La censura enturbia la reconstrucción que intente hacer cualquier investigador sobre los inicios y las causas de la pandemia en China. Es que un tema de tanta gravitación sobre la humanidad y tan lesivo de la imagen propia ha sido para el gobierno y para el Partido Comunista más un dilema político que sanitario. La “verdad verdadera” sobre el fatídico arranque de los contagios no la sabremos nunca y, a lo más que podemos aspirar es a reconstruir algunos de los hechos y tratar de hacer énfasis en aquellos que puedan ser útiles para la ciencia. Lo demás formará parte del anecdotario.
La presencia en China de la delegación de la OMS que
viajó a Wuhan con el propósito de hacer luz sobre el asunto ha provocado un
efecto repetidor en la prensa mundial. Los corresponsales que hacen vida en las
grandes ciudades chinas se han visto reforzados por centenares de enviados por
los medios que ingresan al país sin hacer notoria ante las autoridades la
naturaleza de su viaje, asunto arriesgado en demasía por ser ampliamente
conocida la represión orquestada en contra de cualquiera que haga un aporte
para reconstruir los hechos. Se cuentan por centenares los ciudadanos chinos
del común que por disponer de imágenes sobre la tragedia de las primeras
semanas de los contagios, han sido castigados severamente e incluso hasta
desaparecidos.
Casi nada de lo que la oficialidad pone al alcance de
los investigadores formales o informales se apega a la realidad sino muy
parcialmente. La propia historia de la pandemia en Wuhan puesta al alcance de
la prensa y los investigadores tiene más huecos que un colador.
La ciudad de 11 millones de habitantes sufrió en enero
de 2020 la más absoluta y hermética de las cuarentenas durante 76 días, al
haber sido aislada por todas las vías, de contacto con el resto del país. Ello
era la respuesta oficial a los contagios ya desatados. Al día de hoy, no
obstante, los registros de enfermos de COVID apenas dan cuenta de 50.000
personas y menos de 10% de fallecidos. Algo no cuadra y las evidencias que
logran recogerse de la ciudadanía revelan una crisis de salud de proporciones
épicas en sus inicios que se da de la mano con el desarrollo de una respuesta
hospitalaria superlativa: una docena de hospitales provisionales fueron
levantados en pocas semanas.
La falsedad para alimentar la tesis de la falta de
responsabilidad de China frente al crecimiento global y exponencial de la
enfermedad es la regla. La autocomplacencia también. El hombre de a pie no dirá
una palabra que señale a las autoridades de un manejo ineficiente ya que la
lealtad de la ciudadanía se mide en función de cuánto cada individuo aporta al
desarrollo de la especie de que la pandemia en China tuvo un origen importado.
De la misma manera, el vulgo ha “aprendido” a sostener la tesis del éxito de su
país en el combate al flagelo del virus, parafraseando la declaración del
Partido Comunista la víspera de la llegada de la Misión de la OMS: “una
perspectiva a largo plazo permitió una victoria gloriosa y extremadamente
extraordinaria en este año totalmente insólito”.
El gigante de Asia está embarcado hoy en una
estrategia de prestar su concurso a promover el acceso de la vacuna a los
países menos capaces económicamente. Con ello intenta remendar el capote de sus
equivocaciones tempranas. A China lo que se le reprocha en lo científico y en
lo político- sin que exista escapatoria posible- es haber ocultado la aparición
del virus, lo cual facilitó la carrera letal que lo extendió por el mundo
entero.
beatrizdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo1
España-Venezuela
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