Debe quedar entonces muy claro que Francisco Fajardo hijo no era un conquistador ni un colonizador, y mucho menos un genocida, como he leído por ahí de fanáticos ignorantes capaces, como los del otro lado, de afirmar cualquier cosa que les venga a sus afectados cerebros. Era un mestizo, por lo que en él y en otros como él se desarrollaba lo que mucho tiempo después sería la nación venezolana. Bolívar, por su parte, era un criollo, es decir un hijo de españoles colonizadores nacido en los territorios colonizados. Así se los llamó en toda la América hispana. Representaba una de las tres semillas fundamentales de la nación en gestación, mientras que Guaicaipuro, cacique indígena valiente y aguerrido, representa otra de las semillas. En Fajardo y muchos otros, ya esas dos semillas habían comenzado su integración.
No tiene por lo tanto nada de revolucionario ni de anticolonial intercambiar el nombre de Francisco Fajardo por el de Guaicaipuro, como topónimo de una autopista caraqueña. Es una deformación producto de la ignorancia y de una falsa ideología, muy propia de una parte de quienes conducen hoy nuestros destinos, heredada de los discursos retóricos del Comandante Presidente, quien en algún momento llegó al disparate de decir que él no tenía nada de español en sus genes ni en su ser social. Él era supuestamente zambo, producto de la unión de negros e indígenas. Con sólo verlo y ver a sus padres y a sus hermanos era obvia la integración biológica de las tres semillas: la blanca española, la indígena y la negra, la cual se incorpora con la llegada de los esclavos africanos. Y en el caso de su ser social, no había sino que oírlo expresarse en castellano e invocar a Dios y a las vírgenes y santos católicos, para saber cuánto de español tenía culturalmente hablando.
Pero lo más preocupante al final, es el estado de total abandono, discriminación, aislamiento y desprecio de las etnias indígenas, que hacen vida en nuestro territorio. El gobierno se ha desentendido totalmente de ellas. Al parecer son muy buenas para usarlas como topónimos de autopistas, parques, ferrys y pueblos; buenas para hacer demagogia barata y para la acostumbrada retórica oficial, pero no para que vivan dignamente, con todas sus necesidades básicas satisfechas y debidamente integradas a la nación venezolana.
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