Venía de una experiencia populista en menor grado, pero populista al fin y al cabo, que le trataba con sentido utilitario en cada proceso electoral.
Un pueblo con carencias, y demandas sociales insatisfechas, pero también con un conjunto de logros y haberes acumulados en la democracia civil, que bien podían haberle proporcionado una consciencia proclive a la defensa del sistema democrático; cosa que no ocurrió.
Esa consciencia tenía que haber sido el fruto del trabajo sistemático de los partidos, y sus cuadros a lo largo y ancho del país en la tarea de atender la comunicación e intercambio con las bases populares; pero el abandono de los partidos, tanto de la formación de sus cuadros, como del acompañamiento popular en sus luchas y reclamos, cobró un precio muy alto.
La corrupción y negocios de dirigentes políticos, vinculados con empresarios, y dirigentes obreros para el lucro personal, actuó en detrimento de los intereses de la sociedad que optó por una nueva esperanza.
Abandonó a los partidos tradicionales para embarcarse en las promesas de un demagogo, cuya ambición de poder le impedía poner freno a su verborrea, y desproporción.
Articularon un discurso pretendidamente redentor de los desamparados de aquella sociedad que comenzaba a depauperarse, y con ello, muchos se alegraron con la irrupción de los golpes militares, a pesar de que su puesta en escena representaba desolación, tristeza y la muerte de otros tantos compatriotas.
No obstante, su llegada al poder y su permanencia por 21 años ininterrumpidos, ha supuesto una frustración mucho mayor que todo lo vivido anteriormente, pues pasaron a convertirse en archimillonarios sin trabajar, destruyendo a su paso todo un país, que hoy está entre los más pobres de la tierra, a pesar de que la providencia nos dotó de inmensas riquezas materiales, que solo disfrutan los del gobierno y sus aliados.
Del mismo modo, la oposición que estaba llamada a enfrentarlos, y derrotarlos democráticamente, incurrió en yerros inconmensurables que solo han servido para desdibujarla y dividirla.
Luego de muchos traspiés, la oposición venezolana encontró un rumbo inteligente con el cual, logró vencer al gobierno en momentos decisivos de la vida republicana. Optó por un diseño que advertía que nuestra lucha era de carácter: cívico; pacífico; constitucional, y electoral, es decir, todo lo contrario de lo que representa el gobierno, y triunfó contra la propuesta de reforma constitucional (2007), y en las parlamentarias (2015) con 2/3 de la población electoral, conformando una nueva mayoría.
A pesar del triunfo espectacular, en vez de sostener esa política, comenzaron otra vez los desvaríos, y la megalomanía se apoderó de casi todos los dirigentes políticos, quienes sintieron que el trabajo estaba hecho y el gobierno derrotado definitivamente. Hasta fecha ofrecieron para la salida de Maduro del poder.
Distorsionaron el diseño de la política que dio éxitos, y cambiaron para la guerra pretendiendo sacar al gobierno del poder por la fuerza en varios intentos ridículos que solo produjeron descrédito, y frustración en la gente que les dio su confianza, así como heridos, presos, o muertos. Y aun así quieren enseñarnos desde el exterior como hacer política.
En un nuevo alarde de conducta antipolítica llaman a la abstención en lugar de dar la pelea y derrotar al gobierno que tiene a la mayoría en su contra, y simultáneamente convocan una consulta para preguntar lo obvio, pero irrealizable, pues no se trata de un asunto jurídico, sino político, cuyo desenlace tiene que ser negociado para alcanzar verdaderas elecciones.
Esta consulta es un nuevo fracaso y otro salto al vacío!
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