Pero Donald Trump es un hombre que no conoce la tregua ni se resigna a la derrota. En este momento aterrador y desconcertante su mano firme, su conducta enérgica y su optimismo imbatible le han ganado la aprobación de su pueblo.
Cuando el chino siniestro del coronavirus asomó su cabeza sigilosa en los Estados Unidos, la izquierda virulenta del Partido Demócrata−tan mortífera y traicionera como el coronavirus−creyó haber encontrado la bala de plata que daría muerte a su odiado enemigo. En esta cruzada contra Donald Trump, los enemigos externos del presidente son los amigos de sus enemigos internos. Como era de esperar, la escopeta fanática de la izquierda demócrata ha optado por apuntar a la Casa Blanca en vez de a China Comunista.
Pero tienen que andar con sumo cuidado porque, a esta escopeta, podría salirle "el tiro por la culata". De hecho, en vez de obtener el resultado deseado, están creando las condiciones para que se produzca un resultado totalmente distinto. Vaticino que, en vez de ser debilitado, Donald Trump saldrá fortalecido de esta trampa que le han tendido los chinos y están aprovechando los demócratas con la esperanza peregrina de debilitarlo. Porque así ha sido siempre desde el inicio de nuestra residencia en la Tierra cuando los grandes hombres han confrontado grandes retos. Y nadie que se respete puede negar la dimensión del reto ni la grandeza del hombre en esta batalla de Donald Trump por la salvación de América y la preservación de su libertad y su prosperidad.
Ahora bien, ya sabemos que los mandamases del Partido Demócrata no se respetan a sí mismos. Porque no puede respetarse a sí mismo un partido donde se disputan la postulación a la presidencia un comunista trasnochado y un anciano demente. Sin argumentos para atacar a Trump por sus medidas populistas, sus logros económicos, su filosofía nacionalista, o su política internacional, los demócratas han utilizado la obstrucción y la mentira para destruir su agenda.
Siguiendo esa estrategia, atacaron sus decisiones sobre el cambio climático, la eliminación del acuerdo con Irán, sus negociaciones con Corea del Norte, sus demandas de pago por parte de los países miembros de la OTAN, su enfrentamiento a China y su muro en la frontera sur. A pesar de que lo han atacado sin descanso, sin pruebas y sin compasión la economía, el empleo y la bolsa de valores navegaban "viento en popa".
Tenía que venir un cataclismo con las dimensiones y la peligrosidad del coronavirus para detener la marcha triunfal de su presidencia. Pero Donald Trump es un hombre que no conoce la tregua ni se resigna a la derrota. En este momento aterrador y desconcertante su mano firme, su conducta enérgica y su optimismo imbatible le han ganado la aprobación de su pueblo. Numerosas encuestas arrojan resultados inesperados. El 55 por ciento de los americanos dicen aprobar la forma en que Donald Trump se está enfrentando al coronavirus. Ese nivel de aprobación no lo había tenido con anterioridad a este momento.
Los demócratas, por otra parte, no dejan de hacerle una "guerra sucia". Unos pocos ejemplos pueden ilustrar esta afirmación. Cuando el degenerado sexual Bill Clinton dijo "es un error retirarse del Tratado Climático de París", Trump ripostó "Yo fui electo por los ciudadanos de Pittsburgh, no por los de Paris". Cuando el farsante John Kerry atacó la decisión de Trump de retirarse del Acuerdo Nuclear con Irán en mayo de 2018, el presidente dijo que tenía pruebas contundentes de que la promesa iraní de abandonar las armas nucleares era una mentira.
Asimismo, en las negociaciones de Donald Trump con el dictador norcoreano Kim Jong Un, la mordaz Elizabeth Warren declaró: "Nuestro presidente no debe de estar dilapidando la influencia americana con fotografías y cartas de amor con un despiadado dictador".
Cuando Donald Trump exigió a los países miembros de la OTAN que cumplieran su compromiso de pagar parte de los gastos de la organización muchos demócratas lo acusaron de aislar a los Estados Unidos. El hecho de que la casi totalidad de esos países se ha comprometido a pagar el 2 por ciento de su Producto Interno Bruto para el año 2024 constituye una victoria del presidente.
Aún antes de ser electo presidente, Trump denunció el desequilibrio de las relaciones comerciales entre China Comunista y los Estados Unidos. Y en estos momentos de negociaciones entre Washington y Pekín para remediar esa situación, el demente Joe Biden ha dicho que, en vez de confrontarla, "los Estados Unidos debemos de ayudar a China". Un presidente Biden quizás estaría dispuesto a pagarle a China Comunista los coronavirus con que está matando americanos. En cuanto al muro para contener la invasión de ilegales por la frontera sur, el Senador demócrata Chuck Schumer declaró en el programa Ante la Prensa: "Trump no podrá construir el muro de ninguna manera". El muro se está construyendo lentamente, pero se está construyendo.
Sin embargo, el colmo de la obstrucción y del cinismo se ha manifestado en estos días con respecto al nombre del virus que nos ha enviado Xi Jinping. Los demócratas y sus aliados en la prensa parcializada han llegado al extremo de hacer causa común con China Comunista. Han tildado a Trump de racista o de xenófobo cuando éste hizo referencia al "Virus Chino" o "Virus de Wuhan" la ciudad donde se origino.
Veamos la estupidez y la demagogia de esta objeción. El virus Marburg que causaba una fiebre hemorrágica fue bautizado con el nombre de una ciudad alemana; el virus de Hendra lleva el nombre de un suburbio en la ciudad de Brisbane, en Australia; el virus de Zika lleva el nombre de un bosque en Uganda; el "flu de Fujian" recibió el nombre de una provincia china; el virus Ebola lleva el nombre de un río en la República del Congo y el "flu español" de 1918 que mató a 675,000 americanos y a decenas de millones de personas en el resto del mundo. El objetivo en aquellos momentos fue poner fin a la amenaza que ellos representaban, no perder tiempo discutiendo sobre el significado de sus nombres o sus implicaciones racistas.
Afortunadamente, Trump no se ha dejado intimidar por la maledicencia de la izquierda. Su decisión de cancelar los vuelos procedentes de China Comunista redujo considerablemente los casos por contagio de coronavirus en los Estados Unidos. El mismo efecto han tenido la cancelación de los vuelos procedentes de Europa y el cierre de las fronteras con México y Canadá.
A pesar de todo, los enemigos de Trump afirman que esta pandemia del coronavirus le costará la presidencia en las elecciones de noviembre. Pero, al igual que en las elecciones de 2016, en esta oportunidad se equivocan de nuevo. Esta gente está tan cegada por su odio a Trump que no es capaz de descifrar y entender las motivaciones del pueblo americano. Un pueblo que finalmente se ha dado cuenta de esta estrategia malvada y que tiene menos tolerancia para la demagogia y la politiquería. Para ellos, la lucha contra el coronavirus demanda cerrar filas y no abrir grietas de partidos ni de ideología.
En 2016, una "minoría encolerizada" rechazó la vieja política de demócratas y republicanos con su decisión de poner a Donald Trump en la Casa Blanca. En este 2020, la minoría encolerizada de 2016 alcanzará dimensiones de "mayoría enardecida" que rechazará la corrupción que todavía contamina el pantano de Washington. Luego, a Donald Trump le queda trabajo para rato y aquellos de sus enemigos que no estén dispuestos a mudarse a China Comunista tendrán que resistirlo por otros cuatro años.
Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de www.lanuevanacion.com
Desde Estados Unidos
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