Rafael Caldera fue mi estimado profesor de Sociología del Derecho en el primer año de la carrera (UCV 1954-55) y de Derecho del Trabajo en el tercer año (UCV 1956-57). Pérez Jiménez era entonces el dictador que gobernaba Venezuela. El decano de la facultad de Derecho era José Muci Abraham y los profesores copeyanos –hasta entonces y hasta entrado 1957– estaban cómodos en una suerte de entente con la dictadura.
Durante el primer gobierno de Caldera tuve una columna semanal en el diario El Nacional, con el título de Tic-Tac, en la que atacaba aparentemente de manera inmisericorde, la gestión de mi ex profesor.
Lo creo así porque un día de 1972 acudí a Miraflores como parte de una delegación el Congreso Judío Latinoamericano. Al estrecharme la mano, como bienvenida, el presidente Caldera me dijo: “Paulina, siempre la leo”. Y al despedirnos: “Paulina, deme un respiro”. No se lo di, pero eso no deterioró nuestra relación. Acudí varias veces a reuniones en las que mi profesor Caldera ya ex presidente, era invitado de honor y más de una vez le oí contar una anécdota de Konrad Adenauer, el legendario canciller demócrata cristiano alemán.
Según Caldera, Adenauer tenía cerca de 70 años de edad cuando fue enviado a prisión por el régimen nazi. Sus carceleros recibieron órdenes de quitarle cinturón, sábanas y cualquier objeto que pudiera servirle para suicidarse.
¡Que esperanzas podía tener un anciano! Pero el anciano salió de la cárcel a la caída del régimen hitleriano y fue el brillante canciller de la reconstrucción alemana en la pos guerra. Se inició en 1949 con 73 años de edad y culminó su gestión en 1963, a los 87 años.
Esa anécdota tan repetida por el ex presidente Rafael Caldera, era como el preludio o la preparación psicológica de sus interlocutores, para una segunda presidencia. Nunca he encontrado respuesta a esa pasión desmedida de algunos individuos por no despegarse del poder. Incluyo a Carlos Andrés Pérez. En los dictadores se explica, pocos se atreven a cuestionarlos. En los demócratas es más difícil porque al lado de los privilegios que da el poder también están los sinsabores de la crítica y hasta de la persecución política.
El 4 de febrero de 1992 Caldera decidió romper con todo lo que había sido su pasado de forjador de la democracia venezolana (llevado de la mano por Rómulo Betancourt) al pronunciar en el Congreso de la República, aquel funesto discurso que justificó la asonada miliar de Hugo Chávez ocurrida y derrotada en la madrugada de ese mismo día. Era el lanzamiento extra oficial pero muy evidente de su nueva aspiración presidencial. Caldera tenía entonces 76 años de edad.
Todo este introito viene al pelo porque después del 21/11/2021, numerosos analistas y dirigentes políticos han clamado por una renovación del liderazgo político, por caras nuevas que constituyan un atractivo para los electores.
Y de verdad que hay una camada de jóvenes líderes que se han ganado el afecto y respeto de la gente. Elijo entre otros los nombres de Roberto Patiño y Ángel Subero en Caracas, Andrés Schoetler (Chola) en Miranda, Gabriel Santana, en Chacao, Evelyn Pinto de la juventud de Acción Democrática.
Y seguramente hay muchos otros en la provincia venezolana. Pero los tres gobernadores electos y reconocidos como tales cuando escribo esta nota, son: Morel Rodríguez (Nueva Esparta) 81 años, Manuel Rosales (Zulia) 69 años y Alberto Galíndez (Cojedes) 66 años. Los tres mencionados y electos, fueron anteriormente gobernadores de sus estados. Caras más que conocidas y reconocidas.
¿Cómo se explica? ¿Miedo a nuevas experiencias después de la gestión desastrosa de los impresentables gobernadores chavistas? ¿Nostalgia? ¿Saudades? ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Suerte para los dos gobernadores de tercera edad y uno ingresando a la cuarta. Que la dictadura los trate con el respeto que merecen y que no defrauden a sus votantes.
Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@paugamus
Venezuela
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