Dicen que a Ariel Sharon una vez un periodista le
preguntó que si, ante el conflicto con los palestinos, él veía luz al final del
túnel. Su respuesta fue: “La luz la veo, lo que no veo es el túnel”.
¿Cuántas veces los venezolanos, durante esta pesadilla
que ya contabiliza 20 años, no hemos visto luz al final del túnel? Viendo o no
viendo el túnel.
Hasta donde la memoria me alcanza, recuerdo los
impactantes sucesos del 11 de Abril de 2002 en donde creímos que el mandado
estaba hecho. Luego el Paro de Diciembre de ese mismo año que se prolongó hasta
Enero 2003.
Posteriormente, el Referéndum Revocatorio del 2004 y
las elecciones de 2007, ocasión en que por primera vez el chavismo le otorgó la
victoria a la oposición (léase bien, “le otorgó”…).
Las elecciones Chávez-Capriles de 2012. Mejor no
comentar. Seguidamente, la muerte de Chávez en 2013, con lo que mucha gente
pensó que ya a esto le quedaba poco. Lo mismo supusimos con la llegada de
Maduro al poder: este no dura ni 6 meses.
Finalmente, las protestas de la llamada ‘Salida’ en
2014 y sobre todo, las enormes manifestaciones de 2017, que durante casi 4
meses sacudieron a toda Venezuela, cobrando múltiples vidas de jóvenes
venezolanos, así como miles de heridos, detenidos, torturados y exilados.
¿Me salté una? ¿Me faltó una?
De tal manera que para nosotros los venezolanos – con
especial mención, si se me permite, hacia quienes han permanecido en Venezuela
durante todos estos años – el final tan deseado de esta catástrofe lo hemos
sentido varias veces muy cerca.
Y a la vez, frustrantemente, muy lejos.
De allí que uno, a pesar de percibir que se está
presentando una posibilidad inmensa de éxito esta vez, sea reservado con
respecto a hacerse demasiadas ilusiones.
No cabe la menor duda que los signos son muy
positivos. Se están produciendo hechos inéditos con una fuerza desmesurada, que
hacen presagiar buenos resultados.
Como lo he dicho en privado lo repito: las condiciones
(¡todas!) para salir de esta satrapía criminal castro-chavista (con sus
derivaciones maduristas y diosdadistas) que se entronizó en el poder en
Venezuela, son innumerables e inmejorables.
Y difícilmente podrían repetirse en mucho tiempo.
Tanto a lo interno del país como a lo externo.
Esta es nuestra mejor oportunidad en todos estos años.
Nos toca aprovecharla. Nos toca administrarla. Nos toca hacer uso eficiente de
ella.
Nos toca ser muy inteligentes. Nos toca actuar con
pasión pensando con la cabeza fría.
En política nunca existe la última batalla. No existe
la última oportunidad. Siempre los acontecimientos políticos generan sus
propias soluciones. El problema es cuándo.
Ni pensar cómo fueron estas últimas Navidades en
Venezuela. Cómo estaban los ánimos. Cómo se anclaba la tristeza, la
desesperanza. Esa terrible sensación del más nunca.
Y cómo en menos de 15 días, frente a una fecha como el
10 de enero a la que por cierto algunos factores políticos no le estaban dando
la importancia debida, el país democrático y decente se levantó como un
tsunami.
Un maremoto capaz de arrasar de una buena vez con los
autores del peor período social, económico y político de nuestra historia
contemporánea.
Hoy contamos con muchos apoyos. En particular, los de
muchos países del mundo.
Pero el papel fundamental nos toca interpretarlo a
nosotros los venezolanos. Si hacemos las cosas bien, nuestras probabilidades de
éxito son enormes.
Manejemos las expectativas con cuidado. Manejemos las
informaciones con criterio. Manejemos nuestras esperanzas con inteligencia.
Manejemos nuestras actuaciones con coraje, sentido
común, determinación y claridad.
Como dice Juan Guaidó…. ¡vamos bien!
Bernard Horande
bhorande@gmail.com
@BHorande
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