NM y su
régimen después del intento de apresamiento policial del presidente de la
asamblea nacional –que conduce una acción política legítima para reinstalar la
democracia- se atreve a provocar la indignación social, cuando disparatadamente
violenta el derecho sagrado a que el ciudadano, cristiano por excelencia, pueda
orarle a la Divina Pastora. Su torpeza y la intención de privación sobre el
venezolano lo ha llevado a crear un detonante mayor cuando con sus anuncios
económicos del día de la Divina Pastora genera un alza repentina de los
precios, que ya ahogan a la mayoría de los venezolanos.
NM se amarra
a la antipolítica junto al militarismo obsecuente, muestra odio por la
política, la desprecia y con una interpretación errónea y descentrada, quiere
resolver por medio de la polemología una delicada coyuntura política envuelta
en la conflictividad extrema. NM muestra una conducta personal que habla del
pánico, pánico que sufre frente a la realidad del fracaso de su revolución.
Está ahorcándose y no cree en la transición política, menos en la conciliación
y, por ende, niega la negociación que obligaría a un diálogo… Pero esta vez con
el 82% que está dispuesto a ejecutar un proceso de transición política.
NM y su
bestiario militarista no quieren saber de la sociedad venezolana, esa que ya se
hastió, que está dispuesta a accionar ya como ciudadano repúblico. Ciudadano
repúblico quien se le obligó a obedecer a una mafia instrumentada por la
presencia revolucionaria comunista cubana, que nada tiene que ver con el
gentilicio democrático de los venezolanos. Ese venezolano demócrata que
básicamente desprecia el militarismo y el cubanismo simplista e inmoral, que no
sabe de la raza venezolana y su talante y abultado coraje para vivir en
decencia, con libertad y seguridad.
El ciudadano
venezolano hoy está diciendo lo que ha dicho desde el 20 de octubre de 2016 ¡Ya
basta! El ciudadano venezolano demandó un referéndum revocatorio, que
arbitrariamente lo negó el Estado Polémico, Estado Barbarie, que aún pretende
imponer sin comprender que la mayoría de los venezolanos están dispuesto a
construir mediante la transición política una nueva república, república que
frenará la violencia y la antipolítica, pero además desechará la ideologización
anclada en el hambre y la autocracia militarista.
El ciudadano
reclama el ejercicio de la política entendida como la actividad que permite
conciliar todos los intereses hasta los divergentes, en esto que se conoce como
sistema político venezolano y el protagónico papel y respeto a la Constitución.
El ciudadano está claro que después de 18 años y haber pasado toda la
arbitrariedad, engaño y maniobra del postchavismo castrista, este proyecto
demoníaco y atrabiliario llegó a su fin. Fin que es el inicio de una
Participación Política Contendiente, para que por vía de la Transición Política
Concertada surja y crezca una respuesta política mediante la resistencia civil,
que tiene como fundamento la desobediencia al gobierno y se alcance la
democracia liberal.
Democracia
liberal que es política, es el empleo de la política con y mediante un gobierno
de una comunidad civilizada, con un ciudadano repúblico donde se orillan las
intrigas, el conflicto y las rivalidades para que crezcan distantes al
primitivismo social soluciones con límites. Límites para que se fortalezca la
paz social, para que se otee el futuro y para que crezca, cada vez más, la
democracia liberal. Los ciudadanos venezolanos en el 2019 no están dispuestos a
tolerar más un régimen militarista y el oprobioso patriota cooperante,
desgracia y vergüenza que muestra el modelo del postchavismo cubano.
Entonces, la
democracia liberal más el ciudadano vigilante interesado en la política,
orillarán el conflicto y la conflictividad para que crezca la decisión
venezolanista de reemplazar y desplazar la vergüenza de la revolución bonita, a
los generales marxistas, al dolo, a la exponencia corrupción, responsables
todos de la destrucción del sistema político venezolano. La democracia liberal
y el ciudadano, centro y pivote de esta transformación, serán capaces de contener
al conflicto y la conflictividad, entonces crearán nuevos umbrales para la paz
social.
La
democracia liberal y el ciudadano dispuesto a ejercer la transición política
como una real acción política colectiva, cerrarán este ciclo vergonzoso donde la
huella de regresión en la política de unos desalmados dará paso a la
transición. Es tiempo para la política, para el imperio de la Constitución,
para el brillo del saber y el conocimiento con lo cual surgirá la nueva
república. Una república que, alejada del conflicto improductivo y una sociedad
abrazada a la civilidad y la política, sirvan de expresión a la postmodernidad
en la cual se privilegia el espacio público propio de la ciudadanía, de una
gran nación que deberá esforzarse en tener instituciones justas y distantes de
la perversión ideológica y del maldito militarismo.
José
Machillanda
@JMachillandaP
Director de
CEPPRO
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