Tener sumo cuidado de que su pacifismo no caiga en el abismo del apaciguamiento. El mismo que fue preámbulo a la masacre de 60 millones de seres humanos desatada por aquel infame y desquiciado que se llamó Adolfo Hitler.
Desde el inicio de su campaña electoral Donald Trump se declaró enemigo de los conflictos internacionales. Con su característica transparencia dijo que no sería el presidente del mundo sino el Presidente de los Estados Unidos de América. Estas declaraciones lo definen como un genuino promotor del pacifismo. Un término que, según el Diccionario de la Lengua Española, es descrito como :"Conjunto de doctrinas encaminadas a mantener la paz entre las naciones".
Ser pacifista, un hombre de paz, es un hermoso sentimiento y una conducta que, compartida por todos los seres humanos, nos conduciría a un mundo de amor, de esperanza, de compasión y de tolerancia. Desgraciadamente, ese mundo idílico existe solamente en la mente y en el corazón de una minoría de seres humanos. El mundo real es muy diferente. La avaricia y la ambición de poder llevan a la mayoría de hombres y naciones a conflictos y confrontaciones resultantes en la destrucción del adversario.
Ese es el mundo hostil que confrontan actualmente los Estados Unidos. De hecho, lo han confrontado siempre porque el destino de los poderosos y de los ricos es ser objeto del ataque de quienes desean despojarlos de sus privilegios. El pacifismo del candidato Donald Trump, con todo su idealismo y sus buenas intenciones, no es capaz de proteger a los Estados Unidos del ataque de sus enemigos jurados.
El más ostensible en estos momentos son los clérigos fanáticos de Irán con su inminente arsenal nuclear. Como dice el refrán:"Una cosa es con guitarra y otra con violín". Aplicado a la política, una cosa es ser candidato y otra muy diferente ser presidente. Por eso Trump tiene que cambiar su mensaje y adaptar su conducta a estas nuevas realidades. Tener sumo cuidado de que su pacifismo no caiga en el abismo del apaciguamiento. El mismo que fue preámbulo a la masacre de 60 millones de seres humanos desatada por aquel infame y desquiciado que se llamó Adolfo Hitler.
El 30 de septiembre de 1938, los primeros ministros de Inglaterra y de Francia, Neville Chamberlain y Edouard Daladier, firmaron un pacto en Munich con Adolfo Hitler por el cual éste último se comprometía a respetar la soberanía y la integridad territorial de sus vecinos europeos. Chamberlain regresó a Londres esgrimiendo una copia del pacto y diciendo que el mismo había garantizado "la paz en nuestro tiempo" . Hitler lo haría muy pronto caer en el ridículo ordenando una invasión de Checoslovaquia. Ya se había anexado a Austria y muy pronto se repartiría a Polonia con la Unión Soviética. Inglaterra y Francia se vieron obligadas a declarar una guerra para la que no se habían preparado con tiempo.
En vez de lograr la paz, los apaciguadores crearon las condiciones para la guerra. Como diría cualquier filósofo de esquina: "lo demás historia" de una masacre de proporciones galácticas que estremeció al mundo. A partir de Munich, el término «política de apaciguamiento» se ha aplicado a la conducta donde un Estado acepta las condiciones de un agresor potencial en vez de oponer resistencia. Se considera que usualmente el estado «apaciguante» sacrifica principios propios para lograr esta meta.
En este siglo 21 estamos asistiendo a un escenario similar por parte de unos clérigos iraníes asfixiados por las medidas punitivas puestas en vigor por el gobierno del Presidente Trump. Con una economía en ruinas y una oposición en espera de la menor oportunidad para rebelarse, los fanáticos de Teherán se aferran al poder desestabilizando al mundo. Lo mismo impiden la navegación de tanqueros por el Estrecho de Ormuz que destruyen instalaciones petroleras de aliados de Estados Unidos como la Arabia Saudita.
En 2018, por el Estrecho de Ormuz pasaron 21 millones de barriles de petróleo diarios, equivalentes al 21 por ciento de ese combustible que se consume en el mundo. Los 17 misiles que fueron lanzados por drones hace una semana contra las instalaciones petroleras sauditas redujeron el suministro global de petróleo en el 5 por ciento.
Por otra parte, en un obvio intento de crear una grieta entre los Estados Unidos y sus aliados europeos, el 19 de julio la Guardia Revolucionaria iraní se apoderó del tanquero británico Stena Impero que navegaba por las rutas tradicionales de transporte de petróleo.Y ya en un acto de provocación directa, el 20 de junio Irán derribó un drone (vehículo aéreo no tripulado) de los Estados Unidos sobre el estrecho de Ormuz que se encuentra entre el Golfo Pérsico y el Mar de Omán. El costo del aparatito nada más que 220 millones de dólares.
Por su parte, el Secretario de Estado Mike Pompeo, uno de los pocos "halcones" que quedan en el círculo cercano al Presidente Trump, calificó el ataque a las instalaciones sauditas como "un acto de guerra". Acto seguido, propuso la creación de una coalición internacional para confrontar las agresiones iraníes. El presidente, sin embargo, pareció más cauteloso cuando dijo que los Estados Unidos estaban preparados para confrontar el reto de Teherán pero no pasó de las palabras a la acción.
Los "apaciguadores" en Washington aplaudieron la conducta cautelosa de Trump. Destacaron que a pesar de las tensiones con Irán, la inestabilidad en Libia y Venezuela, las obstrucciones de los oleoductos rusos y el colapso de la producción en México, el precio de la gasolina se ha mantenido relativamente estable en los Estados Unidos. En conclusión, unos Estados Unidos que han alcanzado la añorada independencia energética no tienen razón alguna para entrar en una guerra al otro lado del mundo para garantizar el suministro de petróleo a otros países.
Como de costumbre, estos mercaderes y oportunistas están ubicados del lado equivocado de la historia. Los viajes, el comercio global y la información contribuyen en gran medida a la riqueza de las naciones y a la estabilidad del sistema internacional posterior a la Guerra Fría. Además los mares, los aires, los espacios y, más recientemente, los espacios cibernéticos desempeñan un papel crítico en la defensa de los estados nacionales y en su habilidad para conducir operaciones militares en todo el mundo. Los Estados Unidos necesitan garantizar esos medios de operación para proteger el territorio de este país y sus intereses alrededor del globo. A mayor poder mayores obligaciones. Sin ellos, los Estados Unidos dejarían de ser la primera potencia del mundo.
Así las cosas, Trump haría muy bien en escuchar las opiniones de expertos en diplomacia internacional y en artes militares como John Bolton y el General Jack Keane , el hombre que, junto al General David Petraeus, ganó la guerra de Iraq. En una entrevista reciente, Bolton afirmó que si Trump hubiese castigado militarmente a los iraníes por el derribo del drone norteamericano, Teherán no se habría atrevido a atacar las instalaciones petroleras de sauditas.
Por su parte, el General Jack Keane, Director del Instituto para el Estudio de la Guerra, fue todavía más categórico. En el curso de una entrevista con la conductora Martha MacCallum, de Fox News, el General Keane dijo: "Tenemos que llevar a cabo una represalia militar contra Irán. Tenemos que entender que esto no es sólo un ataque contra las mayores instalaciones petroleras en el Medio Oriente. Es un egregio acto de guerra porque es un ataque contra la economía mundial". Yo comparto plenamente el análisis y las conclusiones de estos dos expertos y patriotas norteamericanos.
Donald Trump debería de hacer lo mismo si, como ha dicho en múltiples ocasiones, quiere preservar la grandeza de los Estados Unidos. Su conducta, más que sus palabras, nos dirá muy pronto si quiere pasar a la historia norteamericana como un pacifista o un apaciguador.
Alfredo M. Cepero:
Director de www.lanuevanacion.com
@AlfredoCepero
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