ÁGORA DE IDEAS
El gobierno sigue su camino, anda en lo suyo. Eso de la solución a los
problemas que aquejan a los venezolanos: inseguridad, inflación, escasez,
reducción del empleo, crecimiento de la pobreza… no son más que eso, problemas
de la gente y no entra en la agenda de la oligarquía roja que aspira
perpetuarse en el poder. El ejercicio del poder y de la violencia legítima,
pero ilegítimamente apropiada por ellos, pudiera permitirles seguir gozando de
los privilegios del poder.
No tenemos al frente a un gobierno totalitario, pero hacia allá aspira
llegar la jerarquía roja; la instrumentación permanente de nóminas vinculadas a
integrantes de consejos comunales, a miembros de círculos bolivarianos y
colectivos, a patriotas cooperantes y más recientemente los llamados para la
entrega del carnet de la patria, no son más que mecanismos para el control
social, formas de mantener monitoreados a los suyos y a los contrarios.
La lucha contra la tiranía y los gobiernos despóticos condujeron al
establecimiento de un conjunto de normas que impidieran que esa suerte de
tentación se apoderará del poder. La democracia vino a configurar el mecanismo
para que los ciudadanos de un determinado país lograran superar sus
diferencias, pero, además, para impedir la instauración de regímenes
dictatoriales y totalitarios.
Los individuos de un país no puedan dejar su suerte a lo que decidan los
detentadores del poder, siempre han de estar atentos y participando de aquellos
asuntos públicos que son de su incumbencia y que definitivamente afectan el
normal desarrollo de sus vidas. Habrá instituciones distintas a las del poder
que actuarán, pero siempre será indispensable, en palabras de Ostrogorski, el
poder intimidatorio que ejercen los ciudadanos.
Hasta ahora, el gobierno no ha avanzado más en sus pretensiones
dictatoriales y totalitarias porque los partidos políticos, muchas veces
despreciados por la sociedad, han servido de contención a la desviación
totalitaria. Pero hay que decir más, si ello ha sido así, es porque la sociedad
ha brindado un respaldo extraordinario a las fuerzas políticas democráticas del
país. Si en algún momento el apoyo a los partidos cejara en su intensidad, la
idea totalitaria comenzaría, sin obstáculos, a apoderarse de cada rincón de la
sociedad. Partidos y sociedad democrática han de actuar como una yunta para
detener el propósito comunista.
El apego al ideal democrático ha de ser integro. De nada basta respaldar
unas iniciativas y otras no. Los partidos políticos son instituciones
fundamentales para el desarrollo del ideal democrático y, aun con las
observaciones que sobre ellos hubiere, en algunos casos justificados, de nada
sirve su desaparición o debilitamiento.
En momentos en que el régimen actúa para deslizarse hacia un sistema de
partidos único o hegemónico los sectores democráticos deben responder con un
respaldo público y activo en la renovación que se inicia a partir del 4 de
marzo. Acompañar a Avanzada Progresista
entre otros, en el primer grupo, y luego a las otras organizaciones políticas,
AD, PJ, VP, UNT, MPV y a todas aquellas que decidan participar, tiene un valor
democrático inconmensurable.
Que partidos como el PCV y LCR, esta última nacida del primero, hayan
decidido hacerse a un lado en este proceso, bien por las limitaciones y
obstáculos que impone el régimen o por las debilidades obvias de ambas, es un
golpe sensible al sistema de partidos venezolanos que no puede celebrarse. En
otros tiempos la democracia venezolana aupaba la aparición y participación de
nuevas fuerzas políticas, nacionales o regionales.
Acompañar a los partidos políticos democráticos a transitar por esta
difícil prueba, haciendo que cada uno de ellos pueda renovarse, sería una
respuesta categórica a las pretensiones totalitarias del chavismo.
Leonardo Morales
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
Caracas - Venezuela
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