Por otra parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores de
España reiteró el viernes de la semana pasada que no reconoce ni el régimen de
Nicolás Maduro ni las elecciones parlamentarias realizadas el 6 de diciembre
por no garantizar principios básicos democráticos. Ratificó que la voluntad del
gobierno español es la promoción de la democracia y el trabajar con unos y
otros para que haya una solución política dialogada entre los venezolanos, pero
que resulte en la celebración de elecciones legislativas y presidenciales,
elecciones justas y democráticas. Estos apoyos recibidos por la oposición que
lidera Juan Guaidó borran cualquier duda que se haya presentado tanto con el
nuevo gobierno norteamericano como con la presidencia del gobierno español que
preside Pedro Sánchez, quien, como sabemos, pactó con el partido Podemos y su
secretario general Pablo Iglesias. Quería antes de pasar a otro punto, dejar
claro que la solidaridad de estos dos países: EEUU y España, además de la Unión
Europea, son de suma importancia para nosotros y así debe asumirlo con
confianza tanto el pueblo venezolano como su dirigencia política.
Mientras esto ocurre en un ambiente favorable en el
exterior, no sucede lo mismo en los espacios de la unidad y entendimiento entre
las diferentes fuerzas democráticas. Aquí prevalecen las descalificaciones, la
puja por el liderazgo y la descalificación del “compañero”. Es de tal magnitud
la pugna que se da interiormente que se me ocurre que el prestigio de la
Conferencia Episcopal Venezolana para que esta sirva de mediadora y buscar la
fórmula, la manera de solventar esos problemas envueltos en una terquedad por
encima de cualquier cosa.
Finalmente, algo comenté en mi última nota, la mayoría
opositora debe abrir las puertas de la unidad a estos grupos minoritarios para
que se incorporen a este forcejeo en conjunto, pero aceptando que lo natural es
que las minorías se agreguen a las mayorías, nunca a la inversa. A los que
están insistiendo en ir a las elecciones regionales a como dé lugar, les
aseguro que los venezolanos no acudirán a votar si no hay garantías de respeto
a la voluntad del elector. No habrá fórmula fantástica que consiga meterles en
la cabeza lo contrario. Están recientes las elecciones parlamentarias del
pasado mes de diciembre, cuando nuestros compatriotas se resistieron a ir a
votar. Solo que consideraron preferible actuar con mayor dignidad y abstenerse
de ser cómplices de un gobierno ilegítimo que sería triunfador de todas…
¡todas!
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