Pido disculpas por la palabra usada en el título, pero es la que mejor describe la semántica del artículo.
“Nunca subestimes la estupidez humana, es una de las fuerzas más poderosas en la historia”. Yuval Noah Harari.
ANTECEDENTES DE LA TEORÍA ECONÓMICA
En el mundo occidental, durante siglos, las enseñanzas cristianas postulaban que el bienestar social dependía de las acciones altruistas de los individuos, acciones por amor al prójimo. Esta percepción cambio cuando el teólogo Adam Smith en su obra “The Wealth Of Nations” demostró como desde el egoísmo, con cada quien buscando su bienestar personal y actuando de una forma racional, la sociedad podía alcanzar altos niveles de bienestar.
Según Smith, “el interés individual conduce a los seres humanos, como si fueran guiados por una mano invisible, hacia la consecución del bien común”. Su obra pasó a ser la idea fundamental y el pilar de la economía clásica.
En los 40 y 50 Von Neumann, Morgenstern y John Nash postularon la “Teoría de Juegos”, que explicó las limitaciones de la teoría de Smith y modificó el modo en que los economistas interpretaban la toma de decisiones y la consecución del bienestar común. Esta teoría nos muestra que el interés individual, el egoísmo y la racionalidad con las que suelen ser tomadas las decisiones pueden volverse en contra del propio interés individual y del interés conjunto de estos sujetos. Estas situaciones en donde las decisiones individuales racionales no necesariamente conducen al mutuo bienestar, ni al individual se les dieron el nombre de “el dilema del prisionero”, el cual es el primer caso en el cual la teoría de Smith falla. Esta teoría nos demuestra que el bien individual y común no se logra cuando el valor de la opción de actuar “falso” (en contra del grupo) sobrepasa el valor de la opción de actuar “correcto”. O dicho de otra forma, si actúo en contra del grupo, si gano, puedo ganar mucho, y si pierdo, no pierdo mucho. Esta teoría también nos enseña que para evitar el dilema del prisionero se necesita comunicación, o experiencia (repeticiones fallidas del juego), o un ente superior que “ponga orden” en el grupo.
En 1988 Carlo Maria Cipolla, un historiador económico italiano, formuló por primera vez su famosa y controvertida “Teoría de la Estupidez”. Cipolla describe a la gente estúpida como un grupo muy poderoso que sin reglamentaciones, líderes o manifiestos, consigue ejercer un gran efecto con una coordinación increíble. De acuerdo a sus postulados, una persona es estúpida sí causa daño a otras personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso. Para Cipolla, desde el punto de vista estrictamente económico, un malvado, que es aquel que perjudica a los demás y se beneficia a sí mismo, es preferible a un estúpido, puesto que las actividades del malvado a la postre significan que algunos bienes cambian de manos, mientras que las actividades de los estúpidos no representan beneficio para nadie.
En Venezuela abunda un tipo muy específico de estúpidos, que en nuestra jerga nacional llamamos “pajúos”, refiriéndonos a esos individuos que piensan que son más astutos que los demás, o en su nivel más alto, esos que piensan que ellos son los únicos astutos y los demás son tontos. Este grupo ha causado muchas desgracias a nuestra nación porque como decía el gran historiador Manuel Caballero, “con estos vivos no hacen falta bobos para embaucar”.
DE LA REBELIÓN DE LOS NÁUFRAGOS A LAS REBELIONES DE LOS PAJÚOS
En 1993 Carlos Andrés Pérez llamó “la rebelión de los náufragos” a esa conspiración que lo sacó del poder y que culminó con la llegada del chavismo a Miraflores cinco años más tarde. A CAP lo habían tumbado los dos más grandes grupos empresariales del país, a quienes CAP les había entregado a cada uno la mitad del país, pero para cada uno de los cuales la mitad del país era muy poco porque cada uno quería la totalidad del país para sí solo. Algunos de esos “astutos empresarios” venezolanos hasta le prestaron sus aviones, sus periódicos y televisoras a Hugo Chávez en su campaña presidencial 1998 para luego verlos expropiados, confiscados y cerrados años más tarde. Después del 98, por la ambición desmedida de poder de ciertos grupos, fuimos de derrota en derrota hasta que finalmente en 2015 parecía que, como nos enseñaba la teoría de juegos, luego de muchas repeticiones fallidas, en la oposición venezolana habíamos aprendido a cooperar y trabajar juntos.
Pero lo que ha sucedido desde noviembre 2017 contradice todo lo postulado en la Teoría de Juegos y afirma las leyes de la teoría de Cipolla: Hemos visto como muchos líderes políticos en sus intentos por llegar a la presidencia, pensando que son más astutos que los demás, han lanzado su futuro político a la basura. En 2017 vimos como un gobernador electo del Zulia, el estado más grande del país, prefirió regalar la gobernación para luego intentar ser el precandidato presidencial de la “dignidad”, olvidando que desde que en Venezuela se escogen a los gobernadores del Zulia en elecciones directas, todos han sido automáticamente candidatos presidenciales.
Hoy debe de mirar con envidia como en el otro lado, Héctor Rodríguez, solo por ser gobernador de Miranda, el segundo estado más grande del país, se volvió “presidenciable”. En 2018, otros en su mezquina estupidez también se opusieron a unas primarias presidenciales para evitar una candidatura específica. Uno incluso llegó al chantaje de que si el candidato no era él, no habría candidato único. Luego, como los otros no se lanzaron, terminó siendo el único candidato, pero sin unidad. Así terminaron regalando la reelección a Maduro.
En 2019 después de la destrucción de los liderazgos políticos en 2018, hubo un sorpresivo resurgimiento de la oposición con un joven diputado que estuvo en el momento preciso en el sitio correcto, en la presidencia de la AN 2019. El “fenómeno” Guaidó abrió una esperanza y una oportunidad de lograr unas elecciones presidenciales con la oposición unificada bajo su liderazgo. Pero los “pajúos” de siempre lograron manipular al inexperto diputado para lograr que no se dieran unas presidenciales mientras ellos no pudieran ser los candidatos. Lo llevaron a ponerle un “preservativo anti elecciones” a la lucha política. A esta barrera mata elecciones le pusieron un nombre espectacular, “cese de la usurpación”, para disimular sus intenciones.
La amenaza creíble, el TIAR y el 30 de abril fueron condimentos de esa receta de fracaso que ha arrastrado al joven diputado también a la fosa común de promesas políticas quemadas. La guerra por el poder en estas semanas dentro de la oposición es tan patética que solo se puede describir con dos palabras: pena ajena.
Si bien en el 2018 en la primera rebelión habían destruido los liderazgos políticos, en la rebelión reloaded del 2019 les tocó el turno a sus partidos políticos. Cabe destacar que actualmente todos los partidos políticos opositores suman entre 14 y 16 porciento de simpatía y entre 7 y 8 porciento lo tiene un solo partido, Acción Democrática, todos los otros se reparten el resto.
Dos lamentables años de destrucción política que le han regalado una reelección a Maduro y lo han atornillado en el poder, solo porque unos malcriados no pudieron aceptar que otro llegara a la presidencia y no ellos. Prefirieron seguir siendo líderes de oposición que no pueden llegar a ser gobierno por la falta de unidad, en vez de pactar para ser flamantes ministros de un gobierno unitario de transición. Así, algunos en vez de ser el flamante ministro de relaciones exteriores que reinsertó a Venezuela en la comunidad internacional, devolviéndola a su sitial de honor de las democracias del continente, o el ministro de economía responsable del milagro económico, que lleve al país a romper records de tasas de crecimiento, o el ministro de interior y justicia que acabó con la criminalidad en el país, todos automáticos candidatos presidenciales en un futuro cercano, ahora son solo promesas políticas quemadas.
A todo esto solo se puede decir la frase de Henry Ramos Allup: “De inteligencia no se van a morir”. Al final de toda esta destrucción, la oposición quedó casi toda en ruinas, como estaba a comienzos de la década pasada, con una sola y gran diferencia, esta vez AD está de pie y con los guantes puestos esperando que suene la campana para empezar la lucha electoral.
RECOMENDACIONES DE LA TEORÍA ECONÓMICA
La teoría económica nos deja varias recomendaciones a los ciudadanos para actuar y resolver este grave problema político que nos ha traído a esta desgracia.
De la Teoría de Juegos podemos tomar sus tres conclusiones básicas para romper el dilema del prisionero. El primero es la comunicación, la cual es la tarea principal de cualquier político. Debemos terminar de comprender que no podemos buscar políticos que digan frases como “no me siento con fulano y no hablo con el régimen”, porque simplemente están incapacitados para la política. El segundo es la experiencia. Los ciudadanos debemos dejar de lado esa frase desgraciada que nos ha causado tanto daño, “queremos caras nuevas, gente joven”. La teoría de juegos resalta la importancia que se le dan en todos los grandes campos de la vida y las profesiones a la experiencia, o como decimos popularmente en Venezuela, más sabe el diablo por viejo que por diablo. La tercera recomendación de la teoría de juegos es la creación del Ente Superior. Esto aunque parece muy difícil, en la realidad no lo es, si logramos entender que los ciudadanos organizados en partidos políticos somos el ente superior. Si no nos organizamos en nuestros respectivos partidos no podremos hacer la presión necesaria sobre nuestros “líderes políticos” y estos podrán seguir actuando equivocadamente porque no tienen ningún incentivo de perdida (castigo).
De la teoría de la estupidez podemos aplicar varias enseñanzas: Lo primero es buscar la inteligencia ante todo en nuestros políticos. Incluso un malvado es preferible a un estúpido o pajúo. Debemos internalizar la frase del arte de la guerra: “un capitán valiente y estúpido es una calamidad, la valentía es solo una cosa más entre muchas otras cosas”. Por eso debemos abandonar esa permanente búsqueda de caras nuevas con muchos cojones y ovarios, que no logran ponerse de acuerdo para ser ministros.
Tenemos que buscar políticos que sepan crear o liderar partidos políticos, que cuiden los votos en primarias o en unas elecciones contra el régimen. Todo aquel que no tenga un partido político nacional es un mentecato que no podrá ganar unas primarias y mucho menos una elección contra el régimen, o es un gran un pajúo que cree que las otras organizaciones le van a cuidar los votos sin haber pasado por unas primarias para ser candidato de toda la oposición.
También debemos alejarnos de esos políticos que dicen que no son políticos y que no quieren ser gobierno, pero hacen política todo el tiempo, porque son grandes pajúos que piensan que los demás somos gafos. Otros que debemos evitar a toda costa son esos “avispados” que piensan que los militares van a dar un golpe de estado (como lo del 30 de abril), que llaman a guerras para que las peleen los hijos de otros, o que piensan que los marines vendrán a salvarnos, obviamente con el resultado que los militares, las milicias, o los marines los van a poner a ellos de presidentes. Como decía Manuel Caballero: “con estos vivos no hacen falta bobos para embaucar”.
Por último debemos buscar políticos que respeten los acuerdos firmados en las buenas y en las malas y no sean de esos pajúos que solo los acatan cuando les conviene porque piensan que ellos son los únicos astutos y los demás son tontos. Esos son los más grandes pajúos que abundan en este país
Rafael Alberto Martinez
rafamartinez@gmail.com
@rafamartinezad
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