Será
interesante repasar como se gesta el camino al socialismo, tomando como ejemplo
la experiencia europea, donde este nació y se plasmó en todas sus formas y
variantes posibles. Y de paso recordar, llevados de la mano de un maestro
genial, como el socialismo gestó -en última instancia- y permitió la aparición
del nazismo y el fascismo, al punto de concluir que, sin el socialismo, tanto
el fascismo como el nazismo hubieran sido imposibles.
"En
los países de Europa central, los partidos socialistas habían familiarizado a
las masas con las organizaciones políticas de carácter paramilitar encaminadas
a absorber lo más posible de la vida privada de sus miembros. Todo lo que se
necesitaba para dar a un grupo un poder abrumador era llevar algo más lejos el
mismo principio, buscar la fuerza, no en los votos seguros de masas ingentes,
en ocasionales elecciones, sino en el apoyo absoluto y sin reservas de un
cuerpo menor, pero perfectamente organizado. La probabilidad de imponer un
régimen totalitario a un pueblo entero recae en el líder que primero reúna en
derredor suyo un grupo dispuesto voluntariamente a someterse a aquella
disciplina totalitaria que luego impondrá por la fuerza al resto."[1]
Hayek
describe aquí las condiciones previas reinantes a la aparición del fascismo en
Europa. Su tesis consiste en afirmar que -en primer lugar- el aspirante a
dictador debe reunir en torno suyo un "grupo dispuesto voluntariamente a
someterse a aquella disciplina totalitaria que luego impondrá por la fuerza al
resto". El totalitarismo es sólo posible en la medida en que exista o
pueda conformarse un grupo de fanáticos adictos al aspirante a dictador que lo
acepten por propia voluntad y -naturalmente- adhieran a sus convicciones,
aspiraciones y planes de dominación. Resulta aparentemente contradictorio
afirmar que un grupo menor, por mejor organizado que este, pueda aplicar su
disciplina totalitario al resto, ya que este resto implica un mayor número de
personas que las del grupo totalitario. La solución a este aparente dilema por
el cual una minoría se estaría imponiendo sobre una mayoría la da -a nuestro
juicio- el hecho de que quien detenta realmente la fuerza es quien la ejerce.
Lo que parece ser lo explicado en el párrafo siguiente:
"Aunque
los partidos socialistas tenían poder para lograrlo todo si hubieran querido
hacer uso de la fuerza, se resistieron a hacerlo. Se habían impuesto a sí
mismos, sin saberlo, una tarea que sólo el cruel, dispuesto a despreciar las
barreras de la moral admitida, puede ejecutar."[2]
El
uso de la fuerza es exitoso en la medida que no encuentre tenacidad alguna que
se le oponga. Y esto puede ocurrir cuando solamente aquel o aquellos sobre los
cuales se pretende ejercer la violencia se consideraren si mismos ineptos para
hacerle cara. No hay otra posibilidad, ya que si estuvieran de acuerdo con los
violentos no sería necesario hacer uso de la fuerza por parte de estos ni
resistirla por parte de los violentados. Nótese que las reticencias de los
partidos socialistas europeos no tuvieron analogía con la del partido
bolchevique ruso, que se impuso por la fuerza en lo que luego fue la I.R.S.S.
Sigamos con Hayek:
"Por
lo demás, muchos reformadores sociales del pasado sabían por experiencia que el
socialismo sólo puede llevarse a la práctica por métodos que desaprueban la
mayor parte de los socialistas. Los viejos partidos socialistas se vieron
detenidos por sus ideales democráticos; no poseían la falta de escrúpulos
necesaria para llevar a cabo la tarea elegida."[3]
Sin
duda, esos "reformadores sociales" estarían pensando en la
experiencia soviética. La tarea elegida era la de forzar un régimen planificado
de gobierno. Esos métodos -según parece derivarse del texto- son los
antidemocráticos, que fueron los empleados -v.g.- por los rusos. Evidentemente,
Hayek no se está refiriendo a los socialistas marxistas, sino a otro tipo de
socialistas, ya que es sabido que los marxistas son partidarios expresos del
uso de la fuerza, y se hallan en contra de la democracia a la que consideran
una superestructura burguesa de dominación, es decir, una ideología en el sentido
marxista del término. El párrafo ha de aludir, entonces, a lo que se conoce
como el socialismo democrático, o bien, socialdemocracia.
"Es
característico que, tanto en Alemania como en Italia, al éxito del fascismo
precedió la negativa de los partidos socialistas a asumir las responsabilidades
del gobierno. Les fue imposible poner entusiasmo en el empleo de los métodos
para los que habían abierto el camino. Confiaban todavía en el milagro de una
mayoría concorde sobre un plan particular para la organización de la sociedad
entera."[4]
Es
decir, no reconocían que sus planificaciones no podían lograr el consenso de la
gente, sino que debían exigirse por la fuerza, por lo imposible de un acuerdo
mayoritario sobre una planificación determinada. Y no deseaban hacer uso de la
fuerza para obligarlo, por sus convicciones democráticas (siempre entendiéndose
que no se habla de partidos marxistas, sino socialistas no marxistas). Tampoco
quisieron convencerse de que sus ansias planificadoras sólo podían instituirse por
medio de la fuerza. Aunque no queda del todo claro a que "entusiasmo"
se refiere el autor, excepto que la palabra se utilice desde el punto de vista
de los fascistas, que si demostraron entusamo en establecer sus planes por
medio de la violencia física.
"Pero
otros habían aprendido ya la lección, y sabían que en una sociedad planificada
la cuestión no podía seguir consistiendo en determinar qué aprobaría una
mayoría, sino en hallar el mayor grupo cuyos miembros concordasen
suficientemente para permitir una dirección unificada de todos los asuntos; o,
de no existir un grupo lo bastante amplio para imponer sus criterios, en cómo
crearlo y quién lo lograría."[5]
Esos
"otros" eran los nazis fascistas. Lógicamente, si se confiaba en el
voto de la mayoría se corría el riesgo que esa mayoría no aprobase la
planificación elegida por el panificador. Y el aspirante a dictador no podía
transitar con un peligro semejante. Pero era necesario que el dictador tuviera
algún apoyo que -a su vez- fuera suficiente como para permitirle llevar a cabo
sus siniestros planes antisociales.
[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de
servidumbre. Alianza Editorial. España. pág. 176-177
[2]
Friedrich A. von Hayek, Camino…ibidem.
[3] Friedrich A. von Hayek, Camino…ibidem.
[4] Friedrich A. von Hayek, Camino…ibidem.
[5] Friedrich A. von Hayek, Camino…ibidem.
Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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