martes, 22 de diciembre de 2020

LUIS MARIN, SIN DIOS Y SIN FRONTERA

 Cotidianamente se nos repite que el Presidente de los Estados Unidos es “el hombre más poderoso del planeta”. Ese hombre declaró urbi et orbi que ganó abrumadoramente las elecciones del 3 de noviembre; pero le intentan robar la victoria mediante un masivo fraude electoral. Pero ningún tribunal admite sus demandas, los Estados acreditan a los electores presidenciales, los Colegios Electorales se reúnen y votan por otro candidato. 

Es forzoso concluir que éste no puede ser “el hombre más poderoso del mundo”; debe haber otro u otros que tienen más poder, que pueden permitirse tratarlo como perro muerto. Trump advierte que se enfrenta al Deep State, una sustancia viscosa en que se mezcla el Pentágono, la Agencia de Seguridad Nacional, la CIA, el FBI, la rancia burocracia de Washington, que se convirtieron en un Estado dentro del Estado. 

Es fama que el primero en denunciar al complejo militar-industrial como una amenaza para la democracia americana fue el Presidente Eisenhower en su discurso de despedida, en 1961; como que el sucesor, Kennedy, fue asesinado por ese Estado Profundo, en 1963. Es notoria su conexión con el Washington Post y el New York Times, que les permitió urdir la conspiración que llevó a la caída de Nixon, en 1974. Con DT optaron por un vasto proceso revolucionario para echarlo de la Casa Blanca. 

Hay muchos candidatos a ser ese hombre más poderoso del mundo, desde George Soros, Bill Gates, Jack Dorsey, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, etcétera; pero también están los medios de manipulación, que no son transmisores de noticias sino de propaganda, los creadores del mainstream que embota a la opinión pública. Hay que añadir a los Big Tech, Google, Twitter, Facebook, YouTube y otro largo etcétera asociado con aquellos hombres. 
La pregunta es: ¿Qué los une? ¿Cuál es la base de esta coalición? ¿Qué les permite, a pesar de tener intereses tan diversos e incluso contradictorios, aliarse en un frente común para derrocar al gobierno de DT? 

La respuesta más usual los asocia al globalismo, entendido como aquellas tendencias que alzan las banderas de la ecología, calentamiento global, agenda verde,  racismo, ideología de género, aborto, maltusianismo, neomarxismo, deconstrucción, ateísmo, etcétera, cada una de las cuales da para una disertación aparte; como la injerencia china, rusa, iraní, et al. 

DT declaró en su discurso en la ONU que el futuro es de los patriotas, no de los globalistas; pero no hay nada mezquino en esto: cree que cada quien debe querer a su país como él quiere al suyo. EEUU nunca será socialista, no lo permitirá, es más, lo erradicará del hemisferio, en Cuba, Nicaragua, Venezuela. Se declara pro vida y contra el aborto. Cree que el cambio climático es una leyenda urbana. Invoca la bendición de Dios para América. 

Algunos lo toman como una declaración de guerra; pero no se concentran en los puntos contrapuestos para generar un sano debate, sino que, sabiéndolo perdido, optan por la vía fácil de agredir a la persona con toda clase de insultos, injurias, descalificaciones, con base en defectos reales y supuestos, para destruir el mensaje aniquilando al mensajero.
 
Se puede preguntar a cualquier detractor furibundo de Trump qué ve de bueno en Biden sin recibir respuesta alguna. Luego, están movidos por el odio, que es mal consejero y se sabe que daña en primer lugar a quién lo abriga. Tenemos experiencia en esto: en Cuba decían “cualquier cosa con tal de salir del negro”, refiriéndose a Batista; en Venezuela, “lo que sea por salir del gocho”; en EEUU, “como sea para sacar al catire”. Sabemos cuáles son las consecuencias y ahora no es la excepción. 

Biden anuncia que su primer paso sería reinsertar a EEUU en los acuerdos de París sobre medio ambiente; que volvería a la política de apertura hacia Cuba; reasumiría el suicida tratado nuclear con Irán; no necesita decir que promovería el aborto sin restricción pagado con fondos públicos, ni combatiría el racismo sistémico de la sociedad americana porque de eso se ocupa su Vicepresidente. 

Y este es un buen punto de partida para desmadejar un ovillo de mentiras. Kemala Harris, “la primera persona negra que ocupará el cargo de Vicepresidenta de los EEUU”, dice la DW, el 14 de diciembre, con motivo de la votación de los Colegios Electorales. Otros la llaman “afrodescendiente”; pero su perfil dice que su padre es jamaiquino emparentado con el dueño de una plantación de esclavos, su madre es natural de la India.

Para la BBC es “carismática”, quien se postuló a la candidatura presidencial demócrata y no llegó al 4% de apoyo, frente a 16 de Sanders y 21 de Biden; para Efecto Naím es la primera mujer que llega a Vicepresidenta “por su política inclusiva”; ninguno destaca que sea abortista, haya legalizado el uso de la marihuana y el matrimonio gay en su Estado o sea una cuota de la extrema izquierda californiana a cambio de apoyar a Biden. 

Ella declara que “soy negra y estoy orgullosa de ello”, lo que además de falaz la revela como racista porque, ¿qué se pensaría de un ario que dijera lo propio? Quizás no sea inútil aclarar que no se dice “Vicepresidenta”, porque presidente es el participio activo del verbo presidir, así como no se dice la Bella Durmienta o que todos estén en capilla ardienta. 

Esta no es una cuestión baladí, porque los medios destruyen el idioma, inventan palabras y cambian el contenido de los conceptos, con lo cual desmontan las estructuras no solo del pensamiento sino de las instituciones. Por ejemplo, todos titularon que “el colegio lectoral confirma la victoria de Biden”, cuando en verdad el Colegio Electoral no “confirma” sino que vota por los candidatos, votos que envían al Congreso que debe contarlos en sesión conjunta el 6 de enero del próximo año y “la persona que obtenga el mayor número de votos para Presidente será Presidente, siempre que dicho número represente la mayoría de todos los electores nombrados”, solo entonces habrá un Presidente electo. 

Los medios convirtieron una elección indirecta en directa, de hecho, violando la voluntad expresa del constituyente originario. Hillary Clinton votó en el Colegio de New York bajo protesta porque no está de acuerdo con esa institución que debe ser abolida a favor del voto popular directo con el cual supone que hubiera llegado a la presidencia en 2016. 

En EEUU hay una auténtica revolución socialdemócrata, a la que sólo le importa el nudo poder no la pulcritud de las elecciones; el Presidente Trump vale menos que en su momento Nicolás II en Rusia o mucho antes Luis XVI en Francia, ya no tiene ningún poder real ni es digno de ningún miramiento. 

El próximo paso que anuncian, al lograr el control de ambas Cámaras del Congreso, es aumentar el número de magistrados de la Corte Suprema de Justicia de nueve a quince para garantizar los cambios revolucionarios subsiguientes y con los tres poderes, pues, “tomar el cielo por asalto”. 

Cuba disfrutará de un remozado neocastrismo, Venezuela tendrá su birmanización, puede predecirse la presidencia de Gustavo Petro en Colombia para 2022, el retorno de Correa al Ecuador, el desmantelamiento de Chile y paremos de contar para no llorar. 

Existe la posibilidad de revertir la revolución con una elección contingente del Congreso el 6 de enero; pero es lo más parecido a un milagro que pueda concebirse. 
Como imaginar a Trump aferrado a las columnas del Templo clamando: “¡Mueran conmigo los filisteos!”

Luis Marin
lumarinre@gmail.com
@lumarinre
Venezuela

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