sábado, 24 de octubre de 2015

MALÚ KIKUCHI, ELECCIONES 2015, DESDE ARGENTINA

El domingo votamos. El hecho en sí, genera alegría, en particular a las generaciones que vivieron una Argentina donde votar era una quimera, que sucedía cada tanto y se terminaba antes de tiempo. Para los que vinieron después, votar es algo normal, y esperamos que siga así para siempre.

Es una alegría. Queda claro, pero esa alegría se ve empañada por la pobreza electoral. No por los candidatos en sí, algunos son realmente interesantes, pero las propuestas son muy mediocres. Y todas en el aire. Prometen lo que creen es mejor para el país, pero no explican ni cómo ni con qué lo harán.

Dejamos de lado a los candidatos testimoniales, Stolbizer, Del Caño y el “Adolfo” y nos concentramos en los tres que tienen chances: Scioli, Macri y Massa. Dejamos de lado las encuestas, no son confiables. Algunas por ser pagas por los interesados, y otras porque el electorado es cambiante.

Sobre un piso fácil, el de las PASO, los encuestadores hablan de un 40% para Scioli, 30% para Macri y 20% para Massa. No se computan los indecisos. Ni los que no fueron a votar porque llovía torrencialmente en muchos lugares del país, ni los que no votaron porque no tenían ganas.

Además, los votantes pueden cambiar de idea hasta en el cuarto oscuro. Saber cómo viene el voto de la gente y cómo va a terminar la elección, es un misterio. Adivinar no es posible y la bola de cristal la enterraron con López Rega. Para saber si va a haber balotaje o no, lo que definirá el perfil del país a futuro, habrá que esperar hasta después de las 24hs, ya en lunes.

Hay que rezar para que no haya fraude. Tema en el que los votantes tienen mucho que ver. Dependerá de lo atentos que estén y de las ganas que tengan para impedirlo. Los celulares representan un arma de defensa muy efectiva. Sacar fotos o filmar lo que no esté bien y reportarlo a las autoridades de mesa y las electorales. Es molesto, pero imprescindible si queremos transparencia. Participar es la consigna. Se puede recurrir a www.cuidatuvoto.org.ar

Scioli, el malquerido candidato oficialista, aceptado a medias porque no tenían más remedio, ya que era el único que medía dentro del PJ o FPV, no se sabe. El candidato está muy embretado por el gobierno para que sea un presidente obediente a Cristina y no se aparte del “modelo”, que no sabemos en qué consiste, pero que ha sido desastroso para Argentina.

Scioli da señales de diferenciarse y se nota que lo paga caro en aprietes. La incógnita: ¿será distinto a Cristina en sus políticas o será un simple títere en espera del 2019 y Cristina “eterna”? De eso dependería el rumbo argentino si llegara a ser presidente. No se sabe. Si se diferencia, ¿lo dejarán? El aporte de Scioli a la campaña es su mujer, Karina Rabolini, un descubrimiento.

Macri promete un país distinto, normal y posible. Se entusiasma con sus propuestas, pero seguimos sin saber de qué manera y con qué medios va a llevarlas a cabo. Espera que del exterior, gracias a la confianza que él va a despertar, nos lluevan US$. ¡Sería fantástico! ¿Es real? ¡Ojalá!

Para que Macri tenga posibilidades de llegar a un balotaje, Scioli no tiene que alcanzar el 45%, y si llega al 40% (muy factible), tiene que achicar la distancia a menos del 10%. Por ahora las informaciones lo ponen a 11% de Scioli. Salvo que el electorado tome conciencia de lo todo lo que se juega en esta elección, y se vuelque masivamente a votar a Macri, el tema es complicado.

Massa viene 3°. Es el que habla más claro, define mejor sus propuestas, algunas sin pensarlas demasiado (en el tema narco, habla de una ley de derribo y no tenemos ni radares ni aviones). Pero es el que tiene más libertad para expresarse, ya que Scioli está amordazado por Critina y Macri teme perder votos si le habla a un electorado populista desde su rechazo a esas políticas.

Massa hace una campaña un poco más atractiva que los demás. No es demasiado creíble, su pasado K está muy cercano, aunque debemos agradecerle el hecho de haber ganado las legislativas del 2013, que frenaron la re reelección de Cristina. Massa no le saca votos a Scioli, se los saca a Cambiemos, y con eso debilita las posibilidades de un balotaje entre Scioli y Macri.

Y dejando de lado las elecciones en 11 provincias, la de Buenos Aires y la de Santa Cruz, son cruciales. Buenos Aires representa el 38% del padrón total. Santa Cruz es el pago chico, el territorio de los K desde hace 26 años. Si Alicia K pierde la elección o  lo pierde Peralta, el actual gobernador PJ y la gana Eduardo Costa UCR, sería un golpe mortal para el kirchnerismo.

Buenos Aires enfrenta a María Eugenia Vidal, Cambiemos, hoy arriba de Aníbal Fernández FPV, muy cuestionado con el tema narco (aunque nada se ha  probado) y a Felipe Solá, propuesto por Massa (buen gobernador de la provincia). Pero el que arrastra la boleta (una sábana) es el candidato a presidente, por lo que Vidal depende de Macri y Fernández de Scioli.

Para que Vidal pudiese ganar, sería preciso que los intendentes pusieran en marcha el llamado voto “delivery”, llevar casa por casa las boletas ya cortadas y darle a elegir al votante lo que quiere, respetando al intendente de turno y a Vidal, el resto, lo que prefieran. Difícil, pero no imposible. Sería una tranquilidad para el país que el gobernador fuese Vidal o Solá.

Hay que alegrarse por poder votar y pensar que se terminan (esperemos), 12 años de pesadilla K. Basta de condenas nacionales, basta de retos públicos, basta de mentiras, ¿basta de corrupción? No es poco.  De todos modos y suceda lo que suceda, más allá de nuestras preferencias, nos sumamos al prestigioso Financial Times y decimos: “En las elecciones argentinas, cualquiera sea el resultado, es mejor que Cristina Kirchner”.

Malu Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi

Argentina

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