La respuesta la dio el mismo Maduro: “a la clase
obrera aún le falta mucho para poder asumir la conducción de la economía
nacional”. Recientemente, en el congreso del PSUV expresó: “hasta ahora han
fracasado los modelos productivos chavistas y la responsabilidad es mía, tuya
de todos”. Bernal corona el frasco al decir: “no supimos gerenciar las empresas
expropiadas y las llevamos al fracaso”.
La explicación a este fracaso comunista es aún más
sencilla y era hasta predecible. En tiempos de la Colonia, el 80 por ciento de
la población venezolana era pobre, ignorante y rural, fruto de la paternidad
irresponsable que es la única causa de nuestra marginalidad social. Una clase
desvalida y abandonada, donde la ignorancia, la miseria y la pobreza era lo
normal. Este gigantesco estrato se mantuvo silente hasta que el petróleo
provocó su éxodo masivo con el rancho a cuesta a las hasta entonces tranquilas
ciudades.
Ese indio disfrazado de trabajador con pocas ansias de
superación, sin noción del ahorro o de la previsión, y representado por la
figura de Juan Bimba, era el prototipo de nuestro pueblo. Con el capitalismo y
a través de esfuerzo, trabajo y superación progresó a una próspera y asombrosa
clase media. Esta es la estirpe que el chavismo quiere acabar al mismo tiempo
que estimula la vagancia entre la población indolente con fines proselitistas y
no sociales.
Ante de la de la diáspora actual se calcula que unos
diez millones de ciudadanos eran verdaderamente productivos al país. El resto
no es que sea malo, pero se divide en los que aportan muy poco que son la
mayoría; los que no son delincuentes propiamente dicho pero son incapaces de
mantenerse honrados (bachaqueros, marañeros, saqueadores), los marginados que
son una carga negativa para el progreso y unos miles de delincuentes chavistas
que son una plaga a exterminar.
Mientras esto no se entienda y existan socialistas
soñadores seguiremos iguales. La formación profesional, el estudio la
meritocracia y el capitalismo son la
fórmula del éxito. No se puede colocar al portero a
que dirija la fábrica, ni a un chofer de bus a que gobierne un país. Por eso
estamos como estamos. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto García Mac Gregor,
@GarciaMacGregor
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