Soplan brisas huracanadas en nuestra América. De forma repentina abrimos los ojos y con asombro vemos la región incendiada una vez más; es como si la memoria corta nos hace olvidar que en América Latina no hemos aprendido a cerrar ciclos y las crisis siempre se repiten de la misma forma. La gran diferencia es que ahora suceden con mayor rapidez e intensidad; los medios de propagación son más sofisticadosy permiten interconectar a las personas en tiempo real.
Golpes de Estado, regímenes totalitaristas; torturados, muertos y desaparecidos; si observamos nuestra historia común, conseguiremos que son episodios repetidos, literalmente padecemos la maldición de Sísifo.
A pesar de toda la riqueza material y humana que posee la región, todavía no logramos superar los males de siempre. Corrupción, desigualdad, pobreza y violencia; partidos carentes de institucionalidad y políticos sin ética; democracias débiles y gobernantes desconectados de las demandas de su gente; son flagelos que mutan y sobreviven.
Sin aprender la lección, la región ha vivido de culpa en culpa. Unos culpan de nuestras desgracias al capitalismo, a Estados Unidos, la CIA y la Doctrina Monroe; otros al comunismo, el socialismo, los Castro, Chávez y Maduro.
Los recientes e inesperados estallidos sociales, en países con aparente democracia y progreso, han provocado que un amplio sector de la política y la sociedad, tanto en América Latina como en otras latitudes, endosen al Foro de Sao Paulo la inestabilidad de la región. Me sorprende que hablan de la influencia castrocomunista como un descubrimiento novedoso, ignorando que son 29 años de una “cofradía” que nunca ha ocultado sus planes, ni sus pretensiones; ¿qué estaban haciendo mientras esto se consolidaba?
La pugna por el poder y el control geopolítico no debe sorprendernos, lo malo es que en medio de esa disputa se encuentran los ciudadanos que realmente luchan por la reivindicación de sus demandas; lamentablemente, estos terminan siendo manipulados y utilizados, siempre es el pueblo el que pone los muertos para que otros lleguen a la cima.
Nuestra región tiene rato ardiendo. Venezuela, Nicaragua, Honduras; ahora se suma Perú que continúa maniobrando; Ecuador todavía inestable; Chile tratando de sobreponerse; Bolivia sigue por definirse; Colombia mantiene un profundo malestar social, el acuerdo de paz parece estar perdido y llegaron a unas elecciones regionales con más de siete candidatos muertos.
Ahora se suman las recientes jornadas electorales, las cuales dejan una incógnita sobre el reacomodo del juego geopolítico regional. Bolivia depende del reconteo, pero la OEA y la ONU, por fin de acuerdo, piden una segunda vuelta. Colombia le dice no a Uribe, le entrega Bogotá a la centro-izquierda y una alcaldía a un ex combatiente de las FARC. Uruguay irá a una segunda vuelta, pero todo indica que el Frente Amplio la tiene difícil. Argentina le vuelve a decir sí a la izquierda, sí a los Kirchner, sí al Foro de Sao Paulo.
Como si fuese poco, nos está arropando la globalización, un fenómeno que influye en el comportamiento de las sociedades, trasciende al tema económico y toca con mucha fuerza el flujo de la información e interconexión. En este sentido, las redes sociales desempeñan un papel crucial como parte de la llamada Guerra de 5ta Generación, en la que los ataques son directos, masivos, inmediatos, sin fronteras, sin límites.
Lo que estamos viendo en América Latina no está aislado de lo que sucede en Hong Kong, Francia, Barcelona o Líbano. “La ira ciudadana” se está convirtiendo en un fenómeno global que, desde mi percepción, anuncia el inicio del fin de las fórmulas tradicionales de gobernar. El mundo acelerado de hoy demanda nuevas formas de gobierno que posean mayor flexibilidad, compromiso, transparencia, inclusión y conexión con los gobernados; los ciudadanos no quieren que les impongan medidas y luego se les consulte, quieren ser considerados antes de la acción.
El escenario, por ahora, no luce optimista. Muchos nos preguntamos, si estas son las brisas, ¿cómo será el vendaval? Es urgente que los líderes y activistas de la región comiencen a pensar y trabajar en un nuevo modelo de entendimiento e integración regional que trascienda al tema ideológico, de lo contrario nunca tendremos estabilidad en América Latina. Le corresponde a Estados Unidos, como el buen hermano mayor, mejorar sus estrategias para no profundizar los conflictos, sino ayudar a resolverlos.
Hablando de la región, no quiero pasar por alto:
Donald John Trump ha salvado, por esta vez, a nuestra empresa Citgo Petroleum Corporation de un posible embargo por parte de los tenedores del Bono Pdvsa 2020.Se enfrentó al capital, a Wall Street, a sus colegas o colleagues, como se dice en inglés. Para unos salvó a Juan Guaidó, para mí solo fue consecuente con la estrategia que, hasta ahora, como administración ha apoyado y defendido. Cabalístico o no, la oposición tiene hasta el 22 de enero para resolver, justo un día antes de cumplirse un año de la autojuramentación.
Bolivia nos enseña que el debilitamiento de las instituciones está relacionado con el juego del poder. Cuando complaces mis intereses te respeto, cuando no lo haces te destruyo. Este es el caso de Luis Almagro, quien sufrió la voracidad de sectores radicales de oposición cuando visitó Bolivia y se reunió con Evo Morales. Resulta que, gracias a la presencia de la OEA, se levantó la bandera roja sobre el proceso electoral boliviano. La pregunta incómoda: ¿se disculparán y revertirán sus planes de querer sabotearle la reelección a Almagro? Así son.
Los chilenos no podrán borrar tan fácilmente de su memoria a los más de 20 muertos, 2.800 detenidos y 600 heridos que hasta hoy deja la jornada de protestas. Muchos le vieron nuevamente la cara a la bota militar, una dura escena para un país que todavía intenta superar las heridas de la dictadura.
Indira Urbaneja
@indiurbaneja
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