Estoy en total desacuerdo que en Venezuela los docentes organicen paros para obtener mejoras salariales, ¡el país completo debería pararse junto con ellos!, y es que todos somos conscientes de que la educación de nuestros niños y jóvenes se ha deteriorado vertiginosamente, al punto de que ahora la situación es alarmante.
Los estudiantes de todos los niveles educativos merecen las mismas oportunidades que tuvimos nosotros y nuestros padres. Merecen, sin importar estratos sociales y ningún tipo de discriminación, tener acceso a una educación digna para formar profesionales y seres humanos cuya capacitación esté acorde con la exigencia del competitivo y exigente mercado laboral de los tiempos de hoy.
Para alcanzar la excelencia en la formación educativa e integral, los docentes deben tener un trato digno, decente y un salario justo. Deben sentirse respetados y amados. Se lo han ganado. No olvidemos que en sus manos no sólo está el presente sino el futuro.
Deberíamos sentir miedo, porque Venezuela está perdiendo maestros y profesores capacitados. Algunos se han ido y continúan yéndose del país, lo cual es una gran tragedia. Otros, dan clases particulares o se cambian a colegios que les ofrecen un mejor salario porque, y esto no debemos olvidarlo, ellos también tienen familia que mantener y un trabajo cuya responsabilidad es trascendental: educar y formar a nuestros hijos.
Son invaluables las horas que nuestros maestros y profesores dedican para preparar una clase, corregir exámenes en casa, idear la manera más pedagógica para darse a entender, sacar tiempo extra para, de manera individual, escuchar a cada alumno que lo necesite y ayudarlo a seguir creciendo sin dejar de ser padres y madres de sus propias familias.
El docente, el buen docente, tiene la responsabilidad de preparar a nuestros niños y jóvenes para enfrentar la vida, y lo hace no sólo transmitiendo conocimientos en materias específicas, sino también en el ámbito cultural, social, moral y humano.
El docente, el buen docente, es el que, cuando están en preescolar, toma a nuestros niños de la mano y con paciencia les enseña a agarrar un lápiz para hacer sus primeros trazos, a juntar letras para formar palabras y frases que siempre dirán algo y, como si de magia se tratara, les enseña que si deslizan creyones sobre un papel en blanco, pueden llenarlo de vida y de colores. Los docentes les enseñan además que compartir juguetes y meriendas produce felicidad, que proteger al más débil enaltece como ser humano, que ayudar y defender a quien lo necesita nos hace crecer y que la amistad, como dijo el poeta venezolano Aquiles Nazoa, es el invento más bello del hombre.
El docente, el buen docente, es padre, madre, guía, psicólogo, médico, amigo, abogado y juez. Es ejemplo de puntualidad, honradez, justicia y abnegación. Es una imagen de respeto y un artista que nos ayuda a esculpir la personalidad de nuestros hijos. Incuestionable es que quien pasa años estudiando y entrega su vida para continuar capacitándose con la misión de enseñar a otros, es digno de amor, admiración y respeto.
El docente, el buen docente, es quien les enseña a los más jóvenes que para aprender hay que estudiar, que los triunfos se logran con esfuerzo y que en Venezuela hay que prepararse para entre todos reconstruir nuestro país y hacerlo mejor de lo que fue. Necesitamos profesionales capacitados porque volveremos a ser prósperos y a tener futuro, eso viene. No lo duden.
El docente, el buen docente, es quien logra el balance perfecto entre el respeto y la confianza, el que enamora con la palabra para estimular la curiosidad y saciar la sed de conocimientos. No es sólo un pedagogo quien enseña, es un ser humano responsable quien se acerca a nuestros hijos en un intento por mostrarles que la vida es bella y que ellos merecen lo mejor.
No existe labor más noble que la de aquel que logra en el rostro triste de un niño o de un joven dibujar una sonrisa, sembrar la conciencia de que tenemos derecho a elegir con transparencia a nuestros gobernantes y que, por sobre todo, tenemos derecho a ser libres y felices, a tener esperanzas y a ser dueños de nuestro futuro. Entonces, ¿cómo no apoyar a nuestros maestros y profesores? Con ellos, con los buenos docentes, tendremos siempre una deuda eterna.
Jeanette Ortega Carvajal
@jortegac15
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