miércoles, 22 de diciembre de 2021

DYLAN J. PEREIRA: LA CRISIS GLOBAL A LA LUZ DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. DESDE VENEZUELA

Son varios los sucesos que podemos identificar como fundamentales para la transición al mundo moderno. Con la Revolución francesa se creyó que se puede rehacer la sociedad, incluso la naturaleza humana, a través de la política, que es probablemente el gran paradigma de la modernidad. Como escribían François Furet y Mon a Ozouf, “Nos encontramos ya lejos de la Revolución francesa y vivimos más que nunca en el mundo que ella abrió”.

Particularmente los marxistas ven en la Revolución Francesa una vía de la instauración del capitalismo; otros ven en ella el gran catalizador de la democracia moderna, sin embargo, con la investigación académica contemporánea, no podemos circunscribir a factores o conclusiones tan estrictas un evento de tal magnitud y vigencia como lo es la Revolución Francesa.

En efecto el Antiguo Régimen se caracterizaba por tener una economía eminentemente agraria, tanto por el origen de la riqueza como por la importancia de la población rural. Lefevre, un prominente pensador francés, explica que la revolución francesa fue una etapa necesaria en la transición del feudalismo al capitalismo. Las grandes dificultades económicas que sufría Francia, causadas en parte por la Guerra de los 7 años y terribles políticas económicas, aunado al gran déficit fiscal se sumó a los conflictos sociales propios de un anacrónico sistema estamental de los 3 estados que tendió a evolucionar.

Hoy parece existir cierto consenso en torno a la doble cara de la Revolución Francesa. Por un lado, símbolo de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, de la emancipación política, hito del triunfo de la razón sobre el oscurantismo; en contraparte la cara sombría de 1793, del régimen del terror que terminó corrompiendo los ideales primogénitos de la Revolución. En cuanto a la parte “luminosa”, un fundamento del mundo moderno, un pilar cuyo génesis está en la Revolución francesa, es precisamente la Declaración de los Derechos del Hombre, y la acepción universal de la idea del hombre, como figura privilegiada de lo social, un paso importante en la defensa de la persona humana.

Otro aspecto fundamental para entender el mundo moderno, es precisamente, la Era de las Ideas, la era de la Ilustración. La acción de la Ilustración, de estas ideas revolucionarias, que se hicieron muy populares entre la burguesía, se hizo notar a través de la crítica a las instituciones feudales. Las ideas de Voltaire, Montesquieu o Rousseau, señalaban de manera despectiva el predominio ideológico de la Iglesia, el régimen feudal, la legitimidad real, mientras que defendieron la división de poderes y abogaron por la soberanía nacional y la igualdad legal de todos los ciudadanos. Esto asignaría definitivamente una nueva impronta de ideas que sería el vector de la modernidad.

El profesor Brewer-Carías explica en diversas obras, como a través de la idea de la soberanía del pueblo, surgieron todas las bases de la democracia, la representación y el republicanismo, así como el legado constitucional que deja la Revolución Francesa, un ideal imperativo en la constitución de los Estados-nacionales modernos, estructura que curiosamente hoy también se encuentra en una profunda metamorfosis, y se orienta hoy a trascender los límites geográficos e ideológicos tradicionales, se supra-regionaliza, e intenta sortear variables que complejizan la realidad política como la ciberseguridad, la globalización, la interdependencia global, y una crisis en los valores e instituciones que construyeron la modernidad.

La encarnación plural de la soberanía en un cuerpo político, será también un gran rasgo de la modernidad. Ahora bien, ese cuerpo político, debe repensarse, reformularse, y acercarse más tanto en el plano nacional, como en el campo internacional, a los desafíos del hoy y el mañana, capaz de establecer sistemas amplios, con la flexibilidad pertinente, capaz de dar respuesta a las demandas de una nueva sociedad global que ha cambiado radicalmente; de no solventar los vacíos institucionales que se han exorbitado en medio de la crisis multidimensional de la pandemia, el malestar social que se traduce en polarización y extremismo político, en violentas manifestaciones en todos los continentes, en desigualdades acentuadas, continuará in crescendo y podrá derivar en una profunda crisis estatal y de legitimidad.

En definitiva, la Revolución Francesa, dibuja las líneas centrales del mundo moderno. El sistema feudal fue desplazado por un incipiente capitalismo. Las legitimaciones tradicionales de tesis adámicas, y hereditarias propias del Antiguo Régimen absolutista fueron abolidas. La soberanía y el concepto de nación y pueblo, claves en el desarrollo de los siglos posteriores germinaron en la Revolución Francesa. Los aportes a las teorías contractualistas, al constitucionalismo de la Revolución Francesa son innegables. Asimismo, el sistema de valores, la idiosincrasia propia del Medioevo, fueron abolidos, y los remanentes del edificio medieval despojados de validez.

Hoy esa noche estrellada que fue el Medioevo, se asoma nuevamente y es responsabilidad de todos reconstruir nuestras instituciones, reafirmar nuestra lealtad a la libertad, la igualdad y la fraternidad, a la democracia, y ser capaces de afrontar y superar, como una sola humanidad, los grandes retos como la pandemia, el cambio climático, la transición energética, la defensa de la democracia frente al autoritarismo, la amenaza nuclear, la ciberseguridad, la crisis migratoria, el racismo, la xenofobia, y el extremismo anacrónico.

Dylan J. Pereira
Dylanjpereira01@gmail.com
@RDiplomacia
@dylanjpereira
Venezuela

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