Cómo
se conjuga el hambre? Solo en primera persona. Hay que sentir y oír en carne
propia los estragos que nos causa la falta de nutrientes para poder acercarnos
a la comprensión de un flagelo universal causado por nosotros mismos.
El
hambre se sufre en solitario, en las entrañas de cada uno, y en ella se reduce
toda la historia del hombre que no es más que la historia del hambre
Hay
que vivirla para imaginarla y escribirla. Porque, al final, resulta que lo
alimentario es un problema político.
Se
equivocó Malthus con sus especulación demográfica y hay comida suficiente como
para alimentar a todos los habitantes del planeta, al menos teóricamente. Hay
capacidad productiva para lograrlo. Las dificultades surgen con la repartición
y el manejo ideológico ya que, como dice Paolo Rossi, las hambrunas son muy a
menudo “el resultado de decisiones políticas equivocadas o imprudentes”. Eso lo
sabemos nosotros hoy mejor que nadie.
Mientras
en el mundo la paradoja es que hay mil millones de personas que sufren de
sobrepeso y ochocientos millones que no tienen lo suficiente para comer, lo que
pasa entre nosotros es que habiendo suficiente capacidad de producción somos
incapaces de abastecernos no por razones económicas sino políticas. Aquí todo
el mundo está a dieta. Obligado.
Nuestro
devenir humano ha estado marcado siempre por la comida porque sin comida nada
de lo demás es posible. Se requieren fuerzas para luchar y hay quienes piensan
que los hambrientos no se rebelan porque para rebelarse hay que tener músculo,
fuerza, y no hay nada más débil que un hambriento sumido en la inacción. Sin
embargo, luchamos.
Hubo
una época en que la gente se ganaba la vida dejando de comer. Ahí tenemos, por
ejemplo, el relato de Frank Kafka sobre el artista del hambre. Kafka cuenta la
historia de un ayunador de oficio encerrado en una jaula donde la gente acudía
para ver hasta donde aguantaba. Incluso tenía vigilantes para que no cometiera
fraude. Era un ayunador de oficio y al final confiesa que simplemente no comía
porque no encontraba comida que le resultara atractiva. Entre nosotros este
ayunador de hoy moriría de hambre ante tanta competencia. Nos hemos convertido
en artistas de la subsistencia.
Tratando
de entender la diáspora venezolana, la primera causa que nos viene en mente es
la comida. Es la motivación originaria desde que el humano convertido en
cazador comenzó a emigrar en busca de los grandes mamíferos, es decir, el
alimento. Desde entonces, no nos hemos detenido. Seguimos el instinto de los
primeros cazadores y nos desplazamos hacia donde está la comida. Nadie se va de
la abundancia. Nadie se va de donde hay comida. El hambre ha sido compañera de
viaje en toda la historia de la humanidad.
Es
tiempo de volver a sentarse a la mesa. Tenemos derecho al golpe. No ha uno,
sino a los tres golpes diarios que instauró la democracia y que hoy, para
muchos, no son más que nostalgia.
Miro
Popic Editor
@miropopiceditor
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