Quiero dejar claro desde el inicio, que nunca he compartido el discurso de que las ayudas económicas a los más necesitados, los programas sociales o los precios bajos de ciertas mercancías, con miras a evitar un sufrimiento mayor de los grupos vulnerables, son todas acciones producto de un populismo dañino y vergonzoso, que dilapida las riquezas nacionales y nos hace un pueblo de pedigüeños miserables, responsables de haber impedido nuestro desarrollo económico y productivo. Me desagradan esos discursos sin base objetiva ninguna y de un cinismo enervante, que coloca la responsabilidad de nuestros males y pesadillas, en los hombros de los sectores pobres y marginados de nuestra población, culpables además por haber elegido como gobernantes a quienes no lo han debido ser.
Y los califico de cínicos, porque jamás han levantado la voz para decir que muchísimo más riquezas han desaparecido en ayudar y sostener a los grandes capitales, a los millonarios y multimillonarios venezolanos, para no mencionar a las empresas extranjeras que también se han beneficiado de nuestra bonhomía. Subsidios a la producción de mercancías, exoneraciones impositivas de distinto tipo, préstamos a muy bajos intereses y con largos períodos de gracia, muchos sin retorno al Tesoro Nacional; divisas ilimitadas a precios preferenciales, contratos fáciles y jugosos, adquisiciones seguras de lo producido, son algunas de las formas por donde la riqueza petrolera ha ido a parar a cuentas bancarias millonarias nacionales y extranjeras. No fueron los raspacupos los beneficiados de CADIVI. La suma que obtuvieron fue ridícula ante la otorgada a distintas empresas, para la realización de sus importaciones.
Tampoco estoy entre quienes han demonizado hasta niveles patológicos la venta de gasolina barata a la ciudadanía. El precio extremadamente bajo de los combustibles, si bien no se debe seguir manteniendo y no estoy proponiendo que así sea, no ha sido realmente el responsable de la falta de industrialización y desarrollo nacional. Ni tampoco a que desde hace 100 años sólo hayamos vendido combustible fósil, materia prima sin mayor valor agregado. Hemos tenido, en los últimos 60 años suficientes ingresos como para haber desarrollado las industrias petroquímicas y de químicos orgánicos, la electrónica, la robótica inteligente, la biotecnología, la producción de medicamentos y biológicos, la industria de nuevos materiales, la electrificación del campo hasta las unidades de producción, las energías no contaminantes y una vasta red ferrocarrilera nacional.
Ni hablar de tener un sistema de salud de calidad, como más nadie en nuestro continente; ni del desarrollo posible de las ciencias y las tecnologías nacionales en universidades, centros de investigación y asociaciones con empresas productivas distintas. Y la anhelada transformación de los barrios populares, que rodean a nuestras grandes ciudades, en centros urbanos con las facilidades y servicios del mundo contemporáneo. Sin el Coqui, sin el Vampi ni el Tren de Aragua; con vías de comunicación amplias y suficientes, con todos los servicios básicos, centros de salud y escuelas, plazas y centros deportivos, como los presentados en el Proyecto de “Habilitación de Barrios” de los arquitectos Federico Villanueva y Josefina Baldó, que conocieran y desatendieran en su momento Rafael Caldera y Hugo Chávez, y que entonces, para el área metropolitana de Caracas, carretera Panamericana y Los Teques, costaba sólo 15 mil millones de dólares para desarrollarlo en 15 años.
No. No sólo no son culpables los pobres de nuestros pueblos y ciudades, hoy incrementados en número y proporción por la corrupción y negligencia del gobierno de Maduro. La realidad es que se tiene una deuda con ellos. La de no haber sido incorporados como verdaderos ciudadanos y haber sido mantenidos marginados de la educación y la cultura. Mientras este tipo de situaciones no se corrija, no habrá paz ni bienestar, ni democracia.
Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Caracas-Venezuela
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