jueves, 27 de agosto de 2020

RAQUEL GAMUS, TRAZANDO LA RUTA

En esa caja negra que es el mundo del chavismo existe un secreto a voces, que es la existencia de bloques enfrentados que tratan de ocultar porque se necesitan los unos a los otros, pero se han filtrado apreciaciones de fuentes bien informadas de que el coronavirus de Diosdado Cabello era más bien un retiro a los cuarteles de invierno debido a que su poder ha salido trasquilado en los ascensos militares de este año.

Pero así como se hacen importantes esfuerzos para tratar de tapar las pugnas internas del PSUV, en días recientes el TSJ, bufete privado de Maduro, de manera pública y notoria decidió aplicarle a partidos y asociaciones aliadas del chavismo la misma medicina que a los partidos de oposición. El PPT, el movimiento Tupamaro y la Alianza Popular Revolucionaria (APV), agrupaciones estas literalmente de armas tomar, fueron intervenidos y designadas nuevas directivas a volonté. El PCV ha sido agredido y tiene sus barbas en remojo porque en cualquier momento puede tocarle  a ellos, dependiendo de las conveniencias.

¿Qué puede haber llevado a Nicolás Maduro a abrir focos de conflicto con sus aliados ante unas elecciones cercanas? Al parecer el asegurarse del control de las 2/3 partes de la Asamblea Nacional que se elija en diciembre, en las cuales ha puesto todos los esfuerzos para cerrar el círculo del control absoluto de todas las instituciones, con parlamentarios que considere 100% confiables.

No deja de ser una jugada arriesgada, aunque haya sido fríamente calculada, se supone que con la seguridad de poder controlar los descontentos que se generen. Siempre queda la eventualidad de la inexistencia del crimen perfecto y de que la soberbia lleve a  sobreestimar las fuerzas. Si damos por cierta esta hipótesis, se confirma aún más la evidencia de que son unas elecciones montadas para hacerse del poder absoluto incluso entre las filas de sus aliados.

La respuesta  que pareciera políticamente más correcta es la de participar en esas elecciones contra viento y marea, para frustrar las intenciones totalitarias del gobierno de facto. En las argumentaciones que respaldan esta postura con frecuencia aparece el ejemplo del grave error cometido al promover la abstención en las elecciones parlamentarias de 2005, cuando es evidente que la situación que hoy vivimos no es parangonable con la de aquel momento, cuando a pesar del ventajismo oficialista, aún se conservaban algunas formas democráticas y participar en el Parlamento, aunque fuera en minoría, tenía peso y significación política.

Durante estos 20 años de destrucción ilimitada, quienes han detentado el poder han dedicado todos sus esfuerzos para maquinar la forma de no ceder el poder al cual, como ellos mismos han declarado, llegaron para quedarse. Han ido subiendo escalones hasta colocar a las fuerzas democráticas en  una disyuntiva sin salida entre abstenerse o participar en unas elecciones que, como todos sabemos, tienen las peores condiciones a las que nos hayamos enfrentado. Con un CNE maquillado y alineado, sin observación internacional, con partidos intervenidos, diputados presos y perseguidos y una operación alacrán no concluida y no olvidemos que no les tembló el pulso para desconocer un parlamento elegido con mayoría calificada, y el demostrado triunfo electoral de Andrés Velázquez para la gobernación de Bolívar, por citar los ejemplos más significativos.

Atendiendo a la preocupación de trazar una  estrategia que contrarreste el vacío de participación y también el que pueda crearse después del 5 de enero, una vez que el chavismo y la oposición a su medida hayan arrasado en las fraudulentas elecciones, Guaidó inició un proceso de consulta con líderes, partidos políticos y  organizaciones sociales, dando a conocer detalles del pacto unitario. Lo anunciado encontró resistencia; no hay que subestimarlo, en Henrique Capriles, quien con algunas razones bastante imprecisas, que chocan con su generosa trayectoria de respaldo a Guaidó y a la Unidad, ha tomado el camino de dirimir públicamente sus diferencias con la dirigencia de Guaidó. Ojalá encuentren solución en próximo encuentro anunciado entre ambos líderes.

Pero volviendo a las estrategias, uno de los elementos que necesariamente habrá que considerar es la respuesta internacional ante un parlamento elegido en condiciones no aceptadas por la mayoría de los países democráticos del planeta y tampoco avalada por las fuerzas democráticas del país. Si el desconocimiento global a la dictadura se mantiene podría ser un elemento importante para presionar a una negociación.

Por supuesto teniendo como objetivo principal, ya aceptado expresamente por todos los actores, la movilización de los sectores nacionales sin los cuales no hay vida, vida democrática.

Raquel Gamus
@gamusraquel
@ElNacionalWeb 
Venezuela

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