Los liderazgos de los estados nacionales soberanos deben tener claro porqué, para qué y contra quién resistir y combatir. La perspectiva sistémica supone subsistemas, organizaciones y funciones que frente al entorno hostil le permitan perseverar en su ser, ralentizar, eliminar, neutralizar todo desorden o incertidumbre. Los subsistemas de defensa deben producir efectos contrarios.
Se debe disponer de un subsistema de contrainteligencia que genere soberanía e independencia, proteja lo tangible e intangible como sustracción excepcional inmune, y detecte inteligentzia que igual a un virus pretende penetrar ideas, doctrinas, conceptos estratégicos, tácticos y técnicos, replicándose infectarlo y reiniciarlo con valores contrarios.
Un ejemplo de ello, la extensión de la lógica carcelaria territorializada en el barrio, las comunidades, la sociedad, permeando sus códigos, sus órdenes, y sus contravalores. Grupos criminales proyectan miedo y terror, sus nomenclaturas y palabras, dinamizan el lenguaje nuestro de cada día resemantizándolo: carros, pranes, luceros, gariteros, reos, población común, jerarquía de poder que funciona y se distribuye por orden ascendente/descendente cuya base sociológica ha sido justificada por el “nacimiento de una nueva especie”, que sigue proliferando en los lugares de miseria, “sin miedo a matar ni a morir”, la especie “post miseria” (Karina Biondi)
El plan mayor de infiltración es inocular doctrinas de pacificación foráneas y destruir nuestra Doctrina de Seguridad y Defensa integral, convertir la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en fuerza instrumentalizada, inhibida, inactiva, sin poder de decisión, generar la obsolescencia de su función de escudo protector de la Nación.
Debe imponerse el interés general sobre intereses de bandas criminales actuando con espíritu de cuerpo. No es un simple problema de orden público o interno, la vida de la República está en juego. Sin mostrar debilidad el Estado debe ejercer la autoridad, AUCTORITAS que le asiste para actuar decididamente. Es ingenuo suponer que se puede negociar con el diablo, o engañarlo. Sólo se puede ganar.
Esta es la ley de la guerra espiritual (Duguin). Estamos durmiendo con el enemigo. Actuemos en consecuencia, no vaya a resultar que un día ese enemigo interno, el unheimlich, nos degüelle y no amanezcamos.
María Alejandra Díaz Marín
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Constituyente
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