sábado, 5 de febrero de 2022

JOISE MORILLO: ¿QUÉ HA HECHO EL SOCIALISMO?. DESDE ESTADOS UNIDOS

Debemos empezar con “desasociar” el socialismo del comunismo que, erradamente, algunos pensadores nefastos asocian para justificar una idea y, más que una idea, un modus vivendi u operante extinto en la prehistoria, el comunismo. Al principio, incluso antes de la evolución del Homo Sapiens; en la prehistoria cuaternaria, las agrupaciones de individuos de la especie humana se congregaron con espíritu cooperativo para desarrollar actividades en función de obtener recursos alimentarios y de protección contra las fieras e intemperie. Esta actitud contenía un elemento importante: la recolección de especies para la alimentación, las cuales, debían ser consumidas de inmediato derivado de la característica perentoria de las mismas. El conglomerado gregario o comunismo –digámoslo así- tenía en su haber un único propósito, subsistir. Sin embargo, cada quien consumía lo que podía en la medida de obtener el alimento de modo individual, el más hábil consumía más.

Luego, a medida que el transcurso de la historia fue incorporando nuevas necesidades e ideas como la de adquirir más vitalidad, poder y la habilidad que observaban en las otras especies, la caza y la pesca se fueron sumando a esa actividad precaria que era recolectar. Tal causa, identificada por la capacidad de adaptación en “la sobrevivencia del más apto” de las teorías de Darwin y Spenser fue dando sus frutos en la medida que el individuo humano adquiere más conocimientos en base a las experiencias –empirismo- cotidianas. De esta forma su modus vivendi fue evolucionando a un ritmo más acelerado que el fisonómico. La cima de esa capacidad de adaptación se concibió cuando el espécimen humano descubrió la forma de cómo obtener recursos sin tener que recorrer largas extensiones de terreno para colectar el sustento y para obtener nutrientes como producto de otras especies animales. Su sesgo nómada se empezó a transformar en sedentario, se aposenta cerca de las riberas de los ríos donde las tierras son fértiles, y para obtener agua suficiente, luego de conocer: cómo, porqué y donde cultivar; aunado al pastoreo y la cría de especies para el consumo de carne. El individuo humano para entonces había desarrollado la capacidad de meditar acerca de los fenómenos que a diario les tocaba manejar y solventar, con ello, desarrollar la mente, cultivarla. Esa inquietud, ese deseo de superación inmanente pero precario hasta entonces, era el sesgo filosófico del pensador. Sin embargo, ¡no todos, sino algunos miembros de tales congregaciones poseían tal actitud y aptitud! Por esta causa unos se distinguían sobre otros que eran los más, mientras los unos destacados eran los menos. De esta forma nace la figura del concurso y el liderazgo. Por ende, muere el comunismo.

Este individuo destacado de varias formas, por habilidad, astucia, audacia etc., crea una atmósfera de indispensabilidad que se patentiza por sobre otros tan destacados –en materia del pensamiento- como él, pero, con cualidades de liderazgo menores, por ejemplo: menor poder de convencimiento, menos valentía ante el ataque de las fieras o sencillamente, por apatía u omisión al deseo de liderar. Por esta razón, aunque no quedan fuera de la atmósfera del líder, quedan relegados. Igualmente, existe el caso en que el líder es más agresivo y/o violento en sus decisiones y casos de contingencia. Se debe observar que, mientras que en el comunismo prehistórico había una voluntad cooperativa para subsistir arraigada, en la nueva concepción del modus operandi de la comunidad liderada, nace la dependencia, nace la necesidad de decisión por otros, nace el despotismo. Nace la imprescindibilidad que tanto desprecia La doctrina política de Lao Tse, nace el político sin escrúpulos, que apoyado con esos otros pensadores menos arrojados que él, someten a las masas que convierten en súbditos o lacayos de verdad, nace el nepotismo.

Esta forma de manejar la cosa pública en las naciones fue derivando en tres sistemas políticos, incluso hasta nuestros tiempos; estos son: Oligarquía, Monarquía, Tiranía. Luego nace también la Democracia como contraposición a estas formas déspotas. Siendo esta última con espíritu de concurso y participación de la comunidad mediante la representación de uno o varios líderes ante el llamado gobierno que es sustituible. De esto –los sistemas políticos- no se escribe en este artículo.

Habido este desarrollo social y político, abonado con la cultura y la civilización, la participación del pensamiento político se ha venido desenvolviendo en una suerte de dilema que se intenta explicar dogmáticamente, Ej.: con la alegoría de la torre de Babel. El desentendimiento entre las conductas humanas, primero de carácter interno en las naciones y luego del establecimiento de naciones diferentes o etnias ha traído como consecuencia un estado belicista constante, la ambición de poder y de riquezas antes que reconocimiento de cualquier virtud que se ha desatado en gran parte de nuestra geografía e historia, ha perturbado y limitado la paz perpetua que propone Kant, que debería prevalecer suponiendo una comunidad pensante e idónea por sobre todas las demás especies del universo terráqueo.

Para este asunto existe una pregunta, ¿es que acaso el pensamiento del individuo que se distingue en función del bien común ofreciendo, elaborando y llevando a cabo soluciones a los problemas que atañen la colectividad, no merece algún premio o reconocimiento? O sea, darle mérito a quien lo merece. Digamos, el pescador que desarrolla su labor merece la oportunidad de obtener, por el esfuerzo de su trabajo, un lar donde construir una casa, para él y su familia; obtener sus enseres para pescar y una embarcación para conseguir el cardumen y pescar, (filosofía del derecho Fichte).

Pues bien, a este deseo o derecho del individuo incluyendo al productor de bienes de consumo, señalado anteriormente, Proudhon, respecto a la adquisición y propiedad de la tierra, llamaba robo. ¿No es esto insólito? Para agravar el asunto, Karl Marx, descalificó de un tajo a los artífices – incluyendo a Bakunin- de estas ideas revolucionarias comedidas, llamándolos pequeños burgueses, pues, para él, no debería existir propiedad privada, sino que toda propiedad debía ser colectiva. Este es el asunto que desvirtúa totalmente el espíritu humanitario de este sistema contra quien produce. Por ende, desmotiva de todo motivo a cualquiera que poniendo su empeño en hacer cosas para el bien común no se le otorga la consideración, ni valor que se merece. Tal concepción representa irónicamente la idea humanista que tiene Marx y su proyecto poco filantrópico, pues, su “Hombre Nuevo” representa la concepción que tiene sabiamente Nietzsche del hombre en “humano demasiado Humano” donde se muestra la exacerbación de su miseria por no poder doblegar su temperamento y menos crear un carácter cónsono con la idea del bien y la moderación de la conducta, para sí mismo y ante los otros.

Defender al socialismo mediante la detracción del denominado capitalismo de Marx es absurdo, máxime si se concibe el espíritu de la mano invisible de Adam Smith y de la inversión del dinero de Ricardo para fortalecer las naciones económicamente como una obra satánica, en vez de un proceso productivo. Pretender que la política de un país se maneje de una forma unilateral y en la mano de un despotismo es totalmente anacrónico y antidemocrático. Ningún proceso productivo que no exponga la voluntad y un deseo individual de progreso y que genere un incentivo peculiar, puede dar a lugar ningún progreso colectivo. Al haber alguien que tenga el privilegio de supervisar y otros que hagan el trabajo duro, habrá una diferencia de ánimos contrapuestos. Entonces, es menester una presión que deja de ser sublime, en la medida de la necesidad de crear más producto que represente nivel asimétrico a la obtención de beneficio de quienes generan la producción. O sea, en detrimento de quienes hacen el trabajo fuerte. Ante esto la protesta es un derecho.

En los llamados socialismos que hasta ahora se han venido desarrollando en el mundo, la protesta la tildan de asociación para delinquir, de modo que, a quienes protestan los llaman lacayos de la oposición. La cual, las más de las veces no tiene la suficiente fuerza para resistir el embate de la represión violenta, pero si el temor a ser “neutralizados” -eufemismo para asesinar- o encarcelados, en consecuencia, se convierten automáticamente en esclavos de sus gobiernos déspotas. La economía de cualquier país, aunque involucra un factor de la política, no se debe dejar en las manos de un nepotismo servil, complaciente y corrupto como ha sido hasta ahora en los regímenes totalitarios, sino en las manos de quienes han hecho a ese país un campo de trabajo no forzado sino de producción, con espíritu de progreso y bienestar social.

Desafortunadamente, los países que han caído en las garras de socialismo están viendo la verdad por ellos mismos, el problema de la economía en estos sistemas opresores y no políticos que se dicen democráticos, es que manejan todos lo concerniente a producir, de modo que generan el error más grande de cualquier aparato productivo que se respete, el acaparamiento. Este mismo, propio de este tipo de regímenes manejado por manos nepotes, crea automáticamente el mercado negro, cuyo desarrollo queda a disposición de los lacayos. Estos últimos, son vecinos adeptos al régimen que creen tener cierto privilegio porque le otorgan las sobras de lo que no pueden comprar de primera y, quienes se encargan de vender con precios de especulación a quienes mediante un “ingenio propio clandestino” logran sumar suficiente dinero para obtener mercancías o alimentos en este mercado negro.

Si el lacayo no devuelve el dinero obtenido de la venta de mercado negro al nepote que funge de intermediario al nepote acaparador, es tildado de cualquier delito o macula, ejemplo: traidor o desafecto al proceso revolucionario por estar vendiendo mercancía regulada sin permisos, sucediendo esto, no vale ninguna otra objeción. Entonces, o lo multan con asignaciones monetarias impagables, o va preso, o las dos cosas. Mientras, estos mismos lacayos o chivatos –como les dicen en Cuba- son los mismos o parientes de los delegados comunales, ej.: CDR (comités de defensa de la revolución) u otras denominaciones acordes con la policía política y el espionaje vecinal de estos regímenes.

De este modo el ciudadano común se ha convertido en el que resuelve a cualquier medio, el que, desposeído de recursos suficientes, busca a como dé lugar su alimento, su vestuario, y resuelve sus necesidades básicas con las uñas y mediante astucias, porque el sueldo que debería merecer según su esfuerzo de trabajo, queda en el discurso y en la falacia de una abolición del usufructo, de la plusvalía y de la explotación del hombre por el hombre. O sea, el postulado del hombre lobo del hombre del “Leviatán” de Hobbes, que se ha vuelto una verdad en la vida del ciudadano que padece el socialismo. El estado socialista es el Leviatán de Hobbes, es el monstruo bíblico más temido para explicar y justificar la existencia de un Estado absolutista que subyuga a sus ciudadanos.

El hombre nuevo del socialismo marxista es: el hombre resuelve, cuyo slogan es "sálvese quien pueda”, que ha vuelto al gregarismo del comunismo prehistórico para convertirse irónicamente más individualista que cualquier ciudadano de otras naciones que no padezca un gobierno totalitario o socialista. O sea, el que consigue más consume más, o el de la bota en el cuello “si no obedece no come”. Eso es lo que ha hecho el socialismo. Pueblos esclavos, prisioneros en sus propios países de gobiernos poderosos y crueles.

Estos gobiernos o –mejor dicho- regímenes, para justificar su crueldad asocian los problemas que padecen sus pueblos productos de su proceso de sometimiento, a la oposición o un supuesto enemigo que si no lo tienen lo inventan. Lo hacen mediante la intervención de organismos internos, y el apoyo de innumerables resentidos ricos del mundo y, un departamento ideológico de gente pensante con dinero poder y odio que invierte en propaganda y actividad subversiva urbana (caso Latinoamérica). Según Hilda Molina, Fidel Castro lo llamaba la revolución silente, en gran mayoría inspirado en las ideas resentidas de Gramsci para minar la mentalidad del individuo, en las escuelas, los barrios, las universidades etc. Hacer de ellos un tonto útil para el Socialismo, Progresismo o como lo quieran llamar considerando las estrategias hedónicas de su guiso miserable señaladas por Carlo Altini en “La Fábrica de Soberanías” y ahora destacado como uno de los puntos del último Foro de Sao Paulo, Manejar los símbolos y denominaciones para sus pretensiones hegemónicas

Joise Morillo
Kaojoise@gmail.com
@kao_joi_lin
Venezuela - EEUU

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