Todos los presidentes americanos de los últimos 30 años−tanto demócratas como republicanos−albergaron la esperanza de que China Comunista se desplazara hacia una economía de mercado libre, respetara las normas del comercio internacional y se convirtiera en una sociedad más abierta y más democrática. Por eso apoyaron el ingreso de China Comunista en la Organización Mundial de Comercio. Después de 15 años de intensas negociaciones, la OMC aceptó a China Comunista como miembro con plenos derechos el 11 de diciembre de 2001.
Esta ilusión termino en el consabido desengaño cuando los comunistas chinos se dieron a la tarea de robarse la propiedad intelectual de las compañías que invertía en su territorio y manipularon su moneda para competir con ventaja con las empresas del mundo occidental. Sin embargo, las grandes empresas americanas aceptaron el chantaje a cambio de obtener mano de obra barata que les facilitara competir con ventajas en el mercado de los Estados Unidos. Fue necesario que llegara a la Casa Blanca un hombre con experiencia empresarial y un patriota sin inhibiciones como Donald Trump para poner fin al robo flagrante de los nietos de Mao.
Pero, como de costumbre, es importante mirar al pasado para encontrar respuesta a los acontecimientos presentes. Desde sus orígenes, bajo el gobierno del Emperador Amarillo, hace alrededor de 5000 años, hasta comienzos del Siglo XIX, China era el país más civilizado, más próspero y con mayor población en el globo terráqueo. Por ejemplo, si pasamos revista a la visita de Marco Polo a la China encontramos que las cosas que el viajero trajo consigo a Europa estaban literalmente más avanzadas que cualquier cosa que pudieran soñar los europeos.
Asimismo, esta sociedad milenaria no anda de prisa. Los chinos están más interesados en el proceso que en los resultados. Los americanos, por el contrario, detestan el proceso y están concentrados en los resultados. El representante comercial americano entra en un cuarto de negociaciones para lograr un acuerdo. El representante comercial chino entre el cuarto de negociaciones para conversar. Para el chino si se llega a un acuerdo está bien. Si no se llega también está bien. Sale del cuarto pensando;"Me he divertido y ahora me daré un trago". El americano, por el contrario, sale nervioso y diciéndose:"No logramos nuestro objetivo pero lo lograremos la semana que viene."
Deng Xiaoping, el más importante gobernante chino del Siglo XX, describió el pragmatismo chino con una frase lapidaria en que dijo: "A mí no me interesa si el gato es blanco o negro. Lo que me interesa es si sabe cazar ratones." Esa es la filosofía del actual Partido Comunista Chino con su sistema leninista totalitario. En la China Occidental hay campos de concentración que albergan a más de un millón de miembros de la secta Uighurs. Si le preguntas a cualquier funcionario comunista chino te dirá que no debes pensar en esos lugares como campos de concentración. Que debes pensar en ellos como escuelas de reeducación donde se les enseña a estos alumnos a ser buenos chinos. Que en realidad el gobierno les está haciendo un favor. Un favor donde se les retiene bajo la amenaza de ametralladoras.
Por otra parte, lo que hace a China Comunista diferente en estos momentos es que la estrategia económica de Deng Xiaoping ha funcionado. China Comunista cuenta en estos momentos con una riqueza enorme que le permite competir en formas que no podía hacerlo hace 50 años. Los chinos están ahora en todas partes. Por ejemplo, van a administrar el puerto de Genoa, el más grande de Italia. Van a administrar a Trieste, el puerto más grande en el Mar Adriático, así como el punto de entrada al sur de Alemania y a Austria. Y están administrando el puerto de Piraeus, en Grecia. Si estuviéramos en la Guerra Fría y China fuera la Unión Soviética los americanos estarían frenéticos. Sin embargo, en lo que respecta a China Comunista andan como sonámbulos.
Tan sonámbulos que millones de ellos votaron a favor de poner la seguridad de los Estados Unidos en las manos del mejor aliado de China Comunista en este país. Un decrépito Joe Biden que acusó de racista a Donald Trump cuando el presidente bloqueo los vuelos procedentes de China Comunista para evitar contagios del coronavirus. Un corrupto Joe Biden que utilizó su cargo como vicepresidente y el avión financiado por los contribuyentes para llevar a su hijo Hunter a enriquecer a la familia haciendo negocios con los jerarcas comunistas chinos. Un desorientado Joe Biden que apela al ritornelo de ‘C’mon man’ cuando se le acaban los argumentos o pierde el hilo de la conversación.
En su libro "Los Imperios Secretos", el investigador Peter Schweizer apunta que Hunter Biden, Devon Archer , Christopher Heinz y James Bulger, de la firma consultora Thornton Group, sostuvieron numerosas reuniones con funcionarios de alto nivel del gobierno de China. Las conversaciones culminaron en una inversión de 1.5 billones de dólares por parte del Banco de China y otros organismos gubernamentales chinos en una compañía llamada Bohai Harvest Rosemont Seneca, controlada por el grupito mafioso.
Con falsas acusaciones y sin la más mínima prueba, Donald Trump fue sometido a la tortura de ser acusado de espía de Vladimir Putin en una investigación que se prolongó por tres años y costó más de treinta millones de dólares. Joe Biden, sin embargo, ha sido protegido por una prensa parcializada que jamás le ha hecho una pregunta difícil sobre sus fechorías y las de su familia. No podemos esperar otra cosa que encubrimiento y mentiras.
Por otra parte, si de traición a la patria se trata, Joe Biden es el candidato perfecto. Su conducta es la fiel representación del personaje central de la obra "El candidato de Manchuria", un prisionero de la guerra de Corea que fue electo presidente de los Estados Unidos y cuya mente había sido programada para servir los intereses de una potencia extranjera. Si Biden utilizó su cargo de Vicepresidente para enriquecerse a sí mismo y a su familia al costo de lesionar los intereses de la nación que había jurado defender es lógico concluir que hará mucho más como presidente. Porque a la hora de la corrupción y de la trampa el chino Joe ha demostrado tener una gran capacidad de simulación y maniobra.
Ante este panorama apocalíptico, aquellos que nieguen la crisis en que se encuentran los Estados Unidos en este momento estarían cometiendo suicidio. La superación de esta crisis demandará un esfuerzo gigantesco por parte de las dos generaciones de americanos que vengan después de nosotros. Si no lo hacen se arriesgan a un deterioro progresivo que muy bien podría terminar en una dictadura China.
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