Si ponemos puntaje a cada una las acciones estratégicas de los dos gobiernos de Venezuela, podemos hacer un estimado de cómo y hacia dónde vamos.
La oposición logró en 2017 el apoyo de Estados Unidos (1-0). Era muy difícil que Maduro ganara las elecciones del 20 de mayo de 2018, pero la mayoría opositora decidió abstenerse (1-1). Maduro perdió la mano de la elección de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea (2-1), y sorprendió con la conexión popular que logró (3-1), su juramentación como presidente interino, siendo reconocido por 56 gobiernos (4-1). Pero, la movilización de la protesta política popular y el quiebre militar esperado el 23 de febrero para cambiar a Maduro no triunfó (4-2). Luego, el oficialismo tropezó con la decisión de la Unión Europea a favor de unas elecciones presidenciales en un lapso no mayor de 90 días, sin negociaciones previas (5-2). Maduro estaba perdido 20 a 80%; pero la oposición insistió en la protesta política y quiebre militar, en vez de elecciones, y el 30 de abril fracasó (5-3). Luego la Unión Europea se acogió a la proposición de Noruega de ir a una negociación, bajo una agenda amplia, lo que le da a Maduro lo que quiere, ¡tiempo! (5-4). A la oposición no le quedó otra opción que sentarse a negociar con quien sabe que no negocia (5-5).
Entre Noruega y luego Barbados, el gobierno logró poner en la mesa 60 puntos a negociar…” y todavía faltan muchos más” (Timoteo dixit) (5-6).
Así el gobierno de Maduro compró cinco meses de vida (5-7). En el ínterin, el oficialismo venía construyendo mediáticamente la figura de “la otra oposición”(5-8) con partidos minoritarios, con los cuales negoció que los diputados del PSUV volviesen a la Asamblea Nacional, lo cual implica el reconocimiento de esta última (6-8), pero con la expectativa de ambas partes de este acuerdo de escoger a un presidente de dicha Asamblea distinto a Juan Guaidó. Antes de hacer público este acuerdo, el gobierno de Maduro se retiró de Barbados, dejando a la oposición mayoritaria sin otro Plan B que las relaciones internacionales (6-9). Por su parte, Juan Guaidó, hasta ahora, ha logrado que la mayoría opositora le ratifique su reelección el 05-01-2020 (7-9), pero el oficialismo ha desarrollado una propaganda feroz contra el presidente interino, alegando que habría negociado el Esequibo con la petroleras (éste lo perdió Chávez al dejar vencer los lapsos procesales para congraciarse con los países caribeños con miras a lograr votos en la OEA) y una supuesta vinculación con bandas delincuenciales colombianas (tiende a 7-10, esperemos la próxima encuesta).
En el frente extranjero, ante este sainete, Estados Unidos escaló las sanciones económicas, pero el oficialismo las aprovecha para profundizar su proyecto de destrucción de la economía, sumándole ataques propios, como el encaje bancario que destruye a la banca y el crédito para las empresas, siempre echándole la culpa a “las sanciones” (7-11). Con la destrucción de la economía, el gobierno ha logrado doblegar a la mayoría de la población y sus organizaciones a dedicarse a sobrevivir, abandonando la lucha política (7-12). Sin embargo, el empobrecimiento ocasiona una emigración masiva (16% de la población, su gran mayoría en tres años) que tiene en jaque a demasiados países interesados en parar esa presión poblacional removiendo a Maduro (8-12). Por su parte, Estados Unidos sigue incrementado las sanciones personales (9-12); ídem la Unión Europea (10-12) y ambos cambiaron la agenda de acusaciones políticas por delitos comunes, (narcotráfico, lavado, etc.) (11-12) y, junto con 16 países, logran la aprobación del TIAR, presagio de una acción militar (¿policial?) contra el madurismo (12-12). Acto seguido, Maduro viaja a Rusia a renegociar pagos de deuda, conseguir nuevos préstamos y, creo yo, más presencia de asesores militares rusos que sirvan para disuadir la activación del TIAR. Los rumores sobre el supuesto fracaso de estas gestiones no lucen verosímiles y pudieran estar siendo sembrados para que Occidente y opositores bajen la guardia mientras ocurre la escalada militar rusa en Venezuela (12-13).
El juego interno está trancando, ninguna de las dos partes tiene el poder para someter a la otra. Para destrancar este juego, tendrían que ocurrir, al menos, una de dos cosas.
De parte del gobierno, entenderse con la empresa privada para recuperar la economía, lo cual supone, mínimo, que se paguen las deudas de las empresas del Estado entregando sus acciones a los acreedores, renegociando la deuda soberana y que el madurismo apoye, en vez de atacar, a la banca y la empresa privada. De parte de la oposición, tendría que surgir un movimiento acelerado y entusiasta de integración de los partidos y articular sus estrategias con los demás sectores organizados de la sociedad. Sin estos dos cambios, ni el gobierno de Maduro gobierna, sólo abusa, manipula y reprime; ni la oposición tendrá fuerza para oponerse.
En el juego internacional, está claro que Venezuela ha perdido soberanía porque los intereses de las grandes potencias tienen en sus manos nuestro futuro. Estados Unidos podía haber ganado el juego externo fácilmente si se hubiese enfocado por la vía electoral; en vez de pintar supuestas amenazas de una invasión que no va a ocurrir porque no le conviene. Ahora estamos pendientes de ver si Maduro logra trancar el juego neutralizando el TIAR con más presencia militar rusa. Pero jugando juegos políticos y geopolíticos no se reconstruye un país.
Así llevamos 25 años perdidos, pisándonos la manguera entre las élites; errando el tiro por competir entre ellas por cuotas de poder, sin caer en cuenta de que todas esas élites tienen un fabuloso enemigo común que las desestabiliza: la pobreza en que tienen sumida al 80% de los venezolanos en razón de esa competencia sin sentido por el poder, en vez de coordinar esfuerzos por el logro de un mejor país para todos y para ser capaz de competir exitosamente en nuestras relaciones internacionales, en vez de entregarnos al mejor postor. ¡Que políticos tan malos hemos tenido y que sumisos hemos sido los demás sectores!
José Antonio Gil Yepes
@joseagilyepes
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