La noche del martes se presentó en Madrid, a sala llena, una de las más icónicas figuras de la música venezolana contemporánea: Ilan Chester.
En los últimos días, la presencia de diversas figuras del espectáculo en España ha respondido las expectativas de una colonia de venezolanos que ronda ya el medio millón de habitantes. Se han presentado exitosa y sucesivamente Fran Quintero, San Luis y, recientemente, Soledad Bravo, en un fantástico show producido por Enrique Bravo y Catherina Cardozo. Pero la llegada de Ilan tuvo un matiz especial.
El cantante Héctor Urribarri, quien sería el encargado de cerrar el concierto, tras protagonizar él mismo una historia muy particular, lo explicaba con lucidez en el podcast Nos tocó de Kelvin Herrera. En Ilan convergen tres talentos que hacen de él una figura especial: es un excelente compositor, un excelente cantante y un excelente ejecutante.
Para el espectáculo, Chéster apeló, además, a lo mejor de los veteranos consagrados y de los talentos emergentes, invocando la compañía de Lorenzo Barrientos, quien desde hace varias décadas ha compartido su trayectoria musical y es el autor de los arreglos de muchas de las canciones de Ilan, y la de Juan Carlos Socorro, que en más de una oportunidad ha sido el responsable del sonido en sus conciertos.
Pero tuvo el tino de escoger también a un músico que raya sin duda en lo genial, que se desenvuelve con la misma facilidad en los entornos de la música académica que en los de la música popular y que, por añadidura, se ha vuelto alguien queridísimo en los círculos musicales por su sencillez y cercanía: el compositor Gonzalo Grau. Intevinieron, con el beneplácito de los asistentes, Roberto Castillo y el grupo de percusión corporal Primate.
Finalmente, el mencionado Héctor Urribarri, dotado de una voz hermosa y potente, fue invitado a interpretar la canción con que se viralizó cuando alguien posteó en las redes la versión que hacía de ella en la calle Preciados: el Canto al Ávila. Ilan lo descubrió en You Tube y quiso ofrecer con esta invitación un espaldarazo al talento del joven músico y a la diáspora que representa.
Cada una de las personas que ocupaban las 602 butacas del Teatro Fígaro experimentó una sucesión de emociones que oscilaron desde la euforia, con aquello de que La vamos a pasar muy bien, hasta a la melancolía dulce que inspira Es verdad. Sin embargo, hubo un momento particularmente sentimental en las dos horas quince minutos que duró el concierto cuando, de manera casi improvisada, Lorenzo Barrientos tomó la guitarra e Ilan entonó Niño Lindo.
El aguinaldo, en la voz dulce y masculina de Ilan, le ofreció al público lo que realmente habían ido a buscar: un trozo de su patria perdida. Su voz y su obra forman ya parte de la memoria colectiva de nuestro país.
El productor del evento, Juan Carlos Chester, merece un especial reconocimiento por haber sacado adelante, en un clima de inestimable cordialidad, un espectáculo cuya logística involucraba, entre otras cosas, el viaje de diferentes figuras. Incorporó elementos con gran experiencia en sus respectivos campos, como Zuly Perdomo o Alfredo Peña.
La presencia de Ilan, no en balde apodado El músico de Venezuela, nos devolvió, durante un instante, lo mejor de nuestro país y de nuestras vidas. La gente salió maravillada, satisfecha, exultante. Como intenté a explicar a los empleados del teatro, perplejos por nuestra pasión como organizadores: el de Ilan no fue un concierto, fue una boda, un evento de talante casi familiar, un reencuentro.
Y su música, sus palabras, son las del alma de una nación dispersa por el mundo.
Linda D´ambrosio
linda.dambrosiom@gmail.com
@ldambrosiom
@ElUniversal
Venezuela-España
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