jueves, 23 de diciembre de 2021

ANTONIO JOSÉ MONAGAS: ¿IMPERTURBABLE TERQUEDAD?

Aunque suele ser por ratos, luce extrañamente contrariado comprender la ofuscación de quienes gobiernan Venezuela que sabiéndose perdidos o acorralados, se empeñan en continuar girando órdenes en la dirección de imponer su fracasados criterios. Mas luego de tanto tiempo, vivir tan gruesa incoherencia, dicha “preocupación” se volvió reincidente. O sea, se cundió del mismo problema que genera el hecho de padecer la reincidencia acumulativa orgánica de alguna molestia.

Cualquier análisis sobre tan grave dolencia política, da cuenta de una flemática reticencia producida por la ceguera y sordera de quien cree ganarlas todas. Además, abstraído de las realidades cuando comportan efectos insidiosos. Porque no es posible aceptar, ni mucho menos adular, a quien en conocimiento del clamor popular ante la avalancha de problemas de índole estructural, no circunstancial, se aferra a pensar en lo contrario.

Es decir, que por incapaz o soberbio, no reconoce dificultades muchas de las cuales están ante los ojos de cualquiera. Más aún, si se trata de la atención que debe prestar un gobernante con “responsabilidad” en la conducción de una nación.

Es lo que está aconteciendo en Venezuela toda vez que ante la falta de medicamentos y la carencia de alimentos, es decir de derechos y garantías constitucionales y derechos humanos vulnerados por la desobediencia abierta de quienes gobiernan, el pueblo cae en una fase de depresión con la fuerza necesaria para arrastrar el país hacia estadios de violencia peligrosamente acentuados.
Es, precisamente, lo que cuesta comprender. Sobre todo, cuando faltan razones viables que justifiquen la conservación del poder por factores enquistados. Sin más resultados que la acentuación de una crisis de carácter global. Mejor llamada: “emergencia humanitaria”.

Esto conduce definitiva y compulsivamente, a que el país entre en una situación de franca animadversión para luego caer en serios enfrentamientos capaces de hundirlo a niveles freáticos de encarnada ebullición social. Ya la economía perdió su asidero operacional. La sociedad, se degradó al extremo que la anomia envolvió casi todas sus reacciones. De ahí que el desorden luce de difícil control para una fuerza policial-militar contaminada por la corrupción, la soberbia y la indolencia de sus miembros.

El desarreglo venezolano, inspirado en fracasadas revoluciones, representa otra manifestación más de cuando la avaricia por poder se convierte en excusa para degradar la espiritualidad del hombre y colocarlo –rastreramente- a merced de las coyunturas. Por eso, las dictaduras terminan reventándose por dentro de tanto hurgar por la misma herida.

Es exactamente, lo que deriva de cualquier tentación de poder ganado sobre la ignorancia política de un pueblo, además engañado. Acaso es lo que ha estado resultando de una ¿imperturbable terquedad?

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela

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