Para el momento de escribir estas líneas, se supone que los partidos que componen el G4 ya tomaron la decisión de participar en las elecciones del 21 de noviembre de 2021.
De ser así, nos alegra mucho que quienes por largos años estuvieron destruyendo la institución del voto como alma de la renovación democrática, vuelvan a entrar en razón.
No obstante, hay varias tareas por cumplir a los fines de recomponer el tejido afectivo dentro de la sociedad que les confió su esperanza en las parlamentarias de 2015; ciudadanía que se entregó en cuerpo y alma para darles un triunfo espectacular frente al autoritarismo del gobierno, y sin embargo recibió una gran decepción y nueva frustración por culpa de una dirigencia que jamás estuvo a la altura del compromiso.
Dilapidaron un capital social y político inmenso con la recurrente comisión de errores, con los cuales, se podría hacer un manual de lo que no hay que hacer en política para tener éxito.
Luego del triunfo impresionante alcanzado en las parlamentarias de 2015, lejos de continuar en la senda político electoral, se engolosinaron creyendo que ya Maduro estaba derrotado, y que acceder a Miraflores era un asunto de coser y cantar. Se apartaron de la vía correcta que ellos mismos habían diseñado en el seno de la MUD, según la cual, la política de la oposición, a contrapelo de las acusaciones del gobierno, era: Cívica; Pacífica; Constitucional, y Electoral.
Traicionaron la política que venía dando frutos importantes para tomar los atajos de las guarimbas; los trancazos; la guerra; los golpes de estado, y por si fuera poco, la abstención.
Resultados muy magros de la gestión multipartidista al frente de la presidencia de la Asamblea Nacional, pero con muchos fuegos artificiales que parecían más telenovela, que política real. Al fin y al cabo, desestimaron al contrario quien demostró poder sobrevivir en medio de la destrucción del país provocada por ellos a lo largo de 23 años, incluyendo las sanciones internacionales que afectan más a la ciudadanía que al gobierno.
El gobierno de Maduro se les convirtió en un hueso duro de roer, y también muy astuto, hasta el punto de haber logrado dividir en extremo a los factores de oposición, que hoy pierden más tiempo en las acusaciones mutuas a través de los medios, que confrontando al peor régimen de la historia republicana; el gobierno de Chávez-Maduro.
Hoy, obligados por los aliados internacionales a sentarse a negociar con el gobierno de Maduro en México, frente al cual, antes decían: ¨con delincuentes no se negocia¨; ¨es urgente la aplicación del TIAR¨; ¨solos no podemos¨; ¨necesitamos una invasión militar para salir del rrrrrrégimen¨, posiciones que condujeron a abandonar la política real, por la ficción del gobierno interino (eterno); el TSJ en el exilio; los autodenominados diputados que ya no existen.
Había que mantener la política electoral y acumular tantas fuerzas y representatividad como fuera posible para poder presionar al gobierno, pero ellos decidieron desaparecer de todo mediante la abstención.
Hoy con el rabo entre las piernas han reconocido al gobierno de Maduro, y también a la AN que preside Jorge Rodríguez, pero son incapaces de reconocer su garrafal error por haber llamado a la abstención, y además haber discriminado a quienes siempre mantuvimos la necesidad de participar.
Insistimos en que la unidad debe ser reconstituida para poder derrotar al gobierno, pero ello pasa por reconocer y ratificar los liderazgos que están ejerciendo el poder en gobernaciones y alcaldías, salvo que sus gestiones sean insalvables, así como buscar el consenso con los líderes naturales de cada región, o apurar el paso con encuestas mutuamente aceptadas.
Sin unidad de todos los factores de oposición, Maduro vuelve a quedarse con todo. Pensar es gratis.
Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra
Venezuela
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