martes, 14 de diciembre de 2021

JULIO CÉSAR PINEDA: DISRUPCION DIGITAL Y EL IMPERATIVO ETICO, DESDE VENEZUELA

Uno de los grandes desafíos de la ciencia y de la tecnología hoy, es la dimensión ética de los logros que el hombre ha conseguido para su crecimiento y desarrollo. Especialmente, con la revolución digital. La inteligencia artificial y la robótica y la big data podrán sustituir muchas de las actividades propias del ser humano con su inteligencia y con su emoción, pero nunca podrán reemplazar el libre albedrío y los juicios morales. En los últimos tiempos y particularmente ahora con la pandemia del Covid-19, todo está siendo virtualizado incluyendo la teleeducación y el teletrabajo.

Filósofos y juristas tratan de profundizar en la complejidad de la inteligencia artificial y su relación con quien hasta ahora era el único actor en la interpretación del mundo y de sí mismo. Una máquina por perfecta que sea no podrá tener criterios éticos ni imperativos morales. Sería imposible atribuir a un robot una escala de valores y los juicios antinómicos del bien y del mal, aunque algunos filósofos apocalípticos como Nick Bostrom profetiza que la inteligencia artificial podría a llegar a ser tan definitiva hasta para confrontar a la raza humana y eliminarla, aunque él también presenta la alternativa de la aparición de una inteligencia superior que pudiera presentar la solución a todos los problemas incluyendo el de la autodestrucción y posibilidades para ser mejor la vida en el planeta.

La diplomacia virtual ha venido afirmando en las organizaciones internacionales y en los desarrollos tecnológicos y científicos la necesidad de una bioética con el compromiso de la mejor dirección en el avance de la ciencia y de la tecnología incluyendo los mecanismos de información y de comunicación.

Los algoritmos que fundamentan la inteligencia artificial deben ser implementados dentro de valores y principios y así el machine learn esté sujeto a las tres exigencias humanas fundamentales, libertad justicia e igualdad. En el 2017 la Unión Europea presentó un código ético de conducta y un manual para el uso responsable de la inteligencia artificial en cuya base están enmarcados los derechos fundamentales reconocidos y aceptados por la comunidad mundial. Principios como la necesaria referencia en los procesos de la inteligencia artificial al ser humano y al medio ambiente; la atención particular a los más vulnerables como los niños, los ancianos y los discapacitados.

La era digital no es una época de cambios sino un cambio de época con la disrupción en las dos referencias fundamentales de la vida como es el tiempo y el espacio y en la relación con los otros y con lo otro. Hasta ahora la evolución era contemplada como un tránsito permanente hacia mejores condiciones de vida. La pandemia del Covid-19 nos ha hecho reflexionar sobre la fragilidad de la existencia y los múltiples cisnes negros que pueden aparecer, ante los cuales no tenemos respuesta adecuada. La revolución digital nos ha ayudado a enfrentar a uno de estos jinetes del Apocalipsis, precisamente con la inteligencia artificial, la robótica y la big data. Hoy más que la memoria y el conocimiento se privilegia la invención y la imaginación, por eso, las agendas electrónicas, los sistemas de búsqueda, el internet de las cosas, los traductores de idiomas, los libros y noticias en la web, los tratamientos médicos a distancia, la educación remota y las redes sociales.

Cada ciclo como el Renacimiento, la Ilustración, la Era Industrial y ahora el internet obligará a una nueva filosofía de la vida con el eterno planteamiento desde los socráticos de la búsqueda de la felicidad. Cada etapa histórica es una salida de la caverna platónica en el alcance de la luz y así siempre ha sido, a pesar de los conflictos y confrontaciones y actitudes negadoras de la existencia humana. Como aparece en el Quijote: Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.

No podemos estar al margen de estos nuevos desafíos, pero estamos obligados a la referencia moral de todo lo que está ocurriendo. Una máquina nunca podrá diferenciar entre el bien y el mal, y siempre seremos los humanos los que le daremos esa significación. Por eso la necesidad de una nueva educación y una nueva cultura en esta era digital, cuando se producen cada minuto: 3.7 millones de búsquedas en Google; se envían 38 millones de Whatsapp, 18 millones de mensajes, 481 millones de tweets, 187 millones de emails. La caída de la red a escala global de Whatsapp y las demás por 7 horas nos demostró que el país más grande del mundo es el del internet con 4 mil millones de ciudadanos. Pronto el registro de identidad será a través del código QR. Del cambio aritmético que la humanidad seguía hoy estamos ante un nuevo ecosistema social, empresarial y educativo con crecimiento exponencial.

Depende de la ética y la moral del hombre del siglo XXI creyendo o no en un Dios creador o como parte de la última evolución biológica mantener la vida y perfeccionar la existencia.

Julio César Pineda
Jcpineda01@gmail.com
@ElUniversal
@jcpinedap
Venezuela

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