martes, 29 de marzo de 2022

ROMÁN IBARRA: CIEGOS POR SIEMPRE

Dice el refrán popular, que ¨no hay peor ciego que el que no quiere ver¨. En efecto, parece que la clase política venezolana no quiere ver lo importante, lo trascendente, lo que tiene entidad, sino lo inmediato, sin importar las consecuencias en cuanto a destrucción del país y sus potencialidades económicas, sociales, y políticas se refiere.

En el sector gubernamental, luego de 23 años de ejercicio ininterrumpido, es natural que surjan contradicciones; divisiones, y maneras distintas de ver la acción política. Pero tratándose de un gobierno autoritario y pragmático como el nuestro, esas diferencias se disimulan; esconden, y hasta se postergan en aras de lo que para ellos es esencial: mantener el poder a toda costa.

Ese sentido práctico con el que actúan en el oficialismo, brilla por su ausencia en la oposición. Esta, en vez de trabajar para convertirse en una alternativa creíble en medio de un ambiente cada vez más hostil, y con menos posibilidades, se encarga por el contrario de destruir o abandonar las pocas que el gobierno ofrece a regañadientes, habida cuenta de que su verdadera vocación (la del gobierno) es estar en el poder para siempre, pues no creen ni les importa la alternabilidad.

El triunfo clamoroso de la oposición en las elecciones parlamentarias del 6D en 2015, fue destruido por los factores de la propia oposición. Engreídos y exaltados por el acompañamiento popular de entonces, lejos de reafirmar las razones y conductas que les hicieron merecedores de esa victoria, distorsionaron el rumbo y entraron en la más abyecta irracionalidad.

Un alto representante del gobierno norteamericano de entonces llegó a decir que en el seno de la oposición había, al menos cuarenta aspirantes a la presidencia de la República, como si el éxito en las elecciones parlamentarias hubiera decretado ipso facto la ¨caída¨ del gobierno. Todos actuaron como si el mandado estuviera hecho, y claro está, todos se sentían ungidos como el nuevo jefe absoluto del país.

La terquedad de la realidad política se impuso, y la dirigencia de la oposición se convirtió en un saco de gatos, incapaz de producir políticas para contrarrestar la acción deletérea del gobierno autoritario de Maduro, quedando atrapada en sus propias contradicciones e incapacidades.

Hoy en pleno desarrollo del año 2022, la locura continúa. A la suma de disparates extremistas de los trancazos; las guarimbas; los ¨guerreros¨ de los escudos de cartón; Maduro vete ya; la abstención electoral; los intentos de golpes de estado conocidos como la Operación Libertad; la Gedeón; otro llamado a la abstención en las presidenciales, y luego en las parlamentarias del 21N, ahora llega el nuevo capítulo de los candidatos presidenciales precoces autodesignados.

Además de aquellos 40 que todavía sueñan, ahora aparece otro, un ex candidato a Alcalde derrotado ampliamente, autoproclamándose candidato presidencial para el 2024.

No hay un solo esfuerzo sincero por reunificar a los factores de oposición detrás de un programa común que pueda ser aceptado por todos, para luego buscar un liderazgo que encarne esa política, y buscar un triunfo frente al gobierno. Al contrario, abundan los dicterios contra quienes proponemos sindéresis en la oposición. La dirigencia autoproclamada como la legítima, se esfuerza solo en controlar el dinero de la ayuda humanitaria sin explicación.

Necesitamos construir una alternativa real; creíble y confiable para la mayoría de los venezolanos estafados y olvidados por el gobierno, un gobierno eficaz y decente que lleve a cabo la recuperación de servicios básicos abandonados en estos años, y de paso a condiciones democráticas de participación libre.

Construyamos primero un programa aceptable para todos, y ya luego habrá mecanismos para la selección de un solo candidato que pueda derrotar al gobierno como el actual. De lo contrario, pueden apostar lo que tengan a que Maduro volverá a ganar en las presidenciales de 2024. Amanecerá y veremos!

Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra
Venezuela 

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