Algunos piensan que el dictador venezolano Nicolás
Maduro demostró en los últimos días que tiene un control firme sobre los
militares, y que por lo tanto podrá atornillarse en el poder para siempre.
Pero esa podría ser una lectura equivocada de lo que
está pasando en Venezuela.
Los problemas de Maduro empeorarán. Con o sin una
intervención militar —vuelvo a este punto enseguida— su régimen ilegítimo está
acorralado, aislado y es cada vez más inviable.
Maduro bailó en público el 23 de febrero, tratando de
mostrar como una victoria su sangrienta represión contra los voluntarios de la
oposición que intentaban llevar ayuda humanitaria a Venezuela. Pero esa imagen
no lo va a ayudar.
Primero, el aislamiento internacional de Maduro
seguirá creciendo. Estados Unidos y más de otros 50 países, incluidos Canadá,
Alemania, Francia, Gran Bretaña, España, Brasil, Colombia y Argentina, ya han
reconocido al Presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó,
como el presidente interino legítimo de Venezuela.
El lunes, Corea del Sur anunció que se unirá a la
lista de países que reconocen a Guaidó. Y varios presidentes latinoamericanos,
el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, y otros altos funcionarios del
Grupo de Lima acordaron el lunes en una reunión en Bogotá, Colombia,
intensificar y ampliar las sanciones diplomáticas y económicas contra Maduro.
“Vamos a estar mucho más activos a nivel internacional
para ganar nuevos países en Europa, Asia y África” y lograr que reconozcan a
Guaidó, me dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Roberto Ampuero,
después de la reunión. “No vamos a quedar solo el Grupo de Lima”.
En segundo lugar, los ingresos extranjeros del régimen
de Maduro disminuirán en los próximos meses, a medida que se apliquen las
sanciones estadounidenses e internacionales. Estados Unidos ya ha anunciado
medidas que reducirán drásticamente las exportaciones de petróleo de Venezuela,
la mayor fuente de ingresos del país.
Estas medidas congelarán unos $7,000 millones en
activos venezolanos y resultarán en una disminución de $11,000 millones en las
exportaciones venezolanas este año, según funcionarios estadounidenses.
Tercero, a diferencia de lo que ocurrió en Cuba con la
ex Unión Soviética, Maduro no tiene una superpotencia dispuesta a defenderlo a
cualquier costo.
Rusia dice que apoyará a Maduro, pero no va a mover un
dedo si el presidente Trump rompe su vergonzoso silencio sobre la invasión rusa
a Crimea, y le dice a Vladimir Putin: “Si tú te metes en mi vecindario, yo me
meto en el tuyo”. Y China está principalmente preocupada por poder cobrar sus
préstamos, algo que Guaidó ya ha prometido hacer.
Cuarto, no está claro por cuánto tiempo más las
fuerzas armadas de Venezuela respaldarán ciegamente a Maduro.
La mayoría de los soldados uniformados venezolanos que
bloquearon la ayuda humanitaria y dispararon contra voluntarios desarmados de
la oposición en la frontera colombo-venezolana el 23 de febrero no eran
miembros del Ejército o la Guardia Nacional, sino de las fuerzas paramilitares
de Maduro, o colectivos. Puede que Maduro no se animó a pedirles al Ejército y
a la Guardia Nacional que dispararan contra la gente.
En quinto lugar, si bien es probable que no haya una
intervención militar estadounidense o internacional en un futuro próximo,
podría haber presiones crecientes para una intervención de las Naciones Unidas
en el futuro.
Prácticamente todos los países de América Latina y
Europa que apoyan a Guaidó, incluidos Colombia y Brasil, declararon el lunes
que no respaldarán una intervención militar estadounidense o internacional.
Pero si la crisis humanitaria de Venezuela continúa empeorando, eso podría
cambiar.
Más de tres millones de venezolanos ya han huido de
Venezuela, y su número puede aumentar a 10 millones en los próximos cuatro
años, según el secretario general de la Organización de los Estados Americanos,
Luis Almagro.
En resumen, salvo un milagro —como lo sería un gran
aumento en los precios del petróleo, que pocos esperan— Maduro lleva las de
perder. Sus problemas irán en aumento, y estará bajo una creciente presión
interna y externa para acordar una solución política que conduzca a un
restablecimiento de la democracia.
Andrés Oppenheimer
@oppenheimera
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