Indiscutiblemente, el planeta se halla atrapado en agudas crisis. De toda magnitud, ocurrencia y representación. Quizás, las más insidiosas entre tantas dificultades que asoman por doquier, son las crisis de ideología cuyos efectos han cegado u obstruido perspectivas capaces de otear con alguna antelación la incertidumbre que las acechan.
Aunque para muchos estudiosos, las crisis de humanidad tienen igual o mayor culpas en los problemas que tienen al mundo entumecido. O agarrotado ante los chantajes, sobornos y extorsiones que, el peso de la indolencia carga sobre sus realidades.
Entonces, ¿cómo negar que el problema que han resistido a que la democracia, como sistema político de gobierno, actúe de conformidad con lo manifestado por la teoría política? Es decir, ¿cómo cerrarse ante una realidad dominada por una crisis de dominación que arrastra otras crisis de tanta fuerza como son las crisis de ideología o las crisis de humanidad?
El final de la Guerra Fría, en conjunto con problemas que minaron las bases conceptuales y operacionales de paradigmas que cimentaban disciplinas, tendencias, movimientos, organizaciones, investigaciones y procesos, causaron una violenta convulsión que estremeció realidades de toda naturaleza. La urgida idea de dar con un modelo de humanidad más autónoma, productiva y aventajada, se vio trabada dado que no fue encontrada tal como se necesitaba.
Sin embargo, esas frustraciones no impidieron que siguieran explorándose otras vías. En consecuencia, la búsqueda se topó con ideologías que venían de crudos chascos. Que habían terminado con pésimas experiencias. Acciones que no fueron del todo medidas y considerados por quienes las creyeron de posible aplicación y efectos positivos.
Fue así como se intentaron emplear en América Latina, como primigenio campo de prueba. Y los resultados, son ampliamente conocidos en cuanto al daño que causaron. La intención de ponerlas al servicio de valores que sirvieran a la acción política, económica y social, evidenció que dichas ideologías no cumplían con los objetivos que manifestaban alcanzar.
Ni siquiera la socialdemocracia. Tampoco, el socialcristianismo. Mucho menos, el socialismo cuya perversión iba disfrazada de propuestas de libertad, dignidad y desarrollo.
Fue causa para que, entre trompicones, surgieran algunas variantes que buscaron readaptar componentes que comprometerían el ejercicio político. Pero tales pretensiones, sólo estropearon lo que ya venía con graves insuficiencias y deficiencias conceptuales y metodológicas.
La distorsión el desarrollo económico y social (pretendido)
El apoyo de furibundos, aduladores de oficio, militares corruptos, advenedizos, indolentes, oportunistas y holgazanes de hecho, coadyuvó a que dichas ideologías fueran silenciosa y diplomáticamente acogidas. Para lo cual, fueron disfrazadas con presuntuosas ofertas electorales que calaron en una población de conducta apática que respondió al llamado de la antipolítica.
De esta forma, se potenciaron protestas de quienes habían mostrado una cierta despreocupación por la política y las ideologías. Pero también, a las mismas se sumaron quienes ostentaron el manejo de la violencia como instrumento político ante al desorden político-administrativo derivado de situaciones de gobierno generadas a consecuencia de cuestionadas gestiones políticas que venían dándose. Aunque desvergonzadamente, en nombre de la democracia. Fue la chispa que encendió cuantiosos y grandes problemas que acontecieron en buena parte de Latinoamérica.
El populismo, visto como ejercicio de demagogia de eficaz resultado, terminó sirviendo de receptor para contener y azuzar la rabia expresada en las distintas protestas que fueron marco político de exasperadas realidades. Las mismas que caracterizaron aquellos tiempos de indefinición ideológica. Incluso, de manifiesto popular.
Poco ha quedado de los grandes temas que delinearon el acontecer político que dominó al mundo en la primera mitad del siglo XX. El socialismo, fue convertido en un discurso de desenfrenada incontinencia ideológica pues sirvió como artilugio para engañar ilusos y apasionados. El comunismo, aunque fase final del socialismo, pertenece al pasado. Ahora se le tiene como elemento de intimidación política. El liberalismo, tanto como el capitalismo, sólo quedaron para alimentar “pataletas de ahogado”.
¿Qué es lo que hay y que todavía puede valerse de algunos supuestos epistemológicos para intentar convencer sobre ciertas posibilidades que siguen dando vueltas alrededor de intrincadas realidades políticas? Pues una teoría social que continúa nutriendo expectativas de difícil concepción. Es lo que traba cualquier intento de reacomodo de las realidades.
Aunque en el fondo, lo que sobresale de todo esto es la existencia de una crisis de humanidad. La cual, sin dejar de mostrar la parte caótica de su aplicación y comprensión, al menos cuenta con postulados y criterios. Postulados y criterios que dan cuenta de algunas estructuras conceptuales y metodológicas capaces de enderezar los entuertos políticos que arruinaron buena parte de las realidades sobre las cuales se cimentaron esperanzas de futuro.
Sólo queda reivindicar toda implicación que resucite la imperiosa necesidad de insuflar las ideologías capaces de asentir esperanzas de un futuro reparador de desaciertos y avatares que han llevado al planeta al caos que hoy caracteriza su funcionalidad. Así que queda al criterio amplio saber si lo que ha desvirtuado los trazados de desarrollo propuestos, han sido ¿crisis de ideologías o crisis de humanidad?
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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