Después de 30 años sin sentarse a tratar temas de
interés mutuo en el más alto nivel, este próximo 9 de abril Europa y China se
verán las caras en un importante encuentro.
La influencia geopolítica de China en estos años se ha
acrecentado de manera considerable hasta el punto de que hoy quieren disputarle
a los Estados Unidos un alto nivel de gravitación en el continente europeo.
Estos dos titanes intentan enamorar a sus líderes políticos cada uno con un
tono y sesgo diferente. Pero al contrario de los Estados Unidos, quien
considera a Europa como una unidad indivisible, la carta que se juega China es
la de “divide y vencerás”.
Es así como esta semana el Presidente Xi Jinping
inició una ronda de conversaciones con Italia, separada del resto de la Unión,
a fin de anudar oportunidades de cooperación e interacción dentro del marco del
programa chino de la Nueva Ruta de la Seda.
Roma rompió filas con sus compañeros europeos y firmó
un conjunto de acuerdos bilaterales que comprenden inversiones chinas en
sectores determinantes de la economía italiana. Puertos, banca, construcción y
agricultura son los que más se beneficiarían de esta cooperación. Italia sería,
de esta forma, la primera beneficiada de los monumentales fondos para
desarrollo de infraestructura de los chinos, desasociada del resto de los
miembros de la Unión y sería igualmente la primera potencia miembro del Grupo
de los 7 en aceptar dinero ofrecido por el gigante de Asia.
En Bruselas esta bilateralidad no está siendo
observada con buenos ojos. Hay unos cuantos analistas que estiman que detrás de
toda acción china hay un propósito de influencia estratégica del cual Pekín
nunca se divorcia. La Comisión Europea acaba de calificar a China de “rival
sistémico” al tiempo que ha emprendido el examen del endurecimiento de sus
regulaciones de inversión para hacerle frente a sus indudables planes
hegemónicos.
Xi escogió bien al seleccionar a Italia como su primer
socio en el suelo de la milenaria Europa. Para nadie es un secreto la debilidad
que muestra la economía de la bota italiana desde mediados del año pasado,
situación que va aunada a una dramática evolución de su deuda externa que
supera la de cualquiera de sus vecinos.
Pero Italia no es el único objetivo estratégico de los
chinos. El posicionamiento complaciente del gobierno de Italia está alimentando
otros recelos que ya existían de parte de Francia y Alemania en torno a China.
Este país ha estado efectuando crecientemente inversiones de gran calado en
sectores estratégicos como la banca, la robótica y las telecomunicaciones, lo
que está causando urticaria creciente a nivel de los ministerios de economía de
los socios.
Ya la Comisión Europea había picado adelante dando a
conocer un documento de compromiso sobre competitividad y seguridad de los 28
miembros en el que se definían acciones a acometer para regular la actividad
china en el Continente.
Pero Italia decidió diferenciarse del resto haciéndole
el juego al Gigante de Asia en sus intenciones de dominio político y de
influencia geoestratégica global, mientras consigue para sí mejores condiciones
de acceso a vasto mercado de China.
El caso es que este movimiento en solitario de los
italianos traerá como consecuencia dificultar la agenda la próxima reunión de
alto nivel prevista para dentro de dos semanas. Italia se salió con la suya a
espaldas de las otras naciones de la Unión. Pero estas, con Alemania y con
Francia a la cabeza, se preparan para hacer que las cabras italianas retornen
al corral.
Beatriz de Majo
@beatrisdemajo1
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