2.- Ese cuento
tiene algunas troneras. La idea de que todo lo demás fracasó es absolutamente
estática porque supone que se experimentó todo y ante tal desastre, solo queda
esa ratonera en la cual refugiarse. Curioso argumento porque dice que todo lo
demás fracasó menos aquello que se proponen que también ha fracasado múltiples
veces: las más recientes son la elección de gobernadores de 2017, la elección
fraudulenta de Maduro en 2018 y la de Asamblea Nacional el pasado diciembre. Si
todas las vías intentadas han fracasado es porque, una de dos: no hay forma de
derrotar al régimen o, en segundo término, a algunas de esas vías les faltó o
sobró algo. Tema a discutir oportunamente porque quienes han contribuido
decisivamente a hacer fracasar otras vías, son quienes hoy enuncian ese fracaso
como si fuese un fenómeno cósmico inexplicable.
3.- El tema de
los espacios es otro fantasma que recorre el espinazo de la oposición
asimilada. Allí hay dos temas. El primero consiste en que hay una observación
estática interesada: se ganan unos espacios para ser perdidos casi
inmediatamente, el caso más relevante es el de la Asamblea Nacional ganada
clamorosamente el 2015 y anulada progresivamente, para no hablar del fraude con
los gobernadores electos obligados a postrarse ante la AN de Maduro. El segundo
aspecto se refiere a quién “gana espacios”. Se enuncia que quien los gana es el
pueblo, las masas, los ciudadanos; en realidad son los partidos, aunque
tampoco. Son fragmentos de partidos que avenidos con el régimen se les permite
unos gobernadores o alcaldes. Siempre se escapa uno, el cual luego es sometido
por las huestes rojas.
4,- El otro
capítulo es el de la acumulación de fuerzas. Este concepto es hijo del
progresismo marxista, según el cual la historia es una carreta cargada de
futuro, que tiene trabada la palanca del retroceso o simplemente no la tiene.
Cada paso sería, de acuerdo con esta historieta, un paso hacia la emancipación,
la libertad, el hombre nuevo o alguna variante recientemente descubierta del
Cromañón. Lo cierto es que puede haber acumulación de fuerzas y desacumulación
de fuerzas; se puede ir hacia arriba y también hacia abajo, hacia delante y
hacia atrás. No hay nada garantizado. Lo que ha hecho la oposición desde los
primeros meses de 2019, época prometedora y gloriosa, ha sido perder fuerza. La
historia reculó sin ninguna vergüenza.
5.- El tema
según el cual ir a votar es “hacer” y el no acudir a “la fiesta cívica” es “no
hacer” es tramposo. Suponiendo que ir a votar sea un acto que requiera un
esfuerzo fenomenal (para los flojos y trasnochados sin duda lo es), es una
conducta tan electoral, pero tan electoral, como abstenerse. Ambas son
conductas electorales: se refieren al mismo asunto de manera diferente, como es
el caso de votar por unos candidatos o votar nulo o en blanco. Pero, aparte de
esa precisión, conviene otra: el acto de abstenerse cuando las máquinas del
régimen y de la oposición asimilada te dicen a cada minuto que si no concurres
a las urnas dejas de cumplir con tu deber y te conviertes en un bichito cómodo
que no te ocupas de la civitas, hay que tener presente que se requiere una
actitud de firmeza y convicción, y una actitud de resistencia que ya querrían
para sí los promotores del espectáculo.
6.- Resulta
curioso que la oposición asimilada se dedique a denostar a los que no van a participar,
a los que frecuentemente abominan como minoría ruidosa, promotora de invasiones
que no vendrían y de conductas esquizoides, en vez de convencer con la lógica
suave de sus argumentos a los ciudadanos. Si son dirigentes, convenzan. ¿O no
pueden porque la minoría no los deja?
7.- Lo que es
claro es que el niño expósito del “cese de la usurpación”, abandonado a las
puertas de la MUD, ha sido transado inexplicablemente por el gnomo siniestro de
las elecciones medianamente transparentes, con “habilitaciones” políticas
pactadas y con garantías. ¿Dije garantías? Sí, para la continuidad del régimen.
8.- Una de las
cosas que menos se asume y es más clara es la función de las elecciones para
Maduro. Hay quienes creen que es algo a lo que Maduro llega por la presión
internacional y por tal razón –los de buena fe- caen en sus trampas. El proceso
es como sigue: un sector de la oposición, la asimilada, lanza una campaña según
la cual el único camino serio son las elecciones, estas u otras; convencen aquí
a unos, más allá a otros, que se marean con el asunto de la participación y
lentamente se meten en el corral. Una vez metidos allí los resultados a gran
escala se saben (el régimen gana aunque las encuestas decían que la oposición
tendría 18 gobernaciones, mínimo); los opositores logran 4 gobernaciones que
pueden ser 5 o 6, o 3, dependiendo de los criterios de asignación convenidos.
Cuando pasa el jolgorio, se asienta el polvo en el terraplén donde la fiesta ha
tenido lugar, viene la más importante victoria del régimen: hundir en la
depresión a los ciudadanos demócratas. Si jugaron la única y última salida, y
allí fueron derrotados, ese espacio en el alma lo llena la desesperanza, el
vacío. Es así como a Maduro le gustan las elecciones; han aprendido.
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