“Como amo la libertad, tengo sentimientos nobles y
liberales, y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden
destruirnos” SIMÓN BOLÍVAR
Con un afán populista y demagógico Hugo Chávez utilizó
el nombre de Simón Bolívar, en su revolución socialista, marxista y mal llamada
bolivariana, aprovechando la ignorancia de una gran parte del pueblo, que no
conocía del Libertador sino únicamente por el valor de su moneda y porque
libertó a cinco naciones, y que su lucha no solo fue por la independencia de
las cinco naciones: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, sino también
por la construcción de un Estado basado en la justicia, la igualdad y el apoyo
social a la ciudadanía, en el que el desarrollo de la educación jugaba
preponderante papel.
Esa misma población ignara, desconocía de la implacable
lucha del Libertador contra la corona de España y de sus ideas innovadoras
inspiradas por los ideales de la Revolución Francesa, que amaban la
independencia y la libertad, inspiración que hizo posible la expulsión de los
colonizadores españoles de América del Sur. Tampoco conocían que sus últimos
años estuvieron marcados por el colapso de su gran sueño de una Sudamérica
unida, que liberó un millón de kilómetros cuadrados en 11 años, que comprendían
las cinco naciones antes mencionadas.
“En la unidad de nuestras naciones descansa el
glorioso futuro de nuestros pueblos” dijo Bolívar en una cita que resumía su
sueño de una Sudamérica unida, similar al de George Washington con los Estados
Unidos de América, en el norte del continente.
El hijo de…..Sabaneta se ufanaba de ser bolivariano a
ultranza, pero contradijo, como hoy su hijo putativo y heredero de la corona
Nicolás Maduro, la doctrina, pensamiento y acción del Libertador en las que
plasmó con amor, ahínco y perseverancia sus mejores esfuerzos, ceñidos y fieles
a la democracia participativa, con los que se inspiró para promover y convocar
en Panamá el Congreso Anfictiónico, que reunió entre el 22 de junio y el 15 de
julio de 1826, el cual tenía como gran objetivo crear una Confederación de los pueblos
iberoamericanos, desde México hasta Chile y Argentina.
La idea de la Confederación no implicaba para Bolívar
el desconocimiento de las particularidades regionales, ni las dificultades
geográficas y las diferencias económicas, por el contrario tenía en mente una
Liga o Alianza que fuera política, económica y militar, sin que ello
significara la disolución de los gobiernos y repúblicas que la conformaran.
Todo lo contrario a su ideario y pensamiento, vienen
poniendo en práctica estos seudo revolucionarios socialistas del siglo XXI,
desde que obtuvieron el poder por la vía democrática en libres elecciones hace
ya 22 años. Basta solamente ver y escuchar al inquilino ilícito de Miraflores
con su lenguaje ordinario y soez, para comprender que de bolivariano no tiene
absolutamente nada esta dizque revolución, que a los ojos del mundo deja al
país mal parado, no por las políticas públicas (¿) puestas en práctica, sino
por el histrionismo disfuncional y neurolingüistico del dueño del circo.
Maduro, no solo es ignaro de lo que recogen nuestros
textos de historia, y razones deberá tenerlas, una de ellas, su cuestionada
nacionalidad, y otra, su desesperada iracundia para procurar imitar hasta en
sus gestos al “gigante, comandante, supremo y eterno”, como suelen llamarlo en
sus cansones discursos y declaraciones los personeros del régimen, a cuya
cabeza obviamente se encuentran Maduro y Cabello.
También es indocto Maduro en el arte de la diplomacia,
una de las más antiguas del mundo, pues existen pruebas de que en la antigua
India, China y Egipto se practicaba rudimentariamente y que tales actividades
diplomáticas fueron refinadas e institucionalizadas en las antiguas Grecia y
Roma, en las que los enviados se convirtieron en negociadores dejando de ser
simples mensajeros. Desconoce que la diplomacia moderna – y que paradoja e
ironía fue Canciller – surge en las ciudades-estado del Renacimiento italiano,
particularmente en la República de Venecia, centro comercial cuya prosperidad
dependía de la información que obtuvieran acerca de los mercados externos y de
la estimación de riesgos de sus empresas en el exterior.
Poco o nada parece importarle al “hijo” del difunto,
las pautas establecidas por la Convención de Viena en 1961, las cuales
estipulan que las relaciones diplomáticas entre gobiernos no se establecen en
forma automática, sino de mutuo consentimiento. Para el diplomático inglés
Harold Nicholson, la diplomacia está estrechamente relacionada con la
estructura de la política exterior y las negociaciones, y por eso un
diplomático tiene más posibilidades de convertirse en un negociador afortunado.
Ignora Maduro, que la investidura de Jefe de Estado,
obliga inexorablemente a quien lo desempeña a conocer la escala de valores y
los antivalores, o valores inmorales como lo llaman algunos. Estos últimos,
deshumanizan a los individuos, los degrada y les hace merecedores del
desprecio, desconfianza y rechazo. Además, entre los antivalores destacan la
esclavitud, la angustia, la arrogancia, el odio, la guerra, el irrespeto, la
altanería, la irresponsabilidad, el prejuicio, la división, la envidia, la
enemistad, la injusticia, la infidelidad, la ignorancia y la desigualdad, entre
otros temas. Y solo las personas calculadoras, frías e insensibles a lo que
sucede a su alrededor, se rigen por antivalores.
Estimados amigos lectores júzguenlo ustedes. Ya yo lo
juzgue y la historia se encargará de los demás.
Carlos E. Aguilera A
careduagui@gmail.com
@ToquedeDiana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
Venezuela
careduagui@gmail.com
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