Para quienes apenas somos vulgares y distantes
observadores de los hechos políticos, hay episodios cuya racionalidad nos
resulta desconcertante. El movimiento político emprendido por Pablo Iglesias al
abandonar aquello por lo que viene luchando desde hace tanto tiempo, es decir,
un puesto público destacado y con capacidad de maniobra para poner andar muchas de las propuestas que
ha adelantado en su corta pero intensa carrera, suena francamente aberrante.
Un joven partido político como Unidas Podemos, terminó
co-gobernando a España en coalición con el Partido de Pedro Sánchez como
consecuencia de un azar. Todo ello luego de haber conseguido un volumen de
votos escuálido de parte de la ciudadanía, y únicamente porque el partido
mayoritario en las elecciones, el PSOE necesitaba armar una coalición de grupos
políticos de manera de alcanzar la mayoría indispensable para ejercer el poder
a sus anchas dentro del régimen parlamentario imperante en España.
Un hecho fortuito como el que citamos colocó a esta
fuerza de la extrema izquierda española, sin posibilidad alguna de hacerse del
gobierno del país por la vía electoral, en un determinante sitial político en
el Congreso. Además se armó de unos cargos ejecutivos envidiables dentro del
gobierno, con los cuales poder ganarse la fidelidad del electorado a través de
la ejecución de todas las propuestas de la campaña electoral en las que ofrecía
a las clases de bajos recursos toda clase de reformas favorecedoras a sus
intereses. Una ocasión única e irrepetible, diría yo, la que se vio potenciada
por las debilidades de la personalidad de Pedro Sánchez, un hombre capaz de
venderle su alma al diablo con tal de conseguir y mantener la jefatura de la
Moncloa.
El caso es que la espantosa crisis en la se vio
sumergida España como consecuencia de la contaminación del COVID dinamitó todas
las posibilidades de hacer un gobierno pleno de ejecutorias con las cuales los
partidos de la coalición podrían atornillarse en el poder por los años a venir. Las turbulencias políticas que siempre han
estado presentes en España en épocas de calma se tornaron mucho más agresivas
en la medida en que todos los proyectos de los españoles tuvieron que ser
pospuestos por falta de recursos y por las limitaciones de los confinamientos.
Total que no más arrancó el 2021, hemos visto al líder
de Podemos con un nuevo derrotero: ahora su meta es la Comunidad Autonómica de
la Puerta del Sol. Esta meta “estratégica” de quien debería estar cuidando con
denuedo sus pocos votos para las próximas parlamentarias, se presenta como una
franca estupidez para quienes creíamos que el ideario de las izquierdas es cosa
seria. De haber sido así, el Coletas tenía que haberse quedado clavado en su
silla vicepresidencial hasta ver ejecutadas, o al menos bien encaminadas, sus
propuestas. Cosa solo de tener éxitos que exhibir.
Bien por el contrario, el candidato desmonta tienda
para irse a correr un albur – a buscar unos garbanzos, dirían sus compatriotas-
con pocos chances de salir victorioso en la Comunidad de Madrid en donde tendrá
que negociar hasta con los propios para poder mantener su candidatura. Los
españoles, acostumbrados a estos traspiés políticos, le atribuyen a su pertinaz
flojera la decisión de dejar el cargo ejecutivo. A la incapacidad total de
partirse el lomo para conseguir resultados visibles, como también debe ser en
el terreno de vida pública.
Asi es como Pablo Iglesias ha emprendido un viaje a
ningún lado y como su final, como decimos en buen criollo, va a ser quedarse
sin chivo y sin mecate. De haberlo pensado más de una vez habría concluido que
no se desperdicia una oportunidad como la que le ha dado la Historia en la
vicepresidencia de España, porque estas no se repiten y además los fracasos se
cobran.
Y termino con una frase en el ABC de su compatriota
Luis Ventoso: “Del paso de Iglesias por la vicepresidencia solo quedará que se
cambió la coleta por un moño y se puso pendiente. ¡Vaya bluff…!”
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