"El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con un votante promedio", Winston Churchill
Esta frase lapidaria de Churchill es una muestra de la experiencia y la sabiduría del más brillante político inglés del Siglo XX. El mensaje implícito en la frase es que la calidad y eficiencia del gobierno de cualquier país está directamente relacionada con la capacidad y el conocimiento de sus ciudadanos. Un país de ignorantes y fanáticos está condenado a ser gobernado por ignorantes y fanáticos.
De ahí la importancia de educar a los niños que crearán las instituciones, forjarán el carácter, garantizarán la libertad y determinarán la prosperidad de la nación que tendremos mañana. Una educación que debe prestar especial atención a quienes aspiren a ser los maestros, los periodistas y los gobernantes del futuro.
Por desgracia, las instituciones conservadoras y religiosas de los Estados Unidos de los últimos 100 años no le dieron importancia suficiente al papel que desempeña la educación en la formación de futuros ciudadanos. La izquierda, por su parte, entendió la importancia de la educación como instrumento de transformación radical de la sociedad norteamericana.
El resultado: los estudiantes norteamericanos son bombardeados constantemente con teorías sobre ciencias sociales, colectivismo y planificación centralizada. Dios ha sido desterrado de las escuelas y la historia es una ciencia obsoleta. Y no hay que ser genio para saber que un pueblo sin Dios y una nación sin historia quedan a merced de los malvados y no tienen otro futuro que ser esclavizados por sus gobernantes. "Cree hombres quien quiera pueblos", dijo nuestro José Martí.
La punta de lanza en los Estados Unidos de este ejército secular y enemigo de los valores del espíritu es la Asociación Nacional de Educación, con 3 millones de miembros, sede en el pantano de Washington y un presupuesto anual de 341 millones de dólares, con los que hacen donaciones millonarias al Partido Demócrata. El 90 por ciento de sus miembros militan en el Partido Demócrata y se oponen a cualquier sistema educativo privado que pueda hacerles competencia.
La relación incestuosa de los sindicatos de maestros con el establecimiento político norteamericano, sobre todo con el Partido Demócrata, resulta en una situación anómala donde el maestro es más importante que el estudiante. De hecho, cuando un sistema educacional se convierte en una institución más política que educativa los estudiantes salen siempre perdiendo. De ahí que las decisiones sobre lo que más beneficia a los estudiantes deban de ser tomadas por profesionales de la educación y no por políticos profesionales.
Abundando sobre este tema, las deficiencias en la educación norteamericana no son causadas por falta de fondos sino por falta de ética. En el 2015, los Estados Unidos gastaron 12,800 dólares por estudiante en los niveles elemental y secundario. Esto fue un 35 por ciento más alto que los 9,500 dólares gastados por los países miembros de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo del Continente Europeo. En el nivel universitario, los Estados Unidos gastaron 31,000 dólares por estudiante, un 93 por ciento más alto que los 16,100 dólares gastados por la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo. Una prueba más de que la educación norteamericana es la más cara del mundo con los peores resultados entre los países desarrollados.
Otro factor contribuyente a la ignorancia de la juventud norteamericana es la composición de su población. Según el censo de 2010, el número de ciudadanos menores de 20 años ascendía a 76 millones o el 25 por ciento de los habitantes de Estados Unidos. Uno de cada cuatro ciudadanos de este país nació después de finalizada la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín. Estos jóvenes no tienen la menor idea de la amenaza comunista ni de la bancarrota de ese sistema de gobierno.
Las escuelas, por otra parte−desde las primarias a las universitarias−no han mostrado interés alguno en llenar ese vacío de información. Peor aún, los maestros zurdos han lavado el cerebro de los estudiantes presentándoles un "socialismo romántico" donde las necesidades de todos los ciudadanos−los trabajadores y los holgazanes--son satisfechas en forma igualitaria y gratuita por un gobierno protector y todopoderoso.
Al mismo tiempo, el intento del sistema educativo de moldear la forma en que los estudiantes piensan y controlar todos los aspectos de su aprendizaje y de su vida están creando autómatas incapaces de pensar por sí mismos. Una proporción considerable de los maestro piensa que su labor es consolidar los progresos en los derechos civiles poniendo énfasis en la discriminación racial. A tal punto, que ser un ciudadano blanco en los Estados Unidos se ha convertido en un delito por el que se tiene que pedir perdón.
Para complicar las cosas, estos jóvenes, no tienen la menor idea sobre las masacres perpetradas por Stalin y Mao Tse-tung para consolidar y preservar su poder omnímodo. Esos son los millones de jóvenes que siguen a Alexandria Ocasio-Cortéz en las redes sociales y apoyan el socialismo trasnochado del decrépito Bernie Sanders y la izquierda desenfrenada de la histérica Elizabeth Warren.
Si alguno necesita pruebas de lo que digo en este trabajo sólo tiene que sintonizar Fox News y ver el programa Watters World, conducido todos los sábados por el sagaz periodista Jesse Watters. Sus entrevistas en los recintos universitarios son pruebas concluyentes y contundentes de la ignorancia de la juventud americana. No saben contra qué país los Estados Unidos libraron su guerra de independencia ni tampoco son capaces de identificar a padres fundadores como Washington y Jefferson cuando les son mostradas sus fotografías.
Ante esta verdadera emergencia nacional, la gente que piensa en este país no tiene el menor tiempo que perder. Tienen que empezar por una restructuración profunda del sistema educacional, destacando las bondades del capitalismo frente a los vicios del socialismo. La labor será inmensa porque la izquierda ha tenido un siglo para hacer del capitalismo una mala palabra. Pero los números, los hechos y la historia están de nuestra parte.
Hay que empezar por describir ambos sistemas totalmente antagónicos. Presentar el capitalismo como un sistema económico caracterizado por la propiedad privada o empresarial de los bienes de capital, por inversiones que se determinan por medio de decisiones privadas y por unos precios, una producción y una distribución de bienes determinados principalmente por la competitividad dentro del libre mercado. Un sistema donde el esfuerzo del ciudadano trabajador es remunerado.
El socialismo, por el contrario, es un sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción, donde no existe la propiedad privada y donde los medios de producción son de propiedad y control estatales. Un sistema donde el ciudadano trabajador es despojado del disfrute del fruto de su trabajo. Nadie lo dijo mejor que Margaret Thatcher: "El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero de los demás"
Alfredo M. Cepero
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
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