencias” –la cuenta forzosamente termina en dólares.
Por el momento, la clasificación social de la población ha cambiado. Solo hay dos clases sociales –los que tienen dólares y los que intentan vivir con bolívares porque su ingreso, o sus bienes, o sus ahorros, o el producto de sus ventas, si son en bolívares se han convertido en sal y agua.
Quienes no tienen una fuente de dólares, saben que no les queda sino una vía: salir del país y procurar una ganancia, aunque fuese mendigando, en una moneda que sirva para comprar comida para empezar, y de ser posible, mandar una ayuda a los que quedaron en Venezuela. La dimensión de ese drama cubre al país entero y en este mes de julio se le ha agregado el problema adicional del fin de un año escolar y la preparación para el año escolar próximo. Muchas familias ya tienen al padre o la madre ubicándose en algún país que no fuera Venezuela y al terminar el año escolar, para numerosas familias el plan ha sido ver si pueden trasladar a los hijos al país huésped.
De preparar el viaje, se trata para cada familia de un trámite de papeles que ojalá no fuese engorroso ni sujeto a “pago de alcabalas”. Nuevamente, ojo con eso. En este caso que toca a los niños, nunca antes tanto como ahora ha sido de primera importancia contar con funcionarios de la administración de permisos para menores conscientes de la importancia de su tarea para hacerla tan fácil, rápida, ordenada y económica como sea posible. No se trata en este caso de un papeleo cualquiera, sino de los niños y su futuro. Allí no hay espacio para corrupción o demoras –se trata de niños venezolanos, víctimas de circunstancias que pueden truncar su futuro y es absolutamente prioritario, para todo hombre, toda mujer, todo funcionario, aplanarle lo más posible ese camino.
Jurate Rosales
@RevistaZeta
@enpaiszeta
Directora de la Revista Zeta, columnista en El Nuevo País con la sección Ventana al Mundo. Miembro del Grupo Editorial Poleo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario