Son
múltiples las luchas que se viven en Venezuela desde la perspectiva del
ciudadano común, y el abismo que los separa de los líderes de la sociedad. Por
un lado van los políticos tanto del gobierno, como de la oposición, y por otro
lado distante la vida y necesidades de los ciudadanos.
Uno se
pregunta entonces, si la misión para la que piden el acompañamiento popular, es
real, y sincera, o si por el contrario, se trata de un ejercicio de cinismo con
el ánimo de alcanzar espacios de poder para el regodeo morboso de personas y
grupos.
La prueba
de que el ejercicio del poder los ha envilecido, es que en estos 22 años, no
hay una sola obra por la cual se les pueda recordar con afecto. Por el
contrario, la ristra interminable de obras cobradas, pero nunca concluidas,
hablan de una voracidad por el dinero de la corrupción, sin dejarle nada en
obra física; material; o espiritual al país.
Hoy en
Venezuela todo es tristeza; incumplimiento; desempleo; pobreza; enfermedad y
muerte. Una larga cuenta que hay que cobrarle al gobierno, pues repito, son ya
22 años de gobierno ininterrumpido disfrutando de la más alta renta de toda la
historia republicana, hasta llegar hoy a este cuero seco que es la economía
venezolana.
Largos años
de perseguir al sector privado; a los trabajadores en sus federaciones, y
sindicatos; a las universidades por la vía de la asfixia presupuestaria, y la
violación de la autonomía en complicidad con algunas autoridades, cuya
pretensión de perpetuidad, y corrupción les hacen cómplices de la destrucción
de nuestras casas de estudios superiores, y del salario de profesores;
empleados y obreros, hoy en la miseria luego de haberle dado todo su talento y
formación al país.
Larga lista
de reclamos contra el gobierno, por ser el mayor responsable, pero en toda
sociedad hay gobierno y oposición; cada uno tiene un rol que cumplir de acuerdo
con la decisión de la ciudadanía en las urnas electorales.
Es cierto
que un gobierno como el actual, con claros rasgos tiránicos, y con pretensiones
totalitarias no concretadas aun, también tiene su contraparte en una oposición
irresoluta que no termina de ponerse de acuerdo en nada, pero tampoco termina
de romper, para que cada grupo pueda desarrollar su propia agenda, y que sea el
elector quien con su voto decida el lugar de cada quien en la vida política de
la sociedad.
En cuanto a
la oposición, hay al menos dos expresiones claramente diferenciadas. Los que
auspician guerras e invasiones imposibles, y no deseadas por la ciudadanía que
aspira vivir en paz, y quienes auspiciamos –aunque sea más largo- el camino de
la democracia y los procesos electorales.
No me vayan
a repetir clichés: ¨dictadura no sale con votos¨, ¨no se trata de votar, sino
de elegir¨, ¨si nos abstenemos lo deslegitimamos¨. Ya de eso estamos cansados.
Debemos
retomar sin ambigüedad el camino de la democracia y las elecciones, pues muy
distinto sería que en vez de abstenernos –otra vez- pudiéramos ganar 12, o 14
gobernaciones; 150, o 180 Alcaldías, así como diputados regionales, concejales
municipales, y luego diputados nacionales. Eso es poder real de presión, y
control del gobierno. Lo otro, la abstención es un error que nos aleja de la
realidad.
Acumulemos
fuerza política real, y desarrollemos las instituciones republicanas que nos
allanen el camino para ganar en gobernabilidad, como por ejemplo: la doble
vuelta electoral presidencial; la no reelección absoluta, entre otros avances
significativos.
De
lo contrario, creo que es mejor deslindar de manera definitiva la visión
democrática y electoral, de la de aquellos que siguen buscando la guerra y la
muerte de inocentes. Hablemos claro.
Roman
Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra
Venezuela
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