La caída de los precios petroleros en un país que
vivía del rentismo de ese hidrocarburo, la inexistencia de ahorro nacional para
enfrentar la contingencia, la ausencia de una diversificación productiva, la
fuga de capitales estimulada por el cambio múltiple y los subsidios indirectos,
las quiebras fraudulentas de bancos, el gran endeudamiento externo, llevaron a
la implosión del modelo económico que legitimaba las estructuras sociales y
políticas de la Venezuela democrática representativa. El quiebre socio político
tardó seis años en expresarse y lo hizo en forma violenta el 27 de febrero de
1989, cuando Carlos Andrés Pérez, en su segundo mandato, quiso instrumentar un
modelo de ajustes de carácter neoliberal para enfrentar la crisis existente. La
población respondió al inicio de su instrumentación con una explosión social
violenta en Caracas y otras ciudades, que generó muertes, heridos, detenidos y
torturados.
Las medidas negociadas con el FMI fueron informadas
públicamente a las dos semanas de su toma de posesión por el mismo CAP, para
entrar en vigencia a finales de ese mes de febrero. Elevación inmediata de 100
por ciento de los precios de la gasolina, aumentos sucesivos durante 3 años de
estos precios junto con los de todos los derivados del petróleo, alza gradual
de las tarifas de los servicios públicos (electricidad, agua, transporte,
telefonía y gas), cese del control de cambios, unificación cambiaria, aumento
de los precios de los alimentos y mercancías de uso común, con excepción de 18
rubros de la cesta básica; liberación de las tasas de interés, eliminación de
aranceles de importación, reducción drástica del gasto público y congelación de
cargos en el sector oficial. Como compensación un aumento del salario mínimo y
entre un 5 y 30 por ciento de incremento de los sueldos en la administración
pública.
Hoy nos encontramos en situación más grave que la
crisis desatada a partir del viernes negro, con la diferencia de la gran
migración habida y del control social y la represión política existentes,
muchísimo más intensas que las ejercidas por los gobiernos de la “IV
República”. Hoy, el salario no existe. No lo podemos ni siquiera comparar con
el que incrementó CAP. La inflación del 100 por ciento, generada el primer año
de los ajustes de CAP, es incomparable con la hiperinflación que vivimos desde
hace años. Los aumentos de la gasolina de entonces, no llegaron a acercarse a
los precios existentes en los países desarrollados no productores de petróleo.
Aquellos incrementos son ridículos ante los aumentos ya habidos y los que nos
promete el gobierno “popular revolucionario” actual. Jamás imaginamos precios
de las medicinas como los que hoy sufrimos quienes las necesitamos. Del país de
las medicinas más baratas y abundantes pasamos al de medicinas escasas y muy
costosas.
No existe el dinero físico. Las monedas pasaron a ser
historia. El bolívar es una entelequia que no vale nada, pero los cínicos que
nos gobiernan siguen hablando del bolívar fuerte y del bolívar soberano; lo
anclan al petro, pero éste aumenta su valor y el bolívar no lo hace. Se burlan
de nosotros. En momentos de la mayor crisis del pasado, había hospitales donde
ir, con médicos y equipos y quirófanos funcionando. Había escuelas, liceos y
universidades, con serios problemas, pero existían. Existían las prestaciones
sociales y los intereses sobre las mismas, que ayudaban enormemente a jubilados
y pensionados. Una parte de la población tenía un seguro HCM, que les permitía
atenderse y hospitalizarse en clínicas privadas, liberando al Estado de esa
responsabilidad. Nada de esto existe hoy. Todo lo destruyeron y lo acabaron
quienes prometieron salvarnos de la miseria y destrucción de AD y COPEI. Si no
fuera tan trágico, hasta risa daría.
Destruyeron PDVSA y CVG y todas sus empresas
integrantes. Acabaron con EDELCA, CANTV, el Metro, las empresas hídricas, para
hoy proponernos sin sonrojarse su privatización como si fuera algo lógico que
tenía que venir. Y lo hacen quienes hasta ahora han sido estatizadores
obsesivo-compulsivos: recordemos el “exprópiese” del Comandante eterno. Bancos,
seguros, empresas productoras de alimentos, ensambladoras, supermercados,
centrales azucareros, distribuidoras, fábricas de papel, haciendas y hatos,
centros comerciales, hoteles y edificios urbanos. Y todo para quebrarlas como
producto de la ignorancia, el clientelismo, la burocracia y la corrupción de
que las hicieron víctimas. Y toda esa destrucción hoy se presenta como causa de
su necesaria privatización. Lo que no pudieron hacer los gobernantes de la
“cuarta” durante 40 años, los “revolucionarios” lo harán en la mitad de ese
tiempo. ¡Vaya eficacia!
Asistimos a la aplicación de un súper paquete. CAP
aparecerá como un niño de pecho ante las ejecutorias actuales. Haussman, Miguel
Rodríguez y Naím, serán unos aprendices ante los genios económicos del régimen.
Es insólito, triste y condenable, que quienes se vienen presentando por décadas
como contrarios a las prácticas neoliberales intentadas en el pasado, hayan
destruido la economía en tal forma y grado, que hoy se permitan justificar la
instrumentación de políticas económicas salvajes del capitalismo neoliberal.
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
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