jueves, 7 de abril de 2016

NÉSTOR ABAD SÁNCHEZ, BOLÍVAR NO NECESITA UN NUEVO ROSTRO, MENOS UN MAUSOLEO

“¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. Así selló su viaje a la eternidad el Padre Libertador en su Última Proclama, fechada en la Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, Colombia, a 10 de diciembre de 1830; documento fundamental de su legado, signado por la humildad, interés por el bien común, desapego por lo material, disposición al perdón y profundo amor a la patria, ya que aun sabiendo que su fin estaba cerca, sus votos postreros fueron “...por la felicidad de la patria”, aunque para ello era imprescindible tanto ayer como hoy que: “cesen los partidos”. Por lo tanto, a 185 años de su muerte su alma no descansa en paz. El viernes 17 de diciembre de 1830, a la una y siete minutos de la tarde, Bolívar nace a la eternidad, ocupa desde entonces un lugar señero entre los inmortales.

Ya sus fuerzas corporales no le daban para más, había entregado el mando el 20 de enero de 1830, consiente que: “…la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás”. Quienes antes lo aplaudieron y siguieron todos sus proyectos, son los mismos perseguidores que lo condujeron a las puertas del sepulcro.
Traicionado, humillado y vejado, el sábado 8 de mayo de 1830, sin poderse despedir del Mariscal Sucre, la última visita que recibió fue la de Manuelita Sáenz vestida de jineta; emprende desde Bogotá el viaje sin retorno, sin un destino seguro. “Vámonos”  le dice a su criado José Palacios: “Vámonos, que en esta tierra nadie nos quiere”.  Había sido desterrado de su patria, a la cual le sirvió durante veinte años como soldado y magistrado. Páez por un lado y Santander por el otro, se empeñaban en arrancarlo del corazón de los colombianos y para ello inventaron las consejas más atroces con tal de hollar su reputación y su amor a la libertad. A pesar, como el mismo Bolívar afirmó que su: “…único anhelo ha sido el de contribuir á vuestra libertad y á la conservación de vuestro reposo: si por eso he sido culpable, merezco más que otro vuestra indignación” al tiempo que alertaba: “No escuchéis, os ruego, la vil calumnia y la torpe codicia, que por todas partes agitan la discordia. ¿Os dejaréis deslumbrar por las imposturas de mis detractores? ¡Vosotros no sois insensatos!” Así con un pueblo dividido, unos azuzados por sus autoridades le gritaban: “Longanizo” y le arrojaban bosta de vaca y otros agradecidos le rendía honores,  así fue el camino que le tocó transitar hasta San Pedro Alejandrino.
Su muerte desato mayores pasiones, hasta el punto y esto es un dato desconocido por muchos, que Judas Tadeo Piñango, siendo gobernador de Mérida le puso precio a la cabeza de Bolívar y quiso fusilar a Sucre cuando en comisión se trasladó a Cúcuta, en 1830. Además Judas Tadeo Piñango decretó día de júbilo y fiestas en todo el territorio del Estado Mérida, cuando en enero de 1831 se supo la muerte del Libertador.
Ante todo esto, ustedes se preguntaran: ¿Por qué la figura de Bolívar no desapareció del ideario venezolano? Muy sencillo de explicar y difícil de entender, el mismo Páez una vez legalmente en el poder se dio cuenta que era necesario cumplir con la última voluntad del Libertador y repatriar sus restos, ya que su figura y legado estaban latentes en el imaginario nacional; como también es cierto que seguíamos atados a España por el imperio de los símbolos regios. A tal punto, que desde las primeras décadas del siglo XIX, los forjadores de la patria comprendieron su importancia y la urgencia de difundir masivamente los eventos ocurridos durante la guerra de emancipación, exaltando a sus protagonistas con una connotación épica, porque con ello aseguraban la consolidación del ideal nacional y republicano como a reacción lógica que contrarrestaba las fuerzas centrifugadoras del regionalismo exacerbado, las cuales hicieron su aparición después de la disolución del nexo colonial, motivando la fracturación de los estados iniciales como ocurrió con la Gran Colombia.
Esa necesidad de la consolidación del ideal nacional-republicano, llevó a los ideólogos del naciente Estado a estructurar un discurso coherente impulsado desde los más altos niveles del poder, a través de una serie de publicaciones, en las que configuraron la historia oficial, todo esto tuvo su punto de inicio en 1842, con ocasión del traslado de los restos del Libertador desde Santa Marta a Caracas , destacando a Bolívar como el protagonista central, como el “máximo héroe” de la “gesta de la independencia”. A partir de entonces se estructuró uno de los aspectos fundamentales del imaginario de la nación venezolana, el cual está profundamente marcado por el culto bolivariano.
La imagen de Bolívar fue utilizada intensamente durante el siglo XIX en el proceso simbólico de la sucesión del poder. Ante la ausencia del rey de quien solo existía en América su retrato, en su lugar fue necesario instalar una nueva imagen. La importancia de la misma radicaba en el rápido desplazamiento de los símbolos regios por los republicanos, proceso que se había iniciado desde finales del siglo XVIII con la resemantización de los símbolos de diversos orígenes en elementos con una densa carga simbólica, como banderas, monedas, medallas, insignias y otros .
De ese modo, dentro de la masiva difusión, la imagen del Libertador transitó por el proceso de conversión de héroe en símbolo, pues hay una coexistencia entre las alegorías de la libertad, el suelo americano y la patria. Esa tríada simbiótica fue impulsada por los personeros de los Estados Nacionales quienes ordenaron y financiaron la impresión y difusión masiva de los iconos de Bolívar en toda la población . De ese modo, la iconografía del Libertador, se fue manifestando de manera, “…omnipresente a lo largo y ancho del país, y no sólo en el edificio gubernamental o en la lujosa residencia burguesa, sino incluso en el modesto hogar del ciudadano de a pie y hasta en la humilde choza del desheredado de la fortuna…” . Ese incesante tributo al héroe-símbolo de honores y preces, convirtió esta manifestación en una especie de religión, donde Bolívar, ese hombre de carne y hueso, alcanzó la condición de semidiós, de padre nuestro que estás, como diría el poeta Pablo Neruda: “…en la tierra, en el agua, en el aire”. Pues, para nadie es un secreto que “…todo lleva su nombre…” .
La deificación de Bolívar, ha incidido de tal manera en los venezolanos que intrínsecamente se expresa en una relación sociocultural, psíquica, vivencial con su imagen, la que evoca a un héroe o a un pasado glorioso del cual los nacidos en este país son copartícipes y legatarios, lo dijo Juan Vicente González: “El amor a Bolívar forma parte esencial del sentimiento de nacionalidad  y no se concibe que pueda serse hijo de Venezuela sin ser bolivariano.”; es un Bolívar odiado o querido según sean las necesidades de los regímenes que lo administren .Por ello, su imagen ha sido vilmente manipulada con fines políticos y personalistas a lo largo de los siglos XIX, XX y hasta el presente . Con esos designios, los gobernantes de turno en los diferentes niveles y jerarquías del poder político han utilizado la figura del libertador con inconfesables propósitos, alterando en unas ocasiones y en otras falseando descaradamente la Historia venezolana de la segunda década del siglo XIX, cuya situación amerita una necesaria revisión. Contra esta antihistoria Luis Brito García proclamó por una Historia Viva, pero para incurrir en ella era necesario: “…bajar a los personajes de sus altares panegíricos o levantarlos desde sus quintas pailas historiográficas: es preciso rebajar las tintas rosadas y dosificar las negras hasta saber pintar volúmenes con ese claroscuro que llámanos realidad”.
Si bien es cierto que los presidentes Antonio Guzmán Blanco y Cipriano Castro abusaron con su culto enfermizo a Bolívar, con el Presidente Hugo Rafael Chávez ese culto y manoseo interesado al Libertador sobrepaso todos los límites, bajo el pretexto que murió asesinado lo saco de su tumba para poseer sus huesos en las manos y no sabemos para qué otra cosa; agarró su espada libertadora de juguete preferido al mejor estilo hitleriano; lo parafraseo todos los días hasta convertirlo tan bueno para todo como la aspirina y los más grave nos confisco y se apropió de su imagen. Tan es así que en el 2012 nos reveló o develó el misterio del rostro real de Bolívar ; ¿Acaso las imágenes que los bolivarianos(as) tenemos como íconos no son reales? Fuimos engañados durante 200 años, qué diría Don Enrique Uribe White quien después de muchos años de esfuerzo y estudio recopiló la “Iconografía del Libertador” y la publicó en junio de 1967 o el pintor Don Antonio Meucci que logró retratarlo en 1830 a su paso por Cartagena ; ahora falta que a alguien se le ocurra decir que a partir de en ese rostro “real” -lo cierto es que costó mucho rial- Bolívar tenía los ojos azules, el cabello rubio, la sangre noble y a lo mejor, media dos metros. ¿Qué puede importar esto en el país de la desmemoria? De quien menos conocemos es de la vida y la obra de Bolívar y ese conocimiento no se acrecienta ahora con un nuevo rostro, dizque muy real. Tal vez se parecerá a Radonski (sobrino en octavo grado de Bolívar), a Leopoldo López (sobrino en sexto grado de Bolívar) o al mismo Chávez (heredero de su gloria). Esta fue una historia de novela que apenas comenzó, nos quedamos a la espera de más capítulos y con un final que nos dijera cómo murió “realmente” Bolívar. De lo que si estoy bien seguro es que ahora, con tantas sandeces, Bolívar moriría de vergüenza y pediría a gritos, no que “cesen los partidos”, sino que lo dejen descansar en paz.
Bolívar no necesita un nuevo rostro, mucho menos requería de un mausoleo al mejor estilo de los faraones, ni una urna de oro, ni una camisa bordada, después de morir con una prestada; lo que Bolívar merece, son venezolanos de primera dispuestos a mantener y a defender su legado y a comprender su obra. Que dejen, por fin, de manosear su rostro y se acerquen más a sus ideales. Es preferible dejar reposar en paz al Libertador, que seguir invocando su nombre a cada rato. Bolívar tuvo su tiempo y su espacio, donde demostró con creces su grandeza. Lo que Venezuela requiere y clama, no es saber quién está más cerca de Bolívar, sino un proyecto de país que garantice la seguridad ciudadana, el bienestar colectivo y el respeto a nuestra historia, que los héroes permanezcan en sus tumbas, pero su vida, legado y ejemplo, formen parte de nuestra identidad. Bolívar no es una franquicia al alcance de quien la compre. Decía el Dr. Rafael Gallegos Ortiz que: “Quizás a Bolívar no se le tenía odio, sino envidia y terror. Le temen aún, quienes siguen medrando con la soberanía. Las dictaduras uninominales o de grupos, que pretenden amarrar el sol a su destino y olvidar que los cambios constituyen la única eternidad del Universo”. Y precisamente eso fue lo que no entendió el Presidente Chávez, quien cambio el rostro de Bolívar para colocar a su lado el retrato suyo, para pretender ser recordado como el segundo Libertador. La figura de Bolívar no acepta segundones ni comparaciones. Bolívar fue y seguirá siendo único, inequívoco y eterno.    
Culmino señalando lo afirmado por el Dr. Diego Carbonell “El Libertador Simón Bolívar tendrá que volver (…) cuando el bien y la justicia inspire a los hombres, cuando el amor sea una doctrina internacional y no existan sobre la faz de la tierra ni follones, ni gendarmes necesarios, ni prevaricaciones políticas”. En otras palabras, el Libertador Simón Bolívar vendrá pronto a Venezuela para reencontrarse con los bolivarianos, una vez que se hayan marchado los bolivareros. Necesitamos con urgencia que la densidad de su doctrina nos siga señalando el camino a seguir para el logro del progreso y bienestar que la patria clama. Lejos en el tiempo están las acciones, las largas marchas, las brillantes batallas, el duro enfrentamiento con los hombres y con las circunstancias de su época que ya nos llegan atenuados y difuminados en el inevitable gris de la historia. Pero que debemos repasar para entender que tenemos un pasado que nos pertenece y un futuro por alcanzar.
La grandeza del Libertador no sólo reside en sus hazañas de gran guerrero, que peleo en 472 combates, siendo derrotado en apenas seis de ellos; que participó en 79 batallas campales, con riesgo de morir en 25 de ellas; la grandeza de Bolívar está presente también en la profundidad de su pensamiento civilizador que continúa iluminando el paisaje moral de nuestros pueblos, su ideología de libertad quedo impresa en 192 proclamas y 2352 cartas, muchas de ellas dictadas a tres secretarios simultáneamente y varias de esas cartas en idiomas diferentes. El Padre de la Patria, por encima de todos sus hechos trascendentales, fue una conciencia moral cuyas portentosas ideas no tienen eclipse, como dijo Choquehuanca “con los siglos su gloria crecerá como crecen las sombras cuando el sol declina”, mientras la de otros ni siquiera despunta.
La invitación es a leer a Bolívar y así poder entender el significado de su mensaje fundamental que: “cesen los partidos” para alcanzar “...la felicidad de la patria”.
El año 2016  es definitorio para Venezuela, se vislumbra un nuevo amanecer, que Dios quiera no este signado por la tragedia. Será el año más difícil y crucial de toda la vida republicana.
Néstor Abad Sánchez
nesabad@hotmail.com
@nesabad

Merida - Venezuela 

1 comentario:

  1. Excelente artículo orgulloso de ser amigo y compañero de promoción de Nestor.

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