Algunos se inquietan por la deriva de la
libertad en Estados Unidos, aunque es una de las pocas naciones que eludió los
peligros del totalitarismo o la dictadura. Esa virtud puede ser efecto de que
el fundamento de la sociedad es la autonomía de los estados, y de que la
estructura federal impone que el Estado sea más o menos una convención aceptada
por todos, pero una convención al fin, cuya fortaleza hacia adentro es casi
solo hacer cumplir la ley, y hacia afuera afirmar la seguridad y defensa. Su
constitución garantiza escrupulosamente la libertad de las personas, los
derechos de los estados y la posibilidad de que cada quien busque la felicidad.
No existe una cultura nacional, nada
específicamente norteamericano, y filósofos como Jean Baudrillard y Slavov
Zizek ven al país como un ente sin alma que se traga todo, asimila las culturas
de todas partes. “Lo que no se consigue en NY es porque no existe”, dicen los
newyorkers con razón. Resulta difícil creer que al echar las bases de EEUU,
desde los peregrinos del Mayflower, fueron decisivas variadas sectas religiosas
fanáticas con marcados elementos comunistas y anarquistas, y otras que
practicaban una incipiente economía del mercado. Convivieron además zoaritas,
amanitas, luteranos, auroritas, bethelianos, calvinistas, católicos, y otros.
No hubo algo similar en Latinoamérica sino
la Inquisición y la Compañía de Jesús. Desde 1620 de la colonización de
Massachusets, la iglesia pietista, con el gobernador William Bradford a la
cabeza, y un poco después los cuáqueros o amish, proponían lo que hoy se llama
economía de competencia. Eso hizo rica la primera colonia británica en
norteamérica aunque conflictos en la metrópoli incidieron positivamente. Por
ejemplo, el monarca británico Carlos II tenía un grave problema con William
Penn, un poderoso aristócrata hereje, cuáquero, al que no podía tocar pero
necesitaba quitarse de encima.
Tres males a erradicar
Para ello le otorgó 120 mil kms. de
territorio en la colonia, hoy Pennsilvania. Y aquél funda Filadelfia, la
primera república democrática del mundo en 1682, le da una constitución llamada
Marco de gobierno, que establece el sufragio, los derechos individuales y que, cien
años después, inspira la Constitución de Estados Unidos que George Washington
hace aprobar ahí mismo. De acuerdo con Historia de las sociedades comunistas
norteamericanas de Charles Nordhoff, esas sectas, hermandades e iglesias se
lanzaron a la conquista territorial.
A un extremo la cofradía de la Segunda
Aparición de Cristo o shakers, cuyos miembros eran desde encratistas, que
prohibían las relaciones sexuales e incluso el matrimonio, hasta los
Perfeccionistas, que propiciaban el amor libre. El primer experimento comunista
moderno ocurre en Estados Unidos durante el siglo XIX y no en Rusia del XX.
Robert Owen compra a la secta economita la comunidad de Armonía dedicada a la
carpintería, impresión, destilación, fundición y muchas otras actividades en términos
altamente productivos.
Después de iniciar con mal paso, decreta
una Constitución de Igualdad que se propone el ideal utópico de pasar de la
competencia a la cooperación. Declara que “libraré a la Humanidad de sus tres
males más monstruosos: la propiedad privada, la religión irracional y el
matrimonio…”. Y en poco tiempo una comunidad productiva modelo se convirtió en
abandono, decadencia, caos. Entran en conflictos judiciales por pago de deudas
y Owen se rinde y regresa vencido a Europa, quebrado después de haber perdido
cuatro quintas parte de su fortuna.
Hombre nuevo estafador
En apenas dos años, el socialismo logró
convertir aquel emporio de riqueza y productividad en un antro de pleitos y
escasez. Otro de los grandes teóricos socialistas, es el francés Etienne Cabet,
ya famoso por sus obras Viaje… a Icaria y El verdadero Cristianismo… en las que
reivindica los modelos utópicos de Moro y Campanella. Logra que mil quinientos
peregrinos se embarquen de Francia a EEUU en 1848, comprometidos a aceptar a
Cabet en condición de dictador por una década. Establece Icaria en
Navoo-Illinois, una próspera comunidad en aquel entonces más grande y
productiva que Chicago.
“Nuestro programa es el comunismo racional
democrático: aumento de la producción, reparto equitativo, supresión de la
miseria…”. Cabet implanta un régimen autoritario en el que las mujeres carecían
de voz y la comunidad entera de voto, con una sentencia apabullante… “el pueblo
debe estar protegido de la tentación de buscar la verdad por el contraste de
opiniones”. Las familias vivían en casas iguales, con cuartos iguales, el mismo
mobiliario y los padres delegaban la educación de sus hijos en la comunidad.
Se repite la historia. Al poco tiempo
Icaria está en decadencia y las arbitrariedades del dictador hacen que Ia
colectividad se divida y se retire gran parte de los integrantes para fundar
una nueva colonia. El hombre nuevo que se proponía alumbrar, termina en
reyertas, pleitos judiciales, infidelidades, traiciones y estafas. El
colectivismo es estructuralmente perverso y todas sus versiones en el tiempo
conducen a lo mismo: pobreza, dictadura, violencia, sufrimiento. La sociedad
norteamericana logró tragarlo y asimilarlo, como seguramente hará con cualquier
otro peligro.
Carlos Raúl Hernández
@CarlosRaulHer
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