La tenista Naomi Osaka sostiene la antorcha durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, el viernes 23 de julio de 2021, en Tokio (Hannah McKay/Pool Photo via AP) HANNAH MCKAY AP Si el 2020 fue el año maldito, el 2021 fue el de la desilusión (como cualquiera que promete más de lo que en realidad puede dar). Aún así, apuesto por un 2022 esperanzador.
La pandemia ha matado a más de 5 millones de personas y contagiado a otras 270 millones, más que toda la población de Brasil, Pakistán o Indonesia. Si la variante delta era rápida, ómicron lo es más y amenaza con extenderse a todo el planeta.
Mi esperanza para el año nuevo está en la ciencia y en que el ser humano, al final de cuentas, hace cualquier cosa para sobrevivir. Muchos queríamos creer que la pandemia desaparecería mágicamente o sería aplacada en el 2021 con el surgimiento de las vacunas contra el COVID. Pero fue el típico caso de altas expectativas, bajos resultados y mucha desinformación. La aplicación de las vacunas ha sido muy desigual en todo el planeta.
Al igual que el dinero y las riquezas, la mayoría de las vacunas ha ido a parar a los países ricos. Y el resto sigue muriendo y esperando. Si a esto le sumamos gobiernos ineptos o improvisados, el año no podía pintar bien. Por eso la desilusión.
Pero déjenme insistir en lo positivo. Aquí está mi lista, incompleta y muy subjetiva, de lo mejor del 2021, incluyendo un par de lecciones: ▪ Las vacunas. Este fue el año de los nerds. Gracias a muchos científicos estamos vivos. De manera apabullante, creativa y desafiante varias compañías en todo el mundo desarrollaron en tiempo récord las vacunas contra el coronavirus. Es un verdadero éxito de la humanidad.
Por eso me resulta tan egoísta e ignorante la posición de los que niegan los beneficios de las vacunas y exponen a los demás a una enfermedad mortal. Es sencillamente una cuestión de bien común. Si te pusieron la vacuna contra el polio ¿por qué no ponerse la del COVID? ▪ Las Olimpíadas. Aún sin espectadores, no hay nada más fascinante que ver a atletas en el máximo de su capacidad y talento.
Los Juegos Olímpicos de Tokio fueron, también, un ejemplo de perseverancia. Se realizaron un año después de lo que estaban programadas. Pero se realizaron. Además, el retiro temporal de Simone Biles —la mejor gimnasta del mundo— por motivos de salud mental fue una lección mundial que salvará, estoy seguro, muchas vidas.
Los que crecimos con los Beatles hemos tenido el mejor regalo posible: el documental Get Back. Rescata en ocho horas el increíble proceso creativo de la banda de Liverpool antes de su última presentación en 1969. Quedé fascinado con la manera en que, literalmente, vemos cómo surgió la canción Let It Be o I’ve Got A Feeling. Sigo asombrado con la silenciosa y estática Yoko Ono que no se separa ni un segundo de John Lennon. Y desmitifica los muchos rumores de por qué se separaron. Eran cuatro genios con personalidad demasiado fuertes que no cabían por mucho tiempo en el mismo cuarto. Paul McCartney es una tormenta creativa, imparable y sorprendente en el bajo y en el piano, y con una voz que nunca se rompe. Y el magnífico humor de John Lennon es casi infantil. Estuve a punto de llorar al final del documental, como si los Bítles —como les decíamos en mi adolescencia en México— se acabaran de separar.
El mejor libro del año fue, para mí, El Infinito En Un Junco de Irene Vallejo. Perdón por mencionar solo un libro en un año en que todos hemos leído más que nunca. Pero me parece que un libro “sobre la invención de los libros en el mundo antiguo” no puede ser más apropiado para un momento en que la pandemia nos tiró a un sillón a leer. El trabajo investigativo de Irene es exhaustivo, espectacular, preciso y lleno de anécdotas que brincan sobre las palabras.
Me quedo con una cita: “La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra la destrucción. A los juncos, a la piel, a los harapos, a los árboles y a la luz hemos confiado la sabiduría que no estábamos dispuestos a perder”. (Editorial Siruela. Página 394.)
La Feria Internacional Del Libro en Guadalajara (FIL). Qué emoción ver a 50,000 personas, cada día, perderse entre pasillos llenos de libros. Fue mi primer evento masivo en casi dos años y lo disfruté, enmascarado, como niño en recreo. Alguien me dijo que era como Disneylandia para adultos. Pero es mucho mejor que eso. Hay algo casi mágico y muy romántico cuando la gente se reúne para discutir ideas y palabras. Es, sin duda, de lo mejor de México. ▪ El premio Nobel de la Paz a dos periodistas.
Ante los asesinatos de tantos periodistas —por ejemplo, ya van 25 desde que López Obrador tomó posesión como presidente en México— es muy importante destacar la labor de los que luchan por la libertad y por decir la verdad. La filipina Maria Ressa y el ruso Dimitri Muratov han arriesgado su vida —y se la siguen jugando— para reportar sobre los regímenes autoritarios donde viven. Esta no es una profesión para los silenciosos. No es una queja, pero a los periodistas nadie nos cuida. Por eso nos tenemos que cuidar unos a otros.
El trabajo no es lo más importante. El sueño de trabajar desde casa se volvió, a veces, una maldición. Hay días en que ya no aguantamos más estar en la sala/oficina/gimnasio/guardería/cine. Pero ha cambiado, para siempre, el mundo laboral: semanas más cortas, flexibilidad para escoger el lugar y las horas de trabajo, y muchas más opciones gracias a la tecnología. Estamos hartos de las reuniones por Zoom o en Teams.
Y, como lo escuche en un reportaje de la radio NPR, los tres principales enemigos de trabajar en casa son: la cama, la televisión y el refrigerador. Aunque no está tan mal tener libres los viernes y los lunes. Al final de todo, el trabajador es el nuevo jefe.
La casa es todo. Los que mejor han sobrevivido esta pandemia viven en hogares saludables y con familias que favorecen la convivencia, independientemente del espacio, los recursos económicos y el vecindario. Hemos descubierto (¿redescubierto?) que lo importante no estaba tan lejos. Y tenemos —qué bueno— menos paciencia con las personas y las cosas que nos hacen perder el tiempo.
Con tanta muerte a nuestro alrededor, apreciamos más y acariciamos cualquier pedacito de vida. Si el 2021 fue desilusionante y, a pesar de todo, tuvimos vacunas, olimpíadas, Bítles, FIL, grandes libros, periodistas valientes y redescubrimos nuestro entorno, entonces el 2022 no puede venir tan chueco. Además, un año con Mundial de fútbol no puede ser malo.
Jorge Jorge Ramos Avalos
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