La semana anterior concluyo con diversos
acontecimientos nefastos. Indicadores y
ratificadores de la terrible situación venezolana. Son de variable índole, pero
forman parte de una fina estrategia cimentada a golpetazos de arbitrariedad en
el último decenio con la única finalidad de hacer expedita y viable la
consolidación del totalitarismo.
DGSIM.
Es comúnmente aceptado que en las fuerzas armadas de cualquier país exista un
servicio de inteligencia o contrainteligencia militar. En la época de la penúltima
dictadura castrense se le denominaba SIFA o Segunda Sección del Estado Mayor.
Estaba a cargo de oficiales activos y desempeñaron a cabalidad sus funciones
represivas. Lo que en aquél entonces no hizo la dictadura que gobernaba en
nombre de la FAN; fue la de emplear como torturadores de primera línea a
elementos activos que conformaban la oficialidad y sub oficialidad. La infame y
criminal tarea la delegaban en los torturadores del llamado “gang de la muerte”
de quienes formaban parte de la Seguridad Nacional dirigida por Pedro Estrada.
Cuando los jefes milicos de aquel entonces decidieron matar a dos oficiales
activos; lo hicieron con elementos civiles pertenecientes y dependientes del
ministerio de relaciones interiores; producto de una especie de complejo
institucional. En uno de ellos (capitán Wilfrido Omaña) designaron a un sub
oficial del SIFA para que acompañara a los civiles, quienes acompañaron al
infame delator (un teniente activo del ejército) que fueron los que perpetraron
el vil asesinato. Es decir, la labor sucia,
se la dejaron a los sicarios civiles de la policía política.
Con estupor y asombro Venezuela y el mundo
pudieron ver a un imberbe primer teniente de la fuerza aérea uniformado,
luciendo su única estrella, rindiendo testimonio directo y documentado de todas las torturas y
demás delitos infligidos a oficiales activos como él en contra de oficiales
también activos. De igual modo circulan por las web fotografías con nombre y
apellidos de diversos oficiales pertenecientes al ejército, armada y guardia
nacional. Esta caterva de hampones de la peor calaña son egresados eméritos de
las cuatro academias que forman a los oficiales de la fuerza armada venezolana.
Los videos de un coronel amarrado de manos en la espalda, vendado y en el suelo
es prueba de la felonía sin parangón alguno. Un capitán negándose a ingerir
alimentos por la secuela de los desmanes cometidos en contra suya; mostrando el
envase contentivo de orina con sangre es aleccionador. Demás está decir que
este pseudo bagaje académico (con rango universitario) formativo, intelectual y
ético provenientes de las cuatro academias de la autodenominada FANB están mal
(“formando”) a potenciales milicos delincuentes, carentes de consciencia
ciudadana y republicana. Putrefacta doctrina que han aprehendido a través de la
peculiar y novísima doctrina represiva implementada por el ejército cubano que
mangonea y carajea sin límite alguno a la oficialidad venezolana.
MAGNICIDIO.
En Venezuela resulta un lugar común hablar de los intentos recurrentes de
atentar contra la vida del presidente de la república. Ni Stalin, Hitler,
Mussolini, Pinochet, Anastasio Somoza, Marcos Pérez Jiménez y Rafael Leónidas
Trujillo fueron objeto de reiterados atentados. Al paso que vamos superaremos a
los intentos perpetrados en contra de Fidel Castro.
El falaz ritornelo hubimos de constatarlo
recientemente con la detención arbitraria del jefe de secretaría del presidente
(i) Juan Guaidó; Roberto Marrero y de su chofer. Previo secuestro de tres horas
de un diputado de la Asamblea Nacional con la anuencia inaudita y complaciente
de los dos fiscales del ministerio público participantes en la felonía. ¡Mismo
procedimiento, idéntico estilo! Una orden judicial emanada por una juez
prevaricadora. Presencia alcahueta de dos fiscales del ministerio público.
Despliegue policial desproporcionado. “Siembra” de armas (un fusil y una
granada. Le faltó un cortaúñas que puede ser utilizado como estilete)
destinadas a la desaparición del usurpador. Acto de oscuridad absoluta entre
“gallos y media noche”. Lectura del parte oficial emanado por el milico de
mirada torva y evasiva que dirige el mal llamado ministerio del interior y de
justicia.
Los compatriotas y extranjeros que
habitamos la nación no nos “chupamos el dedo”. A todos se nos esboza una
sonrisa socarrona ante el nuevo sainete que se encuentra en pleno desarrollo.
Sin embargo es menester hacer notar que ésta provocación está dirigida (más que
a Guaidó) al presidente Donald Trump. Se trata de pulsar la reacción de éste
ante las bravuconadas maduristas. Por ahora (de manera instantánea) se produjo
una nueva sanción restrictiva de índole
económico-política, (BANDES, Banco de Venezuela etc.) que ejerce más presión en
contra del agonizante régimen. ¡Por aquello de que todas las opciones están
sobre la mesa! Según Trump…
El desenlace de la tragedia venezolana
está a la vuelta de la esquina. En el ínterin, numerosos politólogos,
estrategos, opinadores, médiums, practicantes de cartomancia, astrólogos etc.,
continúan haciendo sin número de pronósticos. Se trata de la crónica de una
muerte (del régimen) anunciada.
VARGAS.
Nuestra historia republicana ha estado signada bajo un enfrentamiento entre la
civilidad y los cuarteleros. El primer presidente civil, -luego de la Cosiata-
el eminente médico, patriota y republicano, doctor José María Vargas, hubo de
enfrentarse contra lo peor de la milicia independentista emergente. Su aleve
agresor fue el teniente coronel Pedro Carujo.
Digo peor, porque Carujo intentó asesinar a Simón Bolívar el 25 de
septiembre de 1828. Mató con un sablazo y un balazo a su edecán Guillermo
Fergunson. Paradójicamente el Libertador había designado a Carujo para presidir
la Escuela Militar que se fundó en Bogotá en aquel año. De igual modo, por
inexplicables acciones ocasionales y subsidiarias; en la conjura fallida contra
el presidente constitucional de 1835, estuvo íntimamente coludido con el
oficial Andrés Ibarra. Edecán y pariente de Bolívar en el fatídico hecho
septembrino donde le quedó como huella imborrable un brazo mutilado. El colofón
de aquella triste “aventura” fue la muerte del jefe de la conjura como
consecuencia de heridas en combate con motivo a su detención luego de la
cruenta derrota milica. También había sido condenado a muerte este mismo año
por el tribunal correspondiente. De la primera sentencia se había salvado
producto de los inefables indultos colectivos tan en boga siempre dañinos por
las consecuencias ulteriores.
Parece que el espíritu de Pedro Carujo
ronda de manera permanente en nuestro país. Pareciera que no merece el
“descanso eterno”. En marzo de 2019 un redivivo chafarote milico, egresado de
academia militar, culpable de la muerte culposa de un cadete en una marcha
forzada de entrenamiento.
“Culillúo” de excepción. (Dejó “con los crespos hechos” a Chávez en dos
ocasiones). Mangoneador en ejercicio del Estado Vargas se le ha ocurrido la
brillantísima idea -producto de inaudito desconocimiento global reforzado por
pertinaz embriaguez etílica- de proponer el cambio de nombre del Estado Vargas
por el de Estado La Guaira. Su único argumento es que la gente cuando se
dispone a ir a dicha entidad dice “vamos pá laguaira”. Ante tan sesuda e
irrebatible argumentación veremos en los próximos días el formal cambio de
nombre avalado por un írrito y obsecuente poder legislativo regional. Ya no se
trata de la irrupción recurrente en Venezuela de nuevos carujos. Ahora se
trata, simplemente, de la irrupción de nuevos carajos.
La semana que comienza está signada por
acontecimientos que tienen que ver con los tres tópicos tratados en el escrito.
En el ínterin continuamos en espera de lo indetenible. Bien sea con, o sin
participación popular proactiva.
José
Rafael Avendaño Timaury
Cheye36@outlook.com
https://jravendanotimaurycheye.wordpress.com
@CheyeJR
No hay comentarios:
Publicar un comentario